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Chapter 11 para dummies (Foto: iStock)

Chapter 11 para dummies

“El procedimiento acelerado de reestructuración concursal es un avance en la dirección correcta, pero el objetivo último debe ser salvar aquellas empresas que merecen ser salvadas”.

Presidente del Instituto del Futuro

El martes pasado, Latam remeció las redacciones de los principales diarios económicos de Estados Unidos, Chile, Brasil, Perú, Colombia y Ecuador al anunciar que había iniciado un proceso de reestructuración bajo la protección de la Ley Concursal norteamericana –procedimiento conocido como Chapter 11–.

De esta manera, la aerolínea reina de los cielos sudamericanos se une a una cada vez más larga lista de empresas que buscan “protección” bajo el paraguas del Chapter 11 desde la llegada del coronavirus y su terrible impacto de disrupción sobre industrias tan diversas como hotelería, viajes en cruceros, cadenas de cine, gimnasios, tiendas por departamentos (“malls”), el sector energía y las aerolíneas, entre otros.

Nombres de amplio reconocimiento internacional como JC Penney, Neiman Marcus, Gold’s Gym, Virgin Australia, Hertz, CMX Cinemas, etcétera, figuran entre los cientos de empresas (560 tan solo en abril) que agobiadas por la súbita desaparición de la demanda se ven imposibilitadas de cumplir con sus compromisos financieros (deudas), con el grave e inminente riesgo de convertir su crisis de liquidez en mortal crisis de insolvencia.

¿Por qué las empresas acuden presurosas a cobijarse bajo el paraguas del Chapter 11? Porque –a diferencia de aquellos países donde el objetivo de la ley concursal es proteger los intereses de los acreedores, como es el caso del Perú– en el Chapter 11 el objetivo primordial es “favorecer la reorganización y rehabilitación de todas aquellas empresas cuyo valor como empresas en marcha es mayor a su valor de liquidación”. Es decir, acogerse al mencionado procedimiento no es sinónimo de “bancarrota”.

Ciertamente, con frecuencia la historia termina en una liquidación ordenada, acordada con los acreedores, con máxima preservación y realización del valor de los activos. Pero, dependiendo de las bondades del plan de reestructuración, no son pocos los casos de empresas que emergen del Chapter 11 en mejor posición que cuando entraron a él. Un ejemplo es Marvel –la empresa dueña de los derechos intelectuales de Spiderman, The Avengers y Guardians of the Galaxy– que emergió con un nuevo plan de negocios con énfasis en la realización de películas de acción, hasta ser adquirida por Disney por US$ 4,000 millones.

Además de la suspensión automática (“automatic stay”) –provisión que impide que los acreedores accedan al colateral permitiéndole a las empresas retener el control de sus activos y operaciones– o la posibilidad de capitalizar deudas (mediante debt-for-equity swaps), o de negociar el descuento de las mismas, existen tres aspectos claves del procedimiento concursal que marcan la diferencia: i) la continuidad del management y de los accionistas; ii) la posibilidad de atraer nuevo financiamiento y/o capital fresco mediante mecanismos preferenciales de prelación de deudas; y, iii) la posibilidad de poner en valor las perdidas operativas acumuladas.

Estas tres últimas características –notablemente ausentes en nuestros procesos concursales– hacen posible la activa participación de fondos especializados –como los hedge funds o los private equity funds– los cuales, además de financiamiento, aportan ideas y expertise a la hora de poner en marcha el plan de reestructuración. Los próximos dos años en particular serán especialmente difíciles para las empresas en todo el mundo. Repensar nuestros sistemas concursales es una prioridad. El procedimiento acelerado de reestructuración concursal (PARC) es un avance en la dirección correcta, pero el objetivo último debe ser salvar aquellas empresas que merecen ser salvadas.