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Según el Dane, el déficit cualitativo del país se ubica en 26,78 por ciento.
Foto: Óscar Bernal. EL TIEMPO

El síndrome del edificio enfermo que recordó el coronavirus

Las dificultades al interior de las viviendas aumentaron con la pandemia.

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La emergencia a causa del coronavirus, covid- 19, confirmó la precariedad de varias construcciones residenciales, sin diferenciar el estrato ni la capacidad económica de quienes las habitan.

Obviamente, hay un mayor impacto en las propiedades de las familias de escasos recursos, y esto incluye al sector rural; sin embargo, el confinamiento sacó a relucir lo que miles de hogares han vivido por años, pero que por el día a día dejaban pasar de largo: el síndrome del edificio enfermo.

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Al respecto, la directora del Consejo Colombiano de Construcción Sostenible (CCCS), Viviana Valdivieso, recordó que hay elementos físicos, químicos, biológicos, propios de los individuos o incluso externos, que pueden afectar la calidad de los espacios interiores. En el primer caso está la mala iluminación, el ruido, las vibraciones, la humedad y la poca ventilación, entre otros, mientras que los químicos pueden ser los gases, los olores, el polvo y las emisiones de materiales.

También están los biológicos como los hongos, los virus o las bacterias, o aquellos propios de las personas que habitan las viviendas como respirar, toser, fumar, e incluso, la predisposición por enfermedades o malos hábitos. Igualmente, en el listado se encuentra la contaminación externa o la contaminación cruzada que ingresa a los espacios a través de los zapatos. Y aunque en ciertos lugares hay regulaciones como, por ejemplo, las áreas libres de humo, en otros no hay exigencias ni control.  

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Esto no es nuevo, pero salió a flote a raíz de la emergencia y de la cuarentena, que ha obligado a las familias a enfrentar el reto de la convivencia 24/7, y, de paso, a vivir las debilidades de sus construcciones.

Anoté al comienzo el caso de las viviendas que se han desarrollado en condiciones precarias, por ejemplo, porque se construyeron informalmente en la ciudad y en las zonas rurales. Estas, precisamente, forman parte del déficit cualitativo del país, que según el Dane es del 26,78 por ciento. 

En los ambientes rurales, los pisos en tierra, las cocinas, los baños (si los hay) y el hacinamiento, son factores que hacen que la problemática tenga un mayor impacto, más ahora, con la pandemia.

Cierto, el gobierno ha impulsado programas de mejoramiento como Casa Digna Vida Digna, y, por su parte, hay más constructores edificando sostenible y certificando los proyectos con sellos internacionales como Well Building Standard, dedicado a la salud y el bienestar de los ocupantes; Leed, que maneja un capítulo sobre calidad del aire interior, o Casa Colombia, que también trata la calidad del ambiente interior en las viviendas.

Igualmente, la Corporación Financiera Internacional (IFC), miembro del Grupo del Banco Mundial, creó el sistema de certificación de construcción verde Edge para los mercados emergentes, que, junto con la Cámara Colombiana de la Construcción (Camacol), impulsa los ahorros en el consumo de energía, agua y energía incorporada en los materiales.

En conjunto, con las diferentes lecturas que tiene el sector sobre el impacto de cada una de estas certificaciones, son acciones que al final buscan objetivos comunes para que haya construcciones más 'sanas' y sostenibles, en pro de la salud de sus residentes, y beneficios económicos, a través del ahorro de recursos una vez implementadas.  

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GABRIEL E. FLÓREZ G.