El rescate de Balsac

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Archivo / EL VOCERO

Una figura conocida por ser parte del nombre de un caso, y la doctrina del mismo más conocida que él, ha sido rescatada del olvido y puesta en el sitial que se merece. Acusado por el gobierno de Arthur Yager por ejercer el derecho de expresión, fue procesado criminalmente por violar la ley de libelo. Fue acusado por decir que el gobernador era “un aborto del averno arrojado por las olas ígneas de la infamia”, “encarnación diabólica del despotismo”, “hombre aborrecido por el pueblo” y “puñado de estiércol que nos arroja Wilson desde el Capitolio”, entre otras.

Las palabras formaron parte de dos artículos de opinión escritos en el periódico obrero El Baluarte. De inmediato toda la maquinaria del estado se dirigió a apresarlo y procesarlo criminalmente a como diera lugar. Sin embargo, él se defendió y gracias a que las uniones obreras cooperaron en los gastos de abogados, el líder obrero pudo defenderse. Mientras esto sucedía en Puerto Rico, en Washington Samuel Gompers acudía a congresistas y hasta al mismo presidente Wilson para que le pidieran a Yager que desistiera con la persecución.

Balsac perdió en instancia y en el Tribunal Supremo de Puerto Rico. Luego fue en apelación al Tribunal Supremo de los Estados Unidos. Allí su señalamiento principal fue el “reclamo del derecho a juicio por jurado”. La defensa enumeró una serie de factores que convertían a Puerto Rico en un territorio incorporado; la Ley Foraker, la Ley Jones y la concesión de la ciudadanía americana, el establecimiento del Tribunal federal, con los jueces y todo su personal al mismo nivel salarial que los demás en toda la nación, y la jurisdicción para asuntos de naturalización de extranjeros.

El caso lo decidió el nuevo presidente del Supremo federal, William Howard Taft; que entre otras cosas había sido gobernador de Filipinas y director de la construcción del Canal de Panamá. Su filosofía jurídica influyó dramáticamente en la decisión del caso; conservador, con una visión religiosa tradicionalista “fundamentada en una interpretación liberal de los pasajes bíblicos” trasplantó su puritanismo a su visión del derecho. Por eso, ante el argumento de que la ciudadanía americana fue el principal factor para la incorporación, él lo despacha con una oración dentro de la opinión que sigue vigente al día de hoy: “Es la localidad el factor determinante para la aplicación de la Constitución, en materias tales como el proceso judicial, y no la condición de las personas que viven en el lugar”.

Paralelamente con el caso, en el Congreso se habían presentado cinco proyectos dirigidos a cambiar el estatus político de Puerto Rico; el Nolan, para incorporar a Puerto Rico; el Williams, para un gobernador electivo; el Campbell, para crear un gobierno autonómico denominado Estado Libre Asociado; el King, igual que el Campbell, pero presentado en el Senado; y, el Bursum, que autorizaba la adopción de una constitución con un gobierno como estado y que luego fuese admitido a la Unión. Todos tenían el apoyo del movimiento obrero en Puerto Rico y en los Estados Unidos. En respuesta a esta realidad el consejo ejecutivo de la FLT nombró a Santiago Iglesias Pantín como representante permanente en la capital federal.

Todo el movimiento obrero en Puerto Rico apoyaba la incorporación como estado. Su lucha era “tan noble y levantada como lo es defender los derechos de un pueblo maltratado por la avaricia del sistema”. El liderato obrero pidió el indulto de Balsac, a quien describió como “un leal ciudadano americano.” Fue Montgomery Reily —apodado Moncho Reyes— quien lo indultó. Todo esto lo ha traído a la luz el historiador Francisco Ortiz Santini en su extraordinario trabajo, Balsac vs Pueblo de Puerto Rico: su historia y sus protagonistas.

En las primeras décadas del siglo XX el liderato obrero —creyente en la estadidad en su gran mayoría— fue perseguido por las fuerzas políticas conservadoras que se oponían al sindicalismo y a la estadidad. El encarcelamiento de Balsac por ejercer su derecho de expresión es el inicio de casos en contra de estadistas por ejercer su derecho; Pueblo v Manuel Ocasio, encontrado culpable por decir este líder obrero que la bandera de su partido era “la única bandera de vergüenza en Puerto Rico”. Y, Pueblo v Parga, donde el padre de mi hermano en el ideal, Orlando Parga, le dijo al gobernador Tugwell, desde la tribuna en Manatí, “desgraciado, bandolero, bandido y pillo.” Esta vez hubo absolución.

Esa fue la época donde Puerto Rico ha estado más cerca de lograr la igualdad en derechos, y donde los líderes fueron perseguidos y dispuestos a ir a la cárcel por abogar por su noble ideal. Sus creencias eran honestas y con una honradez intelectual impresionante. Difiere un mundo ese leal compromiso de la repugnante e insensible industria de contratos que vemos hoy.