Don Germán

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Un trabajador incansable. Equilibrado, serio, comprometido. Cuando alguien que va a ejercer una tarea difícil en el Gobierno me consulta al respecto, le aconsejo que siga el método de don Germán Montoya, secretario general de la Presidencia durante el gobierno de Virgilio Barco (1986-1990).

No creo que jamás se le haya olvidado hacer una tarea, realizar una llamada, transmitir un mensaje. Y sé que nunca abusó de su muy estrecha amistad con el presidente Barco, ni de la inmensa confianza que se profesaban. Sensato, aterrizado, con una gran experiencia empresarial y un buen conocimiento de cómo funcionaba el gobierno.
Por ello, fue imprescindible funcionario y le hizo honor a los secretarios generales que han permanecido durante todo el período de un presidente.

Lo conocí cuando fui viceministro de Desarrollo Económico (Jorge Valencia Jaramillo era el ministro, durante la administración Pastrana Borrero, 1970-74). Llegaba temprano al Ministerio para solicitar alguna decisión y era capaz de permanecer, una y otra vez, el día entero, esperando. No había manera de que regresara a la presidencia de Colmotores con la promesa de que lo llamaríamos. No. Ahí en la sala de espera del despacho se quedaba. Una forma de presión que no está en ningún libro.

Pero él no hacía esperar a quienes demandaban alguna gestión por parte de la Presidencia. En su inmenso escritorio iba colocando unos papelitos amarillos donde escribía la tarea pendiente. Y no regresaba a su casa sino después de haber tramitado todos esos papeles. Normalmente, a las 10 de la noche.

No confundió jamás el poder de estar al lado del Presidente con la ostentación o el oropel. Un funcionario dedicado a cumplir con su deber. Realmente, impresionante. Y, por ello, gozaba de tanta consideración y respeto por parte de todo el equipo de Gobierno.

Era el funcionario perfecto para la personalidad del presidente Barco, quien aconsejaba siempre hacer bien la tarea en lugar de andar mariposeando, viendo qué otras oportunidades estaban disponibles.
Age quod agis, decían los clásicos. Haz lo que tienes que hacer. Eso para el presidente Barco era el signo que distinguía a un buen funcionario, como lo demostró él mismo, siendo Ministro, Alcalde de Bogotá o Embajador.
¡Creo que César Gaviria escuchó bien ese consejo y así lo hizo, y llegó tempranamente a la Presidencia de la República como sucesor y continuador de su ambiciosa obra!

César Gaviria y los jóvenes que lo acompañaron en la Presidencia, recibieron siempre el mayor apoyo y estímulo por parte de don Germán. Y como Ministro tuve con él la mejor relación. Un miembro excepcional del equipo de Gobierno. Sin dudarlo, aceptó ser el director ejecutivo de su campaña presidencial. Don Germán recuerda así su relación con Virgilio Barco en la Presidencia: “Jamás hubo un solo disgusto, un gesto de mal humor, una amonestación, una discusión o un problema, ni siquiera una molestia. (…) La relación siempre fluyó en óptimos términos”.

Don Germán dejó un bellísimo testimonio sobre Virgilio Barco que introduce el libro que el historiador de Oxford, Malcolm Deas y Carlos Ossa coordinaron sobre la Administración Barco.

Fue la víctima propicia que encontró Pablo Escobar en su criminal y demencial lucha para doblegar al Gobierno.

Don Germán vivió cien años. Pero trabajó muchos más. Y su recuerdo perdurará.