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Crónica de dos noches esperando gasolina en Venezuela

Lo que hace cinco años era un acto rutinario hoy se ha convertido en una aventura en la que dejamos días y noches de nuestras vidas. La gasolina la estamos pagando en dólares que no ingresan al Estado. Extraoficialmente se anuncia que en junio la comercialización del combustible se normalizará.

El martes 26 de mayo, a las 3 de la madrugada, me incorporé a una cola para surtirme de gasolina el jueves 28. Serían dos noches y dos días de espera. Era la segunda vez que lo hacía desde que entró en vigencia el sistema de número de placa en la Estación de Servicio La Auxiliadora , a la que acuden conductores de los municipios Los Salias, Carrizales y Guaicaipuro del Estado Miranda .

Comenzar el proceso con tanta anticipación no es garantía alguna . Cuando llegué había muchos espacios entre vehículos: “Esta es la cola para el viernes y donde está aquel camión termina la del jueves”, me explicó una señora que agregó: “la semana pasada no estuve entre los 150 puestos y esta vez quiero asegurarme”.

Me ubiqué y a las 4 de la madrugada la fila para el jueves comenzó a tener forma . Entrada la tarde conté y estaba en el puesto 34. Nada mal. La lógica me decía que cuando avanzaran quienes surtirían el miércoles, yo estaría bien ubicado.

Pero la lógica no siempre funciona y menos en la Venezuela actual . A las 12 de la noche de ese martes, con los primeros minutos del miércoles, me despertó un gran movimiento de vehículos. No lo podía creer. Cantidad de carros con placas para surtir el jueves se desplazaban a gran velocidad a mi lado. No sabía qué hacer. Otros conductores también seguían con los motores apagados. De pronto aquella loca carrera se detuvo y comenzamos a escucha gritos: “!Devuélvanse, la guardia nos está fotografiando…!” Caos total. Unos trataban de retroceder en una vía rápida como es La Panamericana. Otros saltaban la isla y se devolvía y unos terceros se encontraban de frente con efectivos de la GNB que los paraba, fotografiaban las placas y les anunciaban que no tendrán gasolina “así que ni se molesten en quedarse”.

Ignoro si alguno se fue. Lo que si puedo afirmar es que muchos se quedaron y que, a pesar de la advertencia de los guardias, ocuparon los primeros puestos de lo que sería la cola para surtir el jueves. Así, entre los que no entraron para el miércoles y se quedaron ocupando espacios, más los coleados del miércoles en la madrugada que no se retiraron y los puestos “reservados” yo, que tenía el lugar 34, pasé al 87. Otros quedaron fuera a pesar de haber madrugado .

Con el propósito de reparar parte del mal, un joven pidió que lo siguieran “para presionar a que peguen los carros y así ganamos espacio y podemos entrar más”. Fue una prédica bien intencionada pero con poca receptividad.

No sólo eran los espacios entre carros y los puestos reservados . También estaban los conductores que no entraron entre los 150 para el surtir el miércoles y que continuaban sin moverse.

El joven predicador me explicó: “No se mueven porque son puestos que esperan vender . De manera que si usted ahora es el número 87, el miércoles en la noche podría ser el 100 o no entrar entre los 150”.

Llegó el momento en el que el joven predicador solo tenía dos seguidores. Con voz de cansancio trató de convencer a quien llamó “Pulga” de que arrimara un poco su camioneta porque estaba muy separada del carro que le antecedía: “A mi me toca hoy pero me fotografiaron en la mañana y no voy a correr el riesgo de seguir en la cola para nada, por lo tanto, marico, veré si puedo negociar dos puestos marico…”

--Si marico, pero negocia un solo puesto y así ganamos todos.

Pulga no cedió. Yo no sabía si llamarlo Pulga o tratarlo de marico. Dejé que el joven predicador se alejara y le ofrecí 20 dólares por el puesto.

--No patrón (entendí que hay categorías. Marico es entre los panas, los amigos, edades similares y patrón o viejo es para los de la tercera edad, especialmente si se trata de negocios) eso es muy poco.

--Entonces no he dicho nada…

--Está bien patrón, usted tiene cara de buena gente. Busque su carro y yo voy haciendo el espacio.

Ahora tenía el puesto 100. Del 34 al 100 pasando por el 87 . Todo gracias a que Pulga me vio cara de buena gente. El otro puesto también lo vendió el miércoles en la noche. El nuevo comprador no hizo cola. Se incorporó directo y seguramente quedó fuera alguien que pasó dos noches en espera.

Pulga no es el único que practica la venta de puestos . Un distribuidor de alimentos -eso decía un logo que llevaba en la camisa- que también había llegado el martes en la madrugada y con el intento de coleo masivo había quedado muy alejado, se le acercó a otro conductor cuya placa era para surtir el miércoles y evidentemente no entró en los 150 cupos de ese día: “No quiero dinero, quiero comida”, afirmó enfático.

--¿Te sirve dos pollos?

Así, el distribuidor de alimentos regresó de nuevo a un buen puesto.

Con algo de cansancio y mucha expectativa esperamos lo que llaman “el bolulú de la noche” aunque a veces es en la madrugada del mismo día en el que se hará el surtido.

Expectativa porque ocasionalmente los guardias piden salvoconducto -que no todos lo tienen- o hacen observaciones por las que no autorizan el pase a la Estación de Servicio . Días antes se había presentado un encontronazo entre efectivos de la GNB y varios conductores. “Le hicimos una rueda de pescado a los guardias y se veía que estaban asustados. Estábamos dispuesto a cerrar La Panamericana. Tuvo que venir el Sebin (Servicio Bolivariano de Inteligencia) a poner orden y le dio la razón a los conductores”, explicó uno de los participantes en el enfrentamiento.

Esta vez los efectivos fueron muy discretos en sus actuaciones. Pedían el carnet de circulación y anotaban los datos en una lista. El carro que estaba delante del mío no prendía y el guardia ordenó “sálgase, siga pero recuerde que él va primero que usted y le guarda el espacio”.

A punto de coronar

Pasamos la noche del miércoles a pocos kilómetros de la Estación de Servicio . Fue una noche tranquila. Estábamos a punto de coronar. Primero atendieron a los motorizados. Salían corriendo, como probando la calidad del carburante.

Aproveché la espera para preguntarle algo a un taxista con quien había hecho algo de amistad: ¿Cuánto pagas por la gasolina? ¿Cómo haces si la orden es despachar 20 litros que eso, por tu trabajo no debe alcanzar para nada?

-Si tengo medio tanque le doy tres mil o cinco mil bolívares. Si tengo un dólar se lo doy y si estoy como hoy, con la reserva, pregunto: ¿Maestro usted se presta? Él ya sabe que le estoy pidiendo tanque lleno y que le daré entre cinco y diez dólares.

El miércoles comenzaron a surtir pasada las 4 de la tarde. Esta vez comenzaron temprano.

Nos mandaron a avanzar. Extraña alegría. Lo que hace cinco años era algo rutinario -surtirse de gasolina, pagar por ello y hasta dar propina por limpiar el parabrisa- ahora es una aventura llena de incertidumbres a la que dedicamos días y noches de nuestras vidas. Y como para hacerlo “más emocionante” hay quienes proponen sortear el surtido de gasolina como una lotería.

Entramos al espacio de surtido y los guardias repetían como un mantra “treinta y veinte, treinta y veinte”. Parecía una versión de la canción “Cuarenta y veinte” que interpretaba José José. Pues no, aquello era un recordatorio de que sólo autorizan surtir 30 litros de combustible a camiones y camionetas y 20 litros para vehículos tipo sedán . El marcador de mi carro indicaba que estaba en la reserva… ¿Pregunto si se presta? ¿Y si no me entiende?

Con el número 100 pintado en el parabrisa del vehículo llegué alegre a casa. . Lo que más deseaba era darme una buena ducha. “No hay agua”, me dijo mi esposa. Bueno, como tengo gasolina voy a la oficina y allá me baño. “Esta mañana me informaron que Club de Campo está sin electricidad desde anoche”. @erondoni

Enrique Rondón Nieto – Informe 21