La nueva normalidad

by

‘La nueva normalidad’ es una frase acuñada y un escudo, un lugar común que hace de la vida algo menos difícil de soportar. Muchos alcanzaron a ilusionarse cuando al comienzo de todo esto empezaron a surgir gestos de compasión porque quizá no todo estaba perdido, y una civilización que parecía encaminarse a su lenta pero segura extinción se había pellizcado. Hoy, un par de meses después, aquel optimismo queda como anécdota y lo que revela la pandemia es que, así tengamos buenas intenciones, nuestro egoísmo suele terminar imponiéndose. Lejos de hacernos mejores, el virus ha servido para desnudar nuestros vicios.

¿Qué es la nueva normalidad? ¿Salir de a ratos, andar en tapabocas y hacer reuniones por Zoom? La nueva normalidad es la anormalidad de siempre, es oír desde la casa a gente necesitada que va por la calle pidiendo dinero, vendiendo bolsas de basura, ramas de eucalipto o dando serenatas. Mariachis, boleros, vallenatos, música llanera, lo que al comienzo era novedad hoy ya es paisaje, y la única diferencia es que antes, para oírla había que salir a la calle, ahora la música llega a nosotros. Y hablo de los músicos más que de la gente que vende algo o pide algo porque es pobreza y precariedad disfrazada de fiesta.

Llegan los mariachis al barrio y nos alegramos, salimos a los balcones, les pedimos canciones, los aplaudimos y les damos plata. Todo muy bonito, la vida es feliz por un rato, pero es apenas una fachada, lo cierto es que detrás de esos conciertos hay hambre y necesidad. La nueva normalidad dejó en evidencia que la famosa berraquera colombiana no es otra cosa que nadar contra la corriente para no morirse de hambre; no sé en qué momento nos comimos el cuento de que ser berraco era una virtud y no una respuesta desesperada para no dejarnos ganar por la vida.

La nueva normalidad es que le cobren millonadas a la gente por volver a su país y a eso lo llamen “vuelos humanitarios”, que los tapabocas cuesten ahora una fortuna y que los hagan con diseño. Hay gente que usa tapabocas Louis Vuitton con ese mosaico de la L y la V tan de mal gusto, el mismo patrón que antes venía en maletas y billeteras; así de disfuncionales somos.

Nueva normalidad es que el servicio al cliente de empresas de celulares, internet y bancos esté peor que nunca, y que compañías como Hertz, Avianca o los opoeradores de TransMilenio estén en problemas económicos. ¿Cómo así? ¿Años facturando de lo lindo y par meses sin clientes ponen en riesgo toda una operación? ¿Qué clase de crisis es esta? ¿Cómo funciona la economía? ¿Qué hicieron con todo el dinero que ganaron durante décadas?

De esta no vamos a salir igual, ni siquiera mejor, vamos a salir peor, con la brecha social más pronunciada, los pobres más pobres y los ricos un poquito menos ricos. La desigualdad será nuestra condena y con coronavirus o sin él cabalga imparable como el quinto jinete del Apocalipsis. No hay nueva realidad, con el tiempo volveremos a la vida de antes y nos entregaremos a los pecados de siempre porque la vida nunca estuvo en riesgo y nosotros solo aprendemos a punta de reveses, es el miedo lo que nos mueve.

Para reaccionar de verdad necesitaríamos un verdugo que de verdad nos pusiera contra la pared y nos llevara a la mitad de nosotros al menos. Estoy hablando de cuatro mil millones de personas, la población del planeta hace cuarenta años, no de un puñado de miles, en su mayoría viejos, pobres y enfermos. Eso no es amenaza, nadie se asusta con eso.

Más temprano que tarde venceremos el virus y la cuarentena terminará. Olvídense de que de ella saldremos mejores, más sabios o más generosos. Si acaso saldremos más tristes; y algunos de nosotros, más gordos.

Adolfo Zableh Durán