La inspiradora historia de una chica que se curó de coronavirus con plasma convaleciente y la recuperada que lo donó

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Marisol San Román se recuperó de Covid-19 y dió sangre dos veces para que le extraigan plasma en el CEMIC. Bárbara Piccardi estaba grave en terapia intensiva, recibió la donación de esa institución y sanó casi de inmediato. El plasma convaleciente es una de las terapias más efectivas contra la enfermedad.

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La sangre que donó Marisol San Román para que le extraigan plasma y la risa feliz de Bárbara Piccardi, que se recuperó de Covid-19 después de luchar por su vida en terapia intensiva.

Ya fue dos veces a donar sangre para plasma, e irá por una tercera. Marisol San Román (25), la “paciente 130” de Covid-19, sabe que ella es una de las claves para curar a quienes enferman gravemente por coronavirus. “Mi médico, el doctor Villar, me envió un flyer del CEMIC contando sobre la donación de plasma para pacientes convalecientes. ‘Es importante que una vez que te recuperes puedas ayudar a otros que la están pasando mal’, me dijo. Todavía faltaban varias semanas para que llegue el momento en que pudiese donar, pero entendí que era importante. Mi respuesta fue un rotundo ‘sí’”, contó.

Marisol cuenta que la primera vez que donó “no me encontraban la vena. Había estado 45 días en cama y no estaba fuerte, me tuvieron que pinchar dos veces, pero yo solo pensaba en un chico que conocí en España, que tenía 23 años y falleció en una terapia intensiva por Covid-19. Con un tratamiento con plasma se podría haber salvado. Hay que cambiar esa connotación negativa que tiene ir a donar. Más que hacerlo porque vimos a alguien morir, hay que hacerlo porque vamos a hacer que una persona pueda vivir”.

Ya lo hizo dos veces en el CEMIC. “La primera vez sé que mi plasma llegó a tres personas. Pero el caso más importante sin dudas fue el de Bárbara, una chica que estuvo mucho tiempo en terapia intensiva con un pronóstico grave. Fue, para mi, como darle la huella que te quedó de la lucha, entregarle los soldaditos que ayudan a ganar la batalla”, sostiene hoy.

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Del otro lado de esta cadena de amor está Bárbara Piccardi (31), empleada administrativa en un hospital público (que pidió no identificar), que se contagió de Covid-19 a mediados de abril. “Al trabajar en un hospital, siempre tomé todos los recaudos: me lavaba las manos seguidos, usaba alcohol en gel, al llegar a casa me cambiaba la ropa, me limpiaba los zapatos con lavandina, también mucho la casa… Y así y todo, me contagié igual”.

Como ella, varios de sus compañeros de trabajos dieron positivo cuando les practicaron el hisopado. Pero dice que, aunque todos fueron aislados, “más que fiebre o tos no tuvieron”. Ella la pasó mal. Y, según relata, no tiene ninguna comorbilidad, no era a priori una paciente de riesgo. “Según los médicos, probablemente lo mío fue peor porque tenía las defensas bajas. Estaba pasando un mal momento anímico por cosas personales, lo que me debilitó”, dice.

Los primeros síntomas fueron “dolor de cabeza y fiebre”, que según recuerda siempre estuvo alrededor de los 38 grados. “Lo primero que hice fue entrar a la página del Ministerio de Salud y llamé al 148. Ahí me preguntaron si tenía obra social, les dije que sí y me indicaron que los llame a ellos”.

Cuando se contactó, tuvo dos videollamadas con los profesionales de su obra social, que le recomendaron tomar paracetamol. Recién al cuarto día le enviaron un médico y se activó el protocolo. La internaron el 17 de abril en la clínica ITOIS de Avellaneda, ciudad donde ella vive.

En su casa -que comparte con su madre, su hermana y dos sobrinos- la única que se contagió fue la primera, pero su caso fue leve y ya está recuperada.

Fuente: infobae.com