Las dos grandes visiones de la recuperación social y económica en España
by Vicenç NavarroVicenç Navarro
Catedrático Emérito de Ciencias Políticas y Políticas Públicas, Universitat Pompeu Fabra; Profesor de Health and Public Policy, The Johns Hopkins University
Estamos viendo hoy en España principalmente dos visiones de lo que debería ser la recuperación y vuelta a la normalidad durante y después de la pandemia. Una de ellas queda reflejada en el aplauso que cada día, a las 8 de la tarde, la ciudadanía de cualquier población española dedica, desde los balcones de su casa, a los profesionales y trabajadores de los servicios sanitarios y sociales que están desempeñando su labor de salvar la vida de sus conciudadanos en unas condiciones que entrañan un alto riesgo de contagio, enfermedad y muerte, a causa de la escasez de recursos (concretamente, de instrumentos que los protejan) derivada de la gran subfinanciación de dichos servicios. Tal escasez es resultado de las políticas de austeridad impuestas (y digo impuestas pues no estaban en sus programas electorales) a la población por los partidos gobernantes en España (y en la Generalitat de Catalunya), siendo el gobierno del Partido Popular (apoyado por Ciudadanos) y el gobierno de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), en Catalunya (apoyado por el PP catalán primero y por ERC después), los que recortaron más dicho gasto (Vox no tenía entonces representación parlamentaria, aunque de haberla tenido habría exigido incluso más recortes, privatizando, incluso con más dureza, los servicios sanitarios y sociales, tal y como promueve su programa electoral).
El aplauso a las víctimas (profesionales y trabajadores de los servicios sanitarios y sociales) lleva implícita una crítica a los gobiernos que llevaron a cabo tales políticas de austeridad, responsables de los riesgos a los que están expuestos aquellos profesionales y trabajadores de tales servicios, y dicha crítica, por mera coherencia, implica una demanda para que se eliminen los enormes déficits de gasto público sanitario y social, poniendo tal exigencia en el centro de las medidas que se están proponiendo para conseguir la recuperación económica y social del país, así como para contener la pandemia, medidas todas ellas que deberían tomarse bajo el consejo y asesoramiento de científicos conocedores de la evolución de las pandemias y de cómo controlarlas.
La necesidad del New Deal Social
De ello se deduce que el aumento del gasto y empleo público en los subfinanciados sectores sociales (sanidad y sectores sociales) debe ser parte de un aumento del gasto y empleo público para, entre otros objetivos, intentar corregir la enorme subida del desempleo que la parálisis de la actividad económica –resultado de la pandemia- ha creado y continuará creando. Hoy hay un amplio consenso entre los establishments financieros y económicos, así como en los gobiernos a los dos lados del Atlántico Norte, de la necesidad de un aumento significativo del gasto público. El gran debate, entre la mayoría de los partidos políticos, no es tanto si debe haber o no un aumento del gasto público, sino en qué sectores y cuándo se tiene que realizar tal gasto público. Y en la alternativa progresista se prioriza la inversión social –el llamado New Deal Social– que complemente el también necesario New Deal Verde, con una reconversión del sector industrial para hacerlo más sensible al bien común y no solo a satisfacer las necesidades del mercado, definidas por la capacidad adquisitiva de cada consumidor (ver mi último artículo, "Cómo y cuándo salir de la enorme crisis económica creada por la pandemia", Público, 20.05.20, para ver una explicación más extensa de esta alternativa).
La versión española de la visión trumpiana de la recuperación
La otra visión, alternativa a la anterior, se presenta en forma de protesta contra el confinamiento y otras medidas aprobadas por el nuevo gobierno de coalición de izquierdas, y se manifiesta con las caceroladas, como alternativa a los aplausos. Dicha visión quiere utilizar a los fallecidos por la pandemia con fines partidistas, acusando al gobierno de coalición de ser responsable de tanta muerte, ignorando y silenciando (con la colaboración de los grandes medios que apoyaron en su día las medidas de austeridad) los recortes de gasto público sanitario y social que sus representantes políticos impusieron cuando gobernaban. Su acusación al gobierno es la de "querer suprimir las libertades", así como la de "mentir", denunciando al presidente Sánchez por haber faltado a la verdad al indicar que España era el quinto país del mundo en realizar más pruebas de diagnóstico a la población. Este dato, sin embargo, es una verdad incontestable. Vean los datos que recoge STATISTA, que confirman que ahora España es ya, después de EEUU, Rusia y Alemania, el país que ha hecho más pruebas diagnósticas (cuando el presidente Sánchez lo mencionó era el quinto). En lo que Pedro Sánchez erró fue al citar la fuente de estos datos, que no fue la Johns Hopkins University como él dijo, sino la citada agencia, también de gran credibilidad científica (la JHU solo publica dicha información para los Estados de EEUU, pero no para otros países del mundo). Que esta inexactitud del presidente, Pedro Sánchez, al citar las fuentes sea presentada como parte de una campaña para ocultar la verdad es absurdo. Y el impacto mediático que dicha acusación ha tenido se explica por el sesgo derechista de gran parte de los medios de información y el clima de crispación creado por las derechas.
Otra maniobra para desacreditar al gobierno es querer responsabilizarlo de las muertes por culpa del retraso en su respuesta a la pandemia. Tal retraso fue un error. Pero dicha acusación ignora maliciosamente que la gran mayoría de gobiernos europeos también reaccionaron tarde, pues creían que la epidemia se centraría en Asia y no llegaría a Europa. En realidad, otros países, incluyendo Alemania, reaccionaron incluso más tarde que España y, sin embargo, su tasa de mortalidad ha sido mucho menor. España respondió tarde, como también lo hicieron la mayoría de los países no asiáticos. Pero cuando se respondió, se hizo con contundencia. La postura seguida por el gobierno desde entonces ha sido, en general, acertada, aun cuando se hayan cometido errores. Pero, en base a los argumentos utilizados por las derechas, es probable que las derechas extremas y la extrema derecha (como las define el magistrado José Antonio Martín Pallín, miembro emérito del Tribunal Supremo) lo hubieran hecho mucho peor, pues han mostrado, una vez más, su enorme insensibilidad social y su escasa, por no decir nula, credibilidad científica, y una abusiva manipulación en su comportamiento.
En realidad, su visión es semejante a la del trumpismo en EEUU, (que he detallado en otros artículos), el cual se caracteriza por su insistencia en desoír las advertencias realizadas por la comunidad científica, hecho que ha causado un gran aumento de la mortalidad, incluyendo la de los trabajadores esenciales, indispensables para la supervivencia del conjunto de la sociedad. En EEUU, el trumpismo está causando un enorme desastre, con sus privatizaciones y políticas de inversión pública sesgada hacia los grupos y lobbies económicos que lo favorecen, sin prestar ninguna atención al daño que sus políticas están causando a la calidad de vida y bienestar de las clases populares de aquel país.
La extensión del trumpismo en España
Este trumpismo en España va mucho más allá del que se presenta en Vox. En realidad, el trumpismo es la máxima expresión del neoliberalismo, con claros tintes darwinianos. De ahí que aparezca incluso en amplios sectores de la cultura política y mediática de nuestro país. Ejemplos hay muchos. El lector me permitirá que me refiera, como un ejemplo de ello, al programa televisivo La Sexta Noche, que intenta dar una visión de lo que es el debate político en base a una tertulia en la que lo habitual es el tono insultante y grosero, especialmente entre las derechas. En tal programa aparece invitado con frecuencia nada menos que el exdirigente socialista José Bono (que es conocido por su conservadurismo y hostilidad hacia las izquierdas, y uno de los políticos más visibles en tal fórum) acusó a Unidas Podemos de ser "defensora del autoritarismo comunista" y de querer establecer un régimen dictatorial al intentar promover la ocupación pública como manera de resolver el elevado desempleo, añadiendo como prueba de otro supuesto "extremismo" el que, según el Sr. Miguel Sebastián (que fue ministro de Industria), "casi todos los economistas, Keynesianos o no, pensamos que lo último que se debe hacer en una crisis económica es subir los impuestos" (ver "Otra vez el impuesto sobre patrimonio", El Español, 17.05.20).
Ante estas declaraciones caben dos posibles explicaciones. Una es que estén mintiendo, pues la evidencia de que no están en lo cierto es abrumadora. Me temo, sin embargo, que no están mintiendo. Para mentir, uno tiene que conocer la verdad. Y es obvio que no la conocen. De ahí que la segunda explicación sea la ignorancia, lo cual es sorprendente para personajes que han tenido tanto peso político en el país. En realidad, el consenso es en el sentido opuesto al indicado por el Sr. Bono y el Sr. Miguel Sebastián, un consenso no solo presente entre economistas progresistas, sino también entre conservadores y liberales; todos ellos consideran que, ante la enorme tasa de paro, el sector público tendrá que crear empleo masivamente. Paul Krugman, Joseph Stiglitz y una larga lista de Premios Nobel de Economía lo están pidiendo. Y un tanto igual en cuanto a la frivolidad (y no hay otra manera de decirlo), de que subir impuestos durante una crisis son, según el Sr. Bono y el Sr. Miguel Sebastián, "medidas sumamente radicales y extremistas". En realidad, se hace constantemente. Sin ir más lejos, el PP lo hizo y con bastante intensidad, por ejemplo, subiendo el tipo general del IVA del 18% al 21%, y el tipo reducido del 8% al 10% en 2012, así como el IRPF, entre 0,5 y 7 puntos, en plena crisis económica.
La enorme crisis económica y social requiere una intervención masiva del Estado (a todos los niveles: central, autonómico y local) para resolver el desempleo y la precariedad, que alcanzarán unos niveles elevadísimos con el consecuente deterioro de la calidad de vida de la mayoría de la población (golpeando especialmente a las clases populares), hecho que ya está ocurriendo en medio de una pandemia que está muy lejos de haberse controlado. De ahí que, además de la gran ampliación y mejora de los servicios sanitarios y sociales, haya una necesidad urgente del Estado de crear empleo, lo cual se puede hacer por tres medios, todos necesarios y muy urgentes: una es facilitar la recuperación de las empresas, con el consiguiente mantenimiento del empleo; otra es la creación masiva de empleo, con el New Deal Social y Verde; y otra es reducir significativamente el tiempo de trabajo por trabajador.
Y para que ello sea posible es indispensable derogar la reforma laboral del 2012, una de las causas principales del enorme deterioro del mercado de trabajo. Es, pues, condición indispensable para la recuperación económica la mejora de las condiciones laborales en España, de las más precarias de la UE-15, causa de su ineficiencia y escasa productividad. El gran descenso salarial (el porcentaje de las rentas del trabajo sobre todas las rentas nacionales ha ido bajando desde 2007) que ayudó a consolidar aquella reforma laboral es una de las mayores causas de la ineficiencia del sistema económico, con una demanda doméstica excesivamente limitada (ver mi libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante, Anagrama, 2015). Y aquí, de nuevo, es un indicador del enorme desequilibrio de fuerzas que existe en el Estado y en los grandes medios del país que el pacto para derogar tal reforma laboral se presentara (también en La Sexta Noche) como un golpe de Estado comunista para instaurar una dictadura (¡Bono dixit!). Que tal estupidez (y, de nuevo, no hay otra posible definición) se presente como una proposición objetiva ilustra hasta qué punto la cultura mediática y política está sesgada hacia la derecha.
El nacionalismo para ocultar el trumpismo
El trumpismo intenta ocultar sus políticas neoliberales duras, crueles y que causan tanto daño a las clases populares en EEUU, utilizando un nacionalismo extremo, racial, hostil y bélico, con el que se intenta reavivar la Guerra Fría, presentando a China como responsable de que haya habido tantas muertes por coronavirus en EEUU por haber retenido información sobre la expansión de la epidemia de coronavirus en su territorio. De la misma manera, en España los trumpistas están presentándose como "los auténticos patriotas", defensores de la libertad, negada por los "social-comunistas" que obligan a los ciudadanos al confinamiento por su afán autoritario, detrás del cual se oculta su objetivo de establecer una dictadura. Y en Catalunya, el nacionalismo extremo también se está utilizando para ocultar las políticas neoliberales que el gobierno de la Generalitat ha estado imponiendo. Del "España nos roba" se ha pasado al "España nos mata", pues se promueve la idea de que la elevada mortalidad en Catalunya se debe a que no es un Estado independiente. Tal argumento ignora que el gobierno catalán ha sido el que ha estado aplicando unos de los recortes más severos en la UE-15. El partido dominante en el gobierno catalán era CDC, de tradición neoliberal y, como tal, fue responsable de dichos recortes. Es más, los medios públicos de la Generalitat –Catalunya Ràdio y TV3- han sido los máximos promotores del neoliberalismo, siendo su gurú económico un economista asesor de Davos que ha apoyado la privatización de las pensiones realizada por el General Pinochet en Chile, cuyo resultado fue un desastre.
Conclusión
Tal y como indicaba en un artículo anterior, hay dos alternativas para salir de la crisis en España. Una, la de las fuerzas profundamente conservadoras e incluso reaccionarias, con un nacionalismo extremo, las cuales desoyen las voces científicas y pretenden, por cualquier medio, mantener los privilegios que siempre han tenido, y que consideran España y Catalunya como de su propiedad. Las caceroladas son, como decía, un síntoma de esta visión.
La otra alternativa es la progresista, que va más allá de la tradicional división entre izquierda y derecha, y que se basa en la constatación de que la inversión social es fundamental para la supervivencia de la sociedad y de una economía orientada hacia el bien común de la población. Su máxima expresión son los aplausos de cada día a las 8 de la tarde. Estas son, en realidad, las dos alternativas.