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Donald Trump y Xi Jinping. Foto: Reuters

Trump elimina el trato especial a Hong Kong por el intervencionismo chino pero no toca el acuerdo comercial

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El desacoplamiento entre las dos mayores economías del mundo continúa su curso y no atiende simplemente al pulso comercial de antaño. La pandemia del covid-19 ha servido de detonante para que Washington y Pekín continúen cavando una brecha que en estos momentos amenaza con hundir el dedo en la llaga del gobierno de Xi Jinping.

La aprobación por parte de la Asamblea Nacional Popular (ANP), el órgano legislativo chino de la controvertida ley de seguridad nacional para Hong Kong, ha prendido la mecha para que Estados Unidos tome contramedidas. Una decisión que a ojos del ejecutivo chino arremete directamente con los intereses nacionales del país.

Así, Donald Trump ha asegurado en la tarde de este viernes que elimina las exenciones y el tratamiento especial que tenía EEUU hacia Hong Kong, ya que, según sus palabras, China ha convertido la política de "Un estado, dos sistemas" en "Un estado, un sistema".

El presidente ha asegurado que Hong Kong no tiene la suficiente autonomía como para que EEUU le mantenga el anterior estatus, por lo que se derogarán todos los pactos entre ambos, cuestiones como el acuerdo de extradición, los controles de exportaciones o el acuerdo para uso de tecnología. "Tomaremos medidas para revocar el trato preferencial de Hong Kong como territorio aduanero y de viaje separado del resto de China", añadió.

Además, Trump ha indicado que dará pasos adelante para sancionar a China y a los mandatarios que estén relacionados de forma directa o indirecta con la erosión de la autonomía de Hong Kong.

Sin embargo, no ha atacado al acuerdo comercial entre ambos países, lo que ha tranquilizado a los inversores. Los principales índices caían cerca de un 0,5% durante la sesión, pero tras el discurso de Trump han pasado a terreno positivo. Sólo el Dow Jones terminó en rojo, dejándose únicamente un 0,07%.

En un discurso centrado únicamente en el ataque al país asiático, el inquilino de la Casa Blanca ha culpado al oscurantismo chino de la propagación del coronavirus, algo de lo que también ha hecho responsable a la Organización Mundial de la Salud (OMS), por lo que ha afirmado que desde hoy rompe relaciones con el organismo internacional.

Avisos de EEUU en las últimas semanas

Durante la última semana, la presión de la administración del presidente estadounidense, Donald Trump, ha dado un giro mucho más serio, dado que la legislación respaldada oficialmente el jueves penaliza la mayoría de las formas de protesta política bajo prohibiciones generales sobre "sedición" y "subversión". Razones que avalaron que, un día antes, el secretario de Estado, Mike Pompeo, informara al Congreso que Hong Kong ya no es autónomo de China.

"Ninguna persona razonable puede afirmar hoy que Hong Kong mantiene un alto grado de autonomía de China, dados los hechos sobre el terreno", sentenció el principal diplomático estadounidense en un comunicado. Previamente, Pompeo ya tocó la fibra sensible del gigante asiático al felicitar a la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-Wen, por su reelección o al ligar directamente el origen del covid-19 con el Instituto de Virología de Wuhan. EEUU también ha acusado a Pekín de aupar ciberataques para lograr mayor información en el desarrollo de vacunas y tratamientos contra el coronavirus.

Una decisión clave, dado que el Capitolio aprobó a finales del año pasado una legislación que obliga al gobierno federal no solo a certificar el estatus democrático de la que fuera colonia británica sino a imponer sanciones a los que socavan "las libertades fundamentales y la autonomía en Hong Kong".

Hasta la fecha la ciudad-estado ha contado con un alto grado de autonomía, bajo el plan "un país, dos sistemas", que China había prometido mantener hasta 2047. Esta condición ha permitido que Washington a través de una ley aprobada en 1992 trate a Hong Kong de forma independiente cuando se trata de asuntos económicos y comerciales.

Revocar este estatus especial "haría que la ciudad acceso a tecnología estadounidense sensible y enfrentaría una mayor amenaza de aranceles. El daño económico a corto plazo sería manejable, pero aceleraría la erosión del estatus de Hong Kong como centro de negocios internacional", explica Mark Williams, economista en Asia de Capital Economics.

En estos momentos, la ciudad-estado no es tan importante económicamente para China como lo fue cuando los británicos entregaron la antigua colonia en 1997, por aquel entonces representaba más del 16% del PIB de China continental. A día de hoy supone menos del 3% pero todavía juega un papel crucial al dar a los bancos y compañías chinas acceso a financiación en dólares y al permitir la entrada de inversión extranjera a China.

El gobierno hongkonés, liderado por Carrie Lam, ha avisado que cualquier tipo de sanción supondría un "arma de doble filo" dado que no solo dañará los intereses de Hong Kong sino también significativamente los de EEUU, dado que éste ha mantenido un superávit comercial por un total de 297.000 millones de dólares entre 2009 y 2018. Además pueden afectar los intereses de las 1.300 empresas estadounidenses con sede en Hong Kong.

Cerco legislativo a China

Si existe un frente común entre la Casa Blanca, la Cámara de Representantes (en manos demócratas) y el Senado (controlada por la mayoría simple de los republicanos) es China. De hecho, el miércoles, el Congreso aprobó un proyecto de ley ya avalado por la Cámara Alta que condena al Partido Comunista Chino por su trato a los uigures, la minoría étnica musulmana en la provincia occidental china de Xinjiang.

Al mismo tiempo, el Senado aprobó la semana pasada en otro voto unánime un proyecto de ley que requerirá que las empresas que recauden capital en los mercados de EEUU certifiquen que "no son propiedad ni están controladas por un gobierno extranjero", una legislación que busca atar en corto a las compañías chinas. Esta medida también amenaza con expulsar de plazas bursátiles patrias a las empresas chinas que no cumplan con las auditorías de los reguladores estadounidenses.

Paralelamente, el pasado viernes, el Departamento de Comercio de EEUU sumó otras 33 compañías chinas a su lista negra de entidades, donde ya se encuentra desde hace tiempo Huawei, el gigante de equipos de telecomunicación chino que, bajo la justificación de suponer un riesgo para la seguridad nacional del país, cuenta con un acceso cada vez más restringido a los componentes estadounidenses, algo que pone en peligro su supervivencia, según el propio presidente rotatorio la compañía, Guo Ping.

Huawei se postula además como epicentro de las tensiones colaterales con Canadá. El miércoles, el tribunal supremo de Columbia Británica reconoció la doble criminalidad de las acusaciones de fraude por violar las sanciones a Irán presentadas por Washington a la directora financiera de la compañía china, Meng Wanzhou, cuyo proceso de extradición continúa adelante en Vancouver.

Esa misma jornada, dos senadores republicanos y un congresista republicano presentaron una propuesta legislativa que busca prohibir a los ciudadanos chinos el acceso a visados de estudiantes o de investigación a EEUU para estudios de posgrado en ciencias, tecnología, ingeniería o matemáticas.

Reino Unido, Australia y Canadá también preocupados

Los ministros de Asuntos Exteriores de Reino Unido, Australia y Canadá también reiteraron su "profunda preocupación" por la Ley de Seguridad Nacional aprobada por Pekín. El secretario de Exteriores inglés, Dominic Raab, amenazó con extender los derechos de hasta 300.000 titulares actuales de pasaportes especiales británicos en Hong Kong, si China aplica esta legislación.

Cuando el gobierno británico sobre Hong Kong llegó a su fin en 1997, alrededor de 3 millones de sus residentes optaron a recibir una categoría especial de pasaporte británico, que permite viajar al país durante seis meses, pero sin derecho de residencia o empleo. Ahora Raab quiere extender este periodo a 12 meses y permitir acceso a educación y empleo, lo que abriría incluso un camino a conseguir una futura nacionalidad inglesa.

El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Zhao Lijian, advirtió que Hong Kong es "un asunto puramente chino" y que "ningún otro país tiene derecho a interferir". Además recalcó que si Reino Unido "insiste en cambiar unilateralmente sus prácticas", violará el derecho y las normas internacionales. "Nos oponemos firmemente a esto y nos reservamos el derecho de tomar contramedidas", aclaró en una rueda de prensa en Pekín.