Mujeres inesperadas

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Una de las novelas más recomendables que he leído últimamente es No soc aquí , de Anna Ballbona, premio Llibres Anagrama. Como quien no quiere la cosa, una voz firmemente arraigada al siglo XXI habla de unos orígenes familiares que se podrían adentrar en el XIX en un modelo de vida rural cerca de la gran urbe, bajo los puentes de las autopistas. El estilo de Ballbona es tan dinámico como la mirada de su protagonista embarazada, que hereda el solitudinario nombre de Mila “de una bisabuela que vivió en las cañadas indómitas”. La novela va mucho más allá de la mera contraposición entre los mundos payés e industrial. Está escrita con un estilo transparente que emana de una tradición nebulosa y tonificado por los fulgores inciertos de la modernidad futura. Entre la galería de personajes del pasado que la memoria de Mila recupera cuando se sabe grávida destaca una tía soltera diagnosticada como maníaco-depresiva. Toda la información sobre ella es brumosa, pero queda claro que renegaba mucho y la madre de Mila recuerda que cuando se cabreaba (ella dice “s’empixonava”) decía “Càsum Cristina puta”. Nunca antes había oído este taco y desconozco si tiene raigambre popular o sale del idiolecto familiar de la autora. Que Cristina contenga Crist- lo hace sospechoso de eufemismo (como jopelines por joder), pero también podría ser que en origen hubiera otra Cristina conocida, por ejemplo la reina Maria Cristina, regente de 1885 a 1902, hasta la mayoría de edad de Alfonso XIII. Conocí a un anciano que renegaba con un Càsum Sèrbia, en alusión al atentado de Sarajevo que provocó la primera gran guerra.

La fraseología popular va llena de mujeres que irrumpen del modo más inesperado. Por el Alt Penedès circula una tal Maria Antònia que los más fantasiosos relacionan con la reina francesa Maria Antonieta, conocida por sus locuras. Si te quieren llamar irresponsable te clavan que eres un “trenta-deu Maria Antònia”. Más detalles en el runrún que le dediqué hace un lustro (14/XI/15) con el título “Ay, María Antonia”. Otra de estas mujeres inesperadas sería Àngela Maria. La expresión que invierte el nombre de la actual consellera de Cultura se usa para indicar conformidad, como un sinónimo enfático de “eso mismo” (lo que los más barrocos dirían “equiliquà”). Se piensa que esta Àngela Maria proviene de una antigua juglaresa barcelonesa llamada Maria que iba a la procesión disfrazada de ángel con una careta de mofletes hinchados que simulaba la acción de soplar. La gente preguntaba por este ángel y todos respondían: “Àngela Maria”. Mi favorita, entre todas estas mujeres inesperadas, la conozco desde el año de la catapún: es la famosa María Castaña (o María Castiñeira), una gallega nacida en Cereixa (A Pobra do Brollón), que en 1386 dirigió una revuelta en Lugo contra el obispo Pedro López de Aguiar que pretendía chuparles la sangre con más impuestos. Su figura devino tan legendaria que ha quedado asociada a los viejos tiempos, es decir, al tiempo de María Castaña.