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La artista Cecilia Vicuña en la Documenta de Kassel (Alemania), en 2017.THOMAS LOHNES

Cecilia Vicuña: “Yo pensaba que me iba a morir como una artista secreta”

La artista y poeta chilena, Premio Velázquez de 2019, reflexiona desde su estudio en Nueva York sobre su trabajo, la situación política de su país y los efectos de la pandemia en todo el mundo

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Las fake news ya existían desde mucho antes que nuestra sociedad las convirtiera en un modo de vida. En su juventud, como tantos otros chilenos, la artista Cecilia Vicuña (Santiago, 72 años) comprobó sus efectos de primera mano. “En el año 74, cuando vino el golpe militar, se plantó la mentira como un acto de violación del derecho a ver la verdad que tiene todo un pueblo”, recuerda por videoconferencia desde su estudio en Nueva York, ciudad en la que se asentó en los años ochenta. “El gobierno dictatorial inventó que Allende y la Unidad Popular tenían un plan secreto para matar a la oposición y raptar a los niños, un plan diabólico. La dictadura lo llamó el Plan Zeta y dijeron que, para evitarlo, lanzaron el ataque preventivo que fue el golpe militar”. Aquel incidente hizo que se abrieran los ojos de aquella mujer mestiza. Y cambió su mundo, en más de un sentido. Primero, porque la reafirmó en su orientación hacia los ideales del socialismo. Además, fue el germen de una de sus muchas prácticas artísticas, una propuesta que bautizaría como PALABRARmas y que consiste en extraer el sentido último del léxico en las metáforas trabadas en su propia morfología.

Armar.

Palabras.

Así surgió su particular definición de mentira, como algo que existe “fuera de la mente”.

Y de su antónimo, la verdad: “Dar a ver”.

Durante medio siglo, la artista ha jugado, pensado y reformulado la realidad por medio de las palabras y los objetos, muchas veces basuras, para modelar un arte que se aúpa en el feminismo, el ecologismo, el indigenismo y otras tantas corrientes de las que ha sido estandarte, y que solo recientemente ha ido encontrando el reconocimiento debido. Desde la documenta14 de 2017, que la propia Vicuña reconoce como el momento en que su arte “explotó”, hasta la concesión del Premio Velázquez, dotado con 100.000 euros, este pasado 2019. “Yo pensaba que me iba a morir como una autora secreta”, reconoce la artista. “He publicado más de 25 libros y todos son inhallables, casi todos han sido publicados por editoriales chicas. Es una especie de invisibilidad permanente, que es la invisibilidad característica de la mujer en el mundo y en Latinoamérica, sobre todo en Chile, un lugar que invisibiliza a la mujer y, muy especialmente, a la mujer indígena”.

Activista feminista mucho antes de la ola del #MeToo, Vicuña ha ido recuperando las conexiones con su país, del que salió escapando de la dictadura, a través de las nuevas generaciones de mujeres creadoras. Entre diciembre y enero, la artista y poeta estuvo en Chile y participó con colectivos como el de Lastesis, las autoras del famoso himno Un violador en tu camino, en distintos eventos y performances. “Varias personas pensaron: ‘Qué fabuloso reunir a Lastesis, las chicas nuevas que traen esta nueva visión, con la anciana, que ha pasado los últimos 50 años sin ser escuchada", recuerda. “Ahí se produjo la posibilidad de un diálogo”. Con la revolución a medio hacer, paralizada hasta hace unos días por la irrupción del coronavirus, su país natal, como dice Vicuña, se ha transformado después de décadas de negrura en un colorido “museo al aire libre”, con los muros dispuestos como lienzos en blanco y con el pueblo en la calle bailando al ritmo de himnos reivindicativos.

Ya antes del estallido social del pasado octubre, Vicuña había detectado que Chile se había embarcado hacia un nuevo rumbo. “En 2018 surgió lo que se llamó el Mayo feminista: varias chicas universitarias de pronto dijeron basta y decidieron denunciar abusos sexuales. Y, para la sorpresa de ellas mismas, y yo creo que de todas las mujeres de Chile, esto se convirtió en un movimiento nacional”, rememora. Ahí fue la primera vez que descubrió que su trabajo estaba siendo revisitado por las artistas emergentes de Chile. “Me enteré por casualidad, lo vi en Internet, que algunas de esas chicas repartían poemas míos. Poemas censurados, marginados, que no tengo ni idea de cómo accedieron a ellos. Después me enteré de que algunas eran estudiosas de mi obra... Entonces vi cómo mi trabajo había servido para plantar una semilla”. Sus quipus rojos, inspirados en las cuerdas anudadas que las culturas andinas usaban para hacer la contabilidad y guardar información, empezaron a inundar las calles de Santiago poco después. “Yo las colocaba en la soledad de los glaciares, o en el océano, con pequeños grupos, y ahora lo he visto convertido en algo que sucede en la Plaza de la Dignidad [epicentro de las protestas en Santiago], con miles de personas inundadas por este rojo. No hay palabras para describir eso: hay una continuidad posible entre un sueño suprimido y olvidado y un sueño futuro”.

Vicuña lleva desde que era joven recogiendo y dando forma a sus “precarios” o “basuritas”, esculturas creadas con desechos variopintos. Estas obras llevan inscrito en su ADN algunos de los preceptos que han marcado su trayectoria: que todo se expresa a través de símbolos, que todo está interrelacionado, que todo gira en un círculo. Una realidad más presente que nunca con el coronavirus. “Virus es vi, de vitalidad, y rus, que es lo que en inglés se llama rushing [correr, darse prisa]. Es como que ese ser, que no está realmente vivo, corre a toda velocidad hacia la vitalidad, busca la vida”, explica sobre la nueva PALABRARma que ha formado y lo que esta le ha enseñado. “Hemos destruido la vida silvestre, así que los virus ya no tienen su espacio natural. Además, fíjate qué metáfora: chupar la vida hasta extinguirla, que es exactamente lo que hace el capitalismo. Es como que el virus está revelando el sentido del capitalismo, diciendo: ‘¿Es esto lo que tú querías? Ahora lo tienes”.