Navegar entre arrecifes

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En el año 1898, en el continente hubo una epidemia de tifus. Mi abuela materna murió juntamente con su hijo recién nacido. Tenía treinta años. Ahora se habrían curado los dos con cloramfenicol. Mi madre entonces tenía ocho años. Explico esto porque siempre ha habido epidemias y pandemias a lo largo de la historia. En internet, el listado de pandemias mundiales ocupa varias páginas. Cuando a mis nueve años empecé a estudiar violoncelo, mi profesora tenía la cara marcada por las cicatrices de la viruela que había pasado cuando era pequeña. Por la vida, navegamos entre arrecifes de todo tipo, biológicos, climáticos, geológicos; no es en manera alguna una vida plácida sino que parece que debemos conquistarla cada día del mundo. Y ahora, con la pandemia del coronavirus que nos ha llegado, será necesario, como estamos haciendo, tomar todas las medidas posibles para evitar el ­contagio. Y parece que eso durará, con más o menos virulencia, hasta que la ciencia encuentre los tratamientos para neutra­lizarlo y finalmente una vacuna para erradicarlo.

Es necesario conseguir recursos para la investigación científica, porque va para largo. Tal vez las aportaciones económicas públicas y privadas que se hacen a fundaciones de todo tipo, y durante el tiempo que dure la investigación y hasta encontrar los tratamientos y la vacuna, se puedan dar para hacer ese trabajo. Es un asunto de la salud de todos. No se puede dar por erradicada una enfermedad que no tiene tratamiento, y mucho menos una enfermedad grave como esta. Desde las diferentes instituciones sería necesario dar esta prioridad en cuanto a la distribución de recursos económicos. Y también hacer una demanda a los poderes económicos. Los virus no entienden de fronteras ni de ideologías y se expanden por doquier, de manera que afectan a todo el mundo.

Y es preciso no olvidar que seguimos navegando entre arrecifes, incluso personalmente. El mito de Sísifo empujando la roca montaña arriba para verla caer una vez más rodando montaña abajo, y vuelta a empezar. Pero ese trayecto, tan lleno de obstáculos, nos ha traído adonde estamos, a curar enfermedades que antes eran incurables y a vivir de una manera razonablemente buena.