Islas y atardeceres

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La hora se olvidó atardeciendo”. Eso escribió el griego Odysseas Elytis, a quien algunos definen como el poeta de la luz. Es precisamente ese verso el que siempre me devuelve a un atardecer en la isla de Corfú después de una procesión y cenando entre pescadores. Antes de atacar el plato que allí llaman psari plakis , el patrón Stavros me miró fijamente y señalando la cazuela me dijo: “Aquí sí está Homero, no donde tú y otros muchos lo buscáis”. Stavros se refería a Homero, miembro de su tripulación y quien hacía sólo unas horas había participado en la pesca del pargo que estábamos a punto de cenar. Pargo, cebolla, apio, zanahorias, tomates, limones, etcétera.

El Mediterráneo es un atardecer que se olvida de la hora mientras uno cena en la playa y entre pescadores. Algo que es ya en muchas partes un privilegio. Incívicos y ecologistas fascistas, aunque se pinten de verde, parecen trabajar estrechamente unidos para acabar con libertades y paisajes que nos han visto crecer. Pero dejemos a los nuevos dictadores y regresemos a los pescadores de siempre. Nada extraño, pues, que en el libro que acabo de recibir, Mar d’estiu , su autor, Rafel Nadal, dedique un capítulo del mismo a una cena con algunos pescadores y amigos de Port Lligat. Somos muchos los que debemos a Henry Miller y a Lawrence Durrell la merecida fascinación que nos provoca el Mediterráneo. O los Mediterráneos. Pero, al final, lo más vivo, la esencia mediterránea la encontramos en los platos de los pescadores, que son libros que no solo se comen sino que se saborean.

Nadal es hombre de huerto y bosque. La prueba es que sabe cultivar tomates, conoce los nombres de todos los árboles y ha oído hablar de los miedos nocturnos que provocan los bosques. Pero el privilegio de haber nacido en una tierra que es a la vez llano, montaña y también mar brava le permite pasar de los tomates y pepinos a las cazuelas de unos pescadores que han visto temporales capaces de tragarse la costa que se encuentra entre los cabos de Norfeu y Creus. Temporales como el del 26 de diciembre del 2008 que arrojó a las playas una enorme cantidad de sardos y pageles. Incluso dos soberbios meros de ocho kilos acabaron en la bahía de Port Lligat. Fueron los pescadores Lluís García, también conocido como Isca, y Moisès Tibau quienes supieron cocinar con ellos dos soberbios suquets colectivos. Aunque quizá el primer mero acabó en el horno.

Cuando lees la receta de aquel extraordinario, histórico y colectivo suquet de mero que elaboró Moisès Tibau y que Rafel Nadal reproduce en su libro de islas, playas familiares, iglesias blancas, vientos, ferris, soles y ruinas se entiende el verdadero Mediterráneo. O los Mediterráneos. Esos Mediterráneos de arroz con langosta en los que también participa y se aplica el escritor Miquel Berga, antiguo decano de la Facultat d’Humanitats de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona y experto en George Orwell.

O un poema de Odysseas Elytis o la receta de Moisès Tibau. Es lo mismo