Opinón: El protocolo de la mentira y el miedo

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El 12 de marzo del 2018 David Patey, entonces presidente de Fuerza Herediana, afirmó ante los medios que su amigo Scott Brannon era socio de la entidad y que además tenía una empresa de apuestas deportivas con servidores en Asia.

Tremenda revelación. Tanto, que el 2 de abril Patey dejó de ser jerarca y la cara visible y amistosa de Fuerza Herediana, sustituido por Juan Carlos Retana. Este se apuró a negar, ese mismo día, la condición de socio de Brannon, versión ratificada en diferentes momentos por Orlando Moreira y Jafet Soto.

Sin embargo, el estadounidense, ahora tico, nunca ha dejado de presentarse a las ceremonias oficiales del equipo rojiamarillo. En las premiaciones, los sorteos de Concacaf y hasta en un anuario del club. Para el Mundial anterior, la Fedefútbol le negó un paquete de viaje destinado a los dirigentes, luego de preguntar por su condición de dirigente. “No lo es”, respondieron del Rosabal Cordero.

El último capítulo se dio el pasado miércoles en el Cuty Monge. Vio en las gradas el partido entre Heredia y Universitarios. ¿Un simple aficionado, violando todos los protocolos? La denuncia en la página El Teléfono Rojo, no provocó ninguna alarma en la eficiente Unafut ni en la Fedefútbol, cuyos presidentes se encargaron, días atrás, de que el Comité de Licencias, en un dos por tres, sancionara el estadio limonense por irrespeto a los protocolos sanitarios.

Violentando la independencia de los comités, el jerarca de la Unafut le “sugirió” además al Comité Disciplinario los artículos bajo los cuales se podría sancionar a Luis Pérez, por criticar el protocolo, tras un festejo colectivo del equipo limonense.

Consultado por La Nación, Fuerza Herediana, reitera que Brannon acudió al Cuty Monge sin ser dirigente. Admitirlo, sería aceptar que alguien que tiene apuestas directivas es dirigente de un equipo, con el tremendo conflicto que eso genera, prohibidísimo por la FIFA.

Pero de la Fedefútbol sostienen que Brannon fue reportado como dirigente y por eso ingresó. O sea, los vacilaron. Una vez más. Un aficionado, revestido de una condición que no tiene por el equipo de la visita, pudo ingresar al estadio, burlando el mismo protocolo que hizo estallar las iras del Proyecto Gol cuando Limón fue quien lo violentó.

¿Y la Unafut? ¿El Comité Ejecutivo? ¿Licencias? ¿Los fiscales? Todavía rojos de ira por “el descaro” de Luis Pérez y su equipo.