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Luis Miguel Rodríguez, dueño de desguaces La Torre.GJB / ©GTRESONLINE

La ruina amorosa y económica del ‘rey de la chatarra’

Luis Miguel Rodríguez, propietario de Desguaces La Torre, vende su colección de coches y maquinaria para pagar su millonaria deuda con Hacienda después de romper con la diseñadora Ágatha Ruíz de la Prada

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A Luis Miguel Rodríguez se le conoce con el sobrenombre de El Chatarrero porque es el fundador y propietario de Desguaces La Torre, considerada la empresa más grande del sector en Europa. Pero a él el apodo no le gusta nada. Durante años su nombre permaneció en el anonimato para el público, que sin embargo conocía bien el de su empresa. Un emporio, ubicado en la localidad madrileña de Torrejón de la Calzada, dedicado a recoger los coches que deben retirarse de la circulación y revender las piezas que se pueden tener una segunda vida en el mercado de segunda mano. Cuando comenzó su actividad en 1982 la capacidad el negocio que Rodríguez había soñado después de ver una película norteamericana, era muy limitada. Se trataba poco más que de otro de los muchos cementerios de coches que andaban desperdigados por la geografía española.

Ahora el negocio al que se dedica Rodríguez se denomina Centros Autorizados de Tratamiento (CAT) y entre sus funciones está asegurar la gestión ecológica de los vehículos cuando finaliza su vida útil. Su empresa da trabajo a 600 empleados, procesa alrededor de 200 coches al día y tiene acuerdos de colaboración con las principales aseguradoras de España y con el Ayuntamiento de Madrid, que desde hace más de dos décadas le adjudicó en concurso público la recogida y eliminación los vehículos retirados de la vía pública.

Él ha dejado de ser un desconocido emprendedor hecho a sí mismo desde que en 2013 se convirtió en el novio oficial de Carmen Martínez-Bordiú, la nieta mayor del dictador Franco. Y desde entonces su imagen se ha convertido en habitual en las revistas y programas dedicados al corazón. Una fama que se acrecentó cuando en el verano de 2018 comenzó a frecuentar la compañía de la diseñadora Ágatha Ruíz de la Prada tras su sonado divorcio del periodista Pedro J. Ramírez, a quien ella denomina desde entonces “el innombrable”.

Con la original diseñadora parecía que Luis Miguel había encontrado un lugar en el que quería quedarse, y ambos dedicaban requiebros a la otra parte de esta pareja que sorprendió a todos pero que a ellos parecía haberles dado una nueva vida. Sin embargo 2020 ha sido el año en el que muchas cosas han cambiado en la vida de Rodríguez, a quien todos sus amigos llaman Luismi. Poco antes de empezar el año una supuesta infidelidad trajo vientos de tormenta a esta relación que parecía divertir tanto a ambos. Y aunque la diseñadora le dio una segunda oportunidad, en febrero llegó la ruptura definitiva después de algo más de año y medio de relación.

Quienes conocen bien al empresario no se extrañan de su éxito con las mujeres: “Es una persona amable, que siempre tiene ganas de escuchar y aprender de los demás”. Unas características que unidas a su simpatía y generosidad le convierten en un amigo y compañero más que deseable. El problema es su irredenta fama de conquistador y mujeriego. Un punto en el que, a juicio de sus parejas, no sabe encontrar el punto de equilibrio para que sus relaciones duren, especialmente después de su divorcio de Asunción Fernández López, fue su esposa durante más de tres décadas y la madre de sus dos hijas, Marta y Victoria.

Bloqueado por De la Prada, que ha confesado que no quiere volver a verle “en mucho, mucho tiempo” pero que le sigue “adorando”. Aún le queda su principal pasión: su negocio. La empresa que ha ido haciendo crecer de la nada, que le ha dado su fortuna –algunos medios hablan de 40 millones de euros– y a la que dedica, según él mismo ha confesado en alguna entrevista, todo su tiempo y “todo el dinero que gano". Un “todo” que ha debido dejar relagados a algunos acreedores, entre ellos al herario público, ya que Rodríguez aparece en los listados de morosos de Hacienda con una deuda de 18.414.484,93 de euros, según la última lista publicada por la Agencia Tributaria. Un descubierto que ha ido creciendo en los últimos años –en 2015 debía al fisco 6.896.792 euros y en 2017 el montante había subido a más de 15 millones de euros– y que llevó a que el Juzgado de lo Mercantil 12 declarara su empresa en concurso de acreedores en julio de 2018 y nombrara un administrador concursal.

Ahora parece que las promesas de pago del empresario a sus deudores han encontrado un camino. La empresa International Auction Group (IAG), una compañía especializada en la compra y venta de activos, bienes muebles, inmuebles y equipos industriales, está gestionando la venta de activos de Desguaces La Torre y sacará a subasta la mayor parte de la colección de coches y vehículos industriales de la colección del empresario que iban a formar parte de un ambicioso proyecto de museo. La licitación se realizará online entre el 2 y el 7 de julio y a través de ella saldrán a la venta vehículos únicos entre los que se encuentran uno de los que utilizaba Franco para desplazarse al frente durante la Guerra Civil, el Audi A8 en el que sufrió un atentado José María Aznar en 1995, coches clásicos como un Hispano Suiza del año 1924, un Ferrari 355 Spider de 1997, un Metallurguique 18 CV del año 1914, un Avalve Itala 8 Cilindros 8.3l de 1913 o un Renault Fredes Billantcourt fabricado en 1900.

Entre las pertenencias que formaran parte de la subasta que se realizará a través de la web de IAG Auction también hay “coches de competición, una colección de tractores clásicos, carruajes perfectamente restaurados, coches de lujo de segunda mano y maquinaria industrial millonaria”, según ha detallado a este periódico un portavoz de la agencia de comunicación Media Racing, encargada del evento. El contenido detallado no se puede hacer público hasta el 24 de junio por limitaciones judiciales pero la misma fuente detalla que “existen piezas muy interesantes dignas de coleccionistas de primer nivel”.

Luis Miguel Rodríguez ha declinado hablar con EL PAÍS, pero sí ha comentado en otros medios que los vehículos los vende él "para hacer dinero” y saldar parte de sus deudas. "Hacienda lo que quiere es cobrar. La subasta la promuevo yo y creo que va a funcionar muy bien porque hay material importante”, le ha dicho a la periodista Paloma Barrientos. Una época complicada que el empresario afronta con la misma bonhomia y practicidad que le atribuyen sus amistades, pero que no oculta la decepción que debe de sentir por tenerse que desprender de algunas de las posesiones que ha ido acumulando y restaurando a lo largo de los años, y cuya venta no permitirá que haga frente a toda su deuda sino solo a una parte de ella para poder cumplir con el acuerdo de pago que ha alcanzado con Hacienda.