El humo no se ve en Yokohama

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Veo por la tarde el informativo del mediodía de TV3, a través de su web. Abren con la noticia del día: la Nissan cierra sus tres plantas en Catalunya. 3.000 trabajadores perderán el empleo cuando llegue diciembre. Y pueden correr la misma suerte los más de 20.000 empleos indirectos que generaba la multinacional, que representa el 7% de toda la industria catalana y el 1,3% del PIB. Casi nada. La información la firma el periodista Iván Gutiérrez. Se agradece que desde la sección de Economía siempre tenga un ojo puesto en los de abajo.

Aparece el máximo responsable de Nissan comunicando la decisión: “Hemos considerado varias medidas para la planta de Barcelona y, aunque es una decisión difícil, tenemos la intención de cerrarla y comenzar las negociaciones. ¿Cómo lo haremos? Tendremos que hablar con los trabajadores y con el Gobierno. O sea, que hoy todavía no podemos concretar los detalles”. En apenas 30 segundos el señor Makoto Uchida se ventila 40 años de historia. Según la web de Nissan, Uchida entró a trabajar en la compañía en el 2003 y no lleva ni un año como consejero delegado de Nissan, compañía que atraviesa uno de sus peores momentos. Llama la atención que un alto directivo como él luzca en su expediente académico la carrera de Teología. Pero ni así se han podido salvar las tres plantas catalanas.

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Martín Tognola (Martín Tognola)

Makoto Uchida tiene 53 años, como Santiago González, trabajador de la Nissan de Zona Franca, que explica al micrófono de TV3 que son muchos a los que el cierre les coge con más de 50 años, y con un futuro muy incierto. Él entró en la compañía en 1992, once años antes que Uchida. Por las manos de González seguro que pasaron más de una y más de dos Vanettes, la mítica furgoneta con la que la Nissan de Zona Franca lo petó. Dejó de fabricarse un año antes de que Uchida entrase en la compañía.

Los trabajadores queman neumáticos a las puertas de la factoría. Pero difícilmente el humo se verá desde Yokohama, el lugar desde el que Uchida ha anunciado el cierre. Supongo que a tanta distancia este tipo de ­decisiones duelen menos. Debe de ser esa una de las ventajas de la deslocalización. No solo se deslocaliza el trabajo, también las emociones.

Un anuncio publicitario interrumpe de golpe la noticia. En el spot una voz femenina rapea la letra de la rumba de Peret. “Ella té molt poder. Barcelona és poderosa. Tot anirà bé. Ens en sortirem”. No sé si la noticia del cierre de Nissan era el mejor lugar para colocar el anuncio del Ayuntamiento. Seguro que no era la intención de sus creativos, pero el efecto causado ahí en medio es el contrario al deseado. Por cierto, ¿cuánto dinero se han gastado las administraciones –Gobierno, gobiernos autonómicos, ayuntamientos– en campañas institucionales por la pandemia?

También han sido muchos los millones de euros públicos con los que las diferentes administraciones han regado a la multinacional japonesa para que no se fuese de Catalunya. Y ahora que se larga, ¿devolverá ese dinero?

Aparecen en pantalla diferentes políticos indignados. La ministra, el president, el conseller, la alcaldesa. Y recuerdo que hace años, en el 2013, le dedicamos un capítulo de Salvados a la Nissan. En él aparecía un sindicalista reconociendo cómo tenían que tragar ante la multinacional, cómo aceptaban peores condiciones con tal de no perder el trabajo, cómo se competía con trabajadores de otras latitudes para que no se llevasen la fábrica. Y el expresident Montilla reconocía que dar ayudas públicas era mejor que dejar escapar a la multinacional. Pero admitía una cosa: “La tremenda limitación que tiene hoy la política para solucionar los problemas de la gente. Esa es la verdad y es muy frustrante”. Le agradecí la sinceridad. Supongo que hoy la frustración es mayor. Mandan la multinacional y el mercado. No la política ni los estados. ¿Y si lo revertimos?