Así jugaba el Instituto de Franco que revolucionó todo y peleó el ascenso con River

Otro equipo inolvidable del fútbol de Córdoba en esta sección de Mundo D.

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Muy recordado. Este equipo de la Gloria, que peleó el ascenso hasta el final. (Archivo/La Voz)
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El equipo era compacto, tenía mucho gol e individualidades en grandes momentos. (Archivo/La Voz)
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Uno de los grandes triunfos ante Rosario Central, en el estadio Kempes. (Archivo/La Voz)
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Darío Franco impuso su idea y convenció a los jugadores. (Archivo/La Voz)
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El inicio de la campaña, con un triunfo en casa ante Huracán. Fue el comienzo. (Archivo/La Voz)
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La imagen triste del final. Dybala llora en la cancha de San Lorenzo. Franco lo consuela. (Archivo/La Voz)

Cuando un equipo de fútbol parte desde la incertidumbre, desde ese lugar donde nadie espera demasiado y logra sorprender, ya tiene gran parte del trabajo hecho.

Y eso se puede decir y escribir de aquel Instituto conducido por Darío Franco que causó sensación (y también decepción, en el final) en la Primera B Nacional 2011/12.

Que no fue una B Nacional más… Estaba llena de picantes equipos: River, Rosario Central, Quilmes, Gimnasia La Plata y Huracán, además de otros rivales duros como Defensa y Justicia, Aldosivi, y hasta Patronato, si se quiere.

Hay que ir al inicio de este proceso para entender por qué no había grandes expectativas con este plantel.

Sí había una base y habían llegado algunos refuerzos interesantes, como Hernán Encina o Diego Lagos, por ejemplo.

Pero el equipo que saltó a la cancha en la primera fecha tenía un arquero sin rodaje en la categoría y que era toda una apuesta (Julio Chiarini), futbolistas sin demasiada “chapa” hasta allí (Ezequiel Videla, Leandro Coronel, Claudio Fileppi) y tres delanteros desconocidos, debutantes: Nicolás López Macri, Paulo Dybala y Pablo Burzio.

Así arrancó este equipo, el 12 de agosto de 2011, con victoria 2 a 0 ante Huracán, en Alta Córdoba.

Este fue el 11: Julio Chiarini; Raúl Damiani, Osvaldo Barsottini, Facundo Erpen y Franco Canever; Ezequiel Videla y Leandro Coronel; Nicolás López Macri, Paulo Dybala y Claudio Fileppi; Pablo Burzio. Una formación que no causaría “terror” a ningún rival, a priori.

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El inicio de la campaña, con un triunfo en casa ante Huracán. Fue el comienzo. (Archivo / La Voz)

Ese inicio auspicioso con triunfo empezó a cambiar las dudas por entusiasmo e ilusión con un equipo que proponía, que iba a salir a jugar en todos lados con la idea de Darío Franco.

El DT tuvo esa gran virtud: convenció a un grupo de jugadores de que se podía jugar, ir al frente.

Un equipo sólido, rápido, que de local te arrinconaba y de visitante era muy vivo para contragolpear y hacer daño.

Ese Instituto mostró el fiel reflejo del pedido de Franco, con un sistema 3-4-3 o 4-3-3 netamente ofensivo, que alcanzó algunas actuaciones muy sobresalientes, como una goleada de visitante a Atlético Tucumán (4-0, por la fecha 22) y otros partidos de alto vuelo como ante Desamparados (4-1, por la fecha 26) y ante Atlanta (4-0, por la fecha 10), en los que Dybala brilló con luz propia y llamó la atención del país.

Pero también el azar tuvo que ver, ya que Dybala no estaba en los planes iniciales.

El “9” titular iba a ser Miguel Ángel Fernández, “el Monito”, un delantero de área que llegó como refuerzo desde San Martín de Tucumán. Pero, una semana antes del inicio del certamen, se conoció que debía purgar una fecha de suspensión del torneo anterior.

Entonces, Franco le dio la “9” a un Dybala “peladito” y de 17 años, en una historia ya muy conocida: no saldría nunca más del equipo.

No se renunció nunca a la intención de jugar. Jamás. En todas las canchas, Instituto fue Instituto.

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Uno de los grandes triunfos ante Rosario Central, en el estadio Kempes. (Archivo / La Voz)

“Con Franco se hizo un gran equipo. Los momentos de los jugadores eran bárbaros. Dybala, Damiani, Barsottini, Lagos... Aún la gente lo recuerda. Nos sentíamos muy a gusto. Con Franco salíamos jugando y nadie se atrevía a eso”, supo contar Facundo Erpen, que partiría a la mitad del certamen hacia Atlas de México.

Con el correr de las fechas, los rivales empezaron a descubrir los “secretos” de aquel equipo de Franco, que se paraba generalmente así: Chiarini en el arco, empezando a mostrar las condiciones que luego lo llevarían a River; una línea de tres defensores con Raúl Damiani, el propio Erpen y Osvaldo Barsottini; dos laterales-volantes por las bandas como Alejandro Gagliardi y Franco Canever; un doble cinco formado por Videla y Coronel o Fileppi; más los tres delanteros.

Luego, se irían agregando otros “condimentos” cuando el equipo necesitaba renovación.

Ese cambio se lo dieron los ingresos de Encina y de Lagos, que se impusieron por calidad y talento y le dieron un plus a la ofensiva.

También aparecería un joven Juan Ignacio Sills, refuerzo para la segunda rueda, que suplió con creces la ausencia de Erpen.

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El equipo era compacto, tenía mucho gol e individualidades en grandes momentos. (Archivo / La Voz)

Los libros de estadísticas dicen que fue una de las mejores campañas realizadas por el club en toda su historia en la B Nacional: 70 puntos y un invicto de 19 partidos.

La Gloria ocupó el primer lugar de la tabla en 17 fechas y el segundo en 11. Pero, lastimosamente, no le alcanzó.

“Fue un equipo que se preparó desde la humildad de nombres para grandes cosas. Sin mucho marketing ni cartel, se logró reflejar una idea que ya muchos habían olvidado: el jugar para ganar y no para no perder. Si bien no terminó como todos esperábamos, dejó un grato recuerdo y revivió el buen fútbol en cada uno de los hinchas. Al fin y al cabo, esto es un juego y la gente disfrutó de vernos jugar”, recordó el propio López Macri para Mundo D.

"Más allá de no conseguir el objetivo, quedó en la memoria de la gente no sólo de Instituto, sino del fútbol en general. Ese equipo dejó una marca importante. Todo el mundo se acuerda de ese equipo. Con humildad, con muchísimo menos potencial que varios a nivel club de los que estaban peleando el torneo, sacamos 70 puntos", comentó Damiani, otro de los tipos importantes de aquel plantel.

Pelear mano a mano el certamen con River no fue tarea sencilla y quizá la bisagra fue aquel cruce ante el Millonario en la fecha 30. Instituto llegó al momento arriba en la tabla, perdió aquel partido (1 a 0, gol de David Trezeguet) y también se lesionó Videla, que era el “motor” del mediocampo.

Luego, nada sería igual de allí en adelante. Estalló una interna dirigencial en torno a la transferencia de Dybala a Europa y el plantel sufriría un apriete de la barra tras perder con Boca Unidos, en Corrientes.

El equipo se fue desinflando en el tramo final del certamen y dejó pasar una chance única cuando cayó en la fecha final ante Ferro (0-3) en su cancha, en un partido que tuvo muchos “fantasmas” con comentarios de incentivación y más.

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Darío Franco impuso su idea y convenció a los jugadores. (Archivo / La Voz)

"Fue un cuento de hadas de que los jugadores fueron para atrás contra Ferro. Si hubiésemos ganado el partido, no sé dónde estaría ahora Juan Carlos Barrera", aseguró Iván Barrera, exdirectivo, en declaraciones radiales en mayo de este año.

Días más tarde, le tocaría jugar una promoción ante San Lorenzo, dirigido por Caruso Lombardi. Instituto estaba en baja, deprimido, y nada pudo hacer en esa serie ida y vuelta: San Lorenzo ganó en Alta Córdoba 2 a 0 y, en Boedo, empataron 1 a 1. Fue el final.

Tras el triste desenlace, muchos jugadores se irían siguiendo cada uno distintos caminos. Muchos de ellos, creciendo deportivamente gracias a aquella mágica temporada.

El goleador de Instituto fue Paulo Dybala, con 17 tantos, seguido por Diego Lagos con ocho y Alejandro Gagliardi y Claudio Fileppi, los dos con cinco.

"Se jugaba hermoso y nos veía todo el mundo. Nos potenció a todos para bien, nos hizo crecer, jugar bien y todo de la mano de Darío y de su cuerpo técnico. Quedó ese dolor en el pecho, esa marca de no ascender”, confesó el propio Chiarini tiempo atrás ante Mundo D.

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La imagen triste del final. Dybala llora en la cancha de San Lorenzo. Franco lo consuela. (Archivo / La Voz)

Aquel Instituto es eso: un puñal en el pecho de sus hinchas, que amaron seguirlo y acompañarlo durante todo el torneo, porque daba la seguridad de triunfos y espectáculo.

Pero se quedó a un paso de lograr el gran sueño de subir a Primera. Un dolor dulce… que estará por siempre ahí.

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