Más relato que relator

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La marcha de Nissan de Barcelona ha vuelto a ser utilizada de arma arrojadiza entre independentistas y constitucionalistas para defender sus tesis. Para los primeros, la decisión de la marca japonesa es culpa de la falta de inversión del Estado en Catalunya después de conocerse que Nissan solicitó en el 2006 una serie de mejoras en infraestructuras para mejorar los accesos de su factoría y nunca se hicieron. En cambio, los segundos achacan la responsabilidad al Govern por haber antepuesto las reivindicaciones nacionalistas a cualquier otro asunto. Acusaciones similares ya se dieron cuando Barcelona perdió la Agencia Europea del Medicamento, donde para unos el Gobierno de España no defendió bien la candidatura y, para otros, el procés influyó en contra de la elección de Barcelona.

Unos y otros pueden seguir así durante mucho tiempo acusándose mutuamente de todas las oportunidades que se van perdiendo sin avanzar en ninguna dirección. Me resisto a pensar que este es el futuro que le espera a Catalunya de derrota en derrota hasta la irrelevancia total, pero la realidad es que la ciudadanía está muy polarizada entre partidarios y detractores de la independencia.

El Gobierno central tiene una gran responsabilidad en contribuir a deshacer este bucle. Pero para ello debería dejar de jugar al tacticismo cortoplacista y dedicarse a hacer política con mayúsculas. ¿Qué propuesta atractiva ha venido de la Moncloa en los últimos años para contrarrestar los efectos de las sentencias del Constitucional contra el Estatut y del Supremo contra los líderes del procés ? La mesa de diálogo propuesta por el Govern podría ser un buen punto de partida, aunque despierta mucho escepticismo en filas independentistas por experiencias anteriores. Pero cuesta hallar una alternativa mejor. El Gobierno debería convocarla, no tanto para garantizarse el apoyo de los partidos independentistas, sino por su propio interés para resolver este largo conflicto. Y la excusa de retrasar su convocatoria por la pandemia no tiene mucho sentido si está alcanzando acuerdos de gobierno con otras comunidades como el País Vasco. El problema no es tanto de encontrar un relator, sino de un relato. El Gobierno necesita construir una propuesta atractiva para Catalunya.