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El epidemiólogo Fernando Simón (Emilia Gutiérrez)
Análisis

Nunca sabremos las cifras reales

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Siempre es una tentación, y hasta un placer, cuando algo no sale como nos gustaría, poderle echar la culpa a alguien. El futbolista que falló una ocasión, la diputada que soltó un exabrupto, el epidemiólogo que no contaba bien los casos… Pero eso no arregla nada. Para comprender por qué otras personas actúan como lo hacen, hay que ponerse en su lugar.

Tomen el ejemplo del baile de cifras sobre la Covid en España. El desbarajuste en el número de casos diagnosticados y de muertes parece, a primera vista, un caso clínico de incompetencia.

Pero pónganse en el lugar de los profesionales sanitarios que han estado en la trinchera, atendiendo a la primera oleada de pacientes de Covid, aprendiendo día a día sobre una enfermedad que nunca habían visto antes, resolviendo problemas a medida que se presentaban, en hospitales que no estaban preparados para la avalancha que llegó, y que además debían registrar los casos con precisión.

Añadan a esto la falta de tests para diagnosticar correctamente los casos, los cambios de criterio a medida que ha avanzado el conocimiento científico de la Covid, los cambios en los tipos de tests que se utilizan, los pacientes con síntomas leves que no llegaban a los hospitales y no se diagnosticaban, los pacientes graves en residencias que tampoco se diagnosticaban…

El resultado ha sido que los casos que afloraban eran la punta de un iceberg de dimensiones desconocidas. Es algo que ha ocurrido en todos los países que se han visto desbordados por la epidemia. ¿Cuántos casos hubo realmente en China? ¿Cuántos está habiendo ahora en Brasil? Nunca se sabrá.

En España el problema se ha visto agravado por las diferencias de criterio y de rigor entre comunidades autónomas a la hora de notificar sus casos. Las que se han visto más desbordadas, Catalunya y Madrid, están entre las que peores datos han aportado, como es comprensible.

Ahora pónganse en el lugar de los gestores sanitarios que deben tomar decisiones que afectan a toda la población y que necesitan saber hacia dónde va la epidemia. Para ellos, más importante que conocer la cifra exacta de casos, que de todos modos no podrán averiguar, es conocer la tendencia. Saber si la epidemia va a más o va a menos, y a qué velocidad lo hace en cada lugar.

Para ello necesitan datos coherentes, que sean comparables de una semana a otra. En España se tomó la decisión de contar únicamente los casos confirmados por PCR, sabiendo que no eran todos los que había, pero esperando que permitieran ver con claridad la tendencia de la epidemia.

El resultado es una desescalada que está avanzando rápidamente y sin ningún gran rebrote por ahora. La mortalidad, que durante ocho días seguidos estuvo por encima de 800 muertes diarias, está ya por debajo de 50 y seguirá bajando en las próximas semanas. Los nuevos diagnósticos, que llegaron a superar los 9.000 en un día, han caído a menos de 200.

Una vez conseguido esto, llega el momento de conocer mejor las cifras reales. De reconstruir con mayor precisión la historia de la epidemia en España desde que se dispararon los casos a principios de marzo.

Ahora que ha pasado lo peor y hay un respiro para depurar los datos se pueden revisar las cifras de estos últimos tres meses, que estaban plagadas de incongruencias, y adjudicar cada fecha de inicio de síntomas, diagnóstico, de alta o de muerte al día que le corresponde. Y revisar si hay casos que se contaron como positivos que no lo eran –como ha ocurrido, porque algunos se notificaron en cuanto se hizo una PCR sin esperar al resultado– o bien casos que se contaron dos veces –como también ha ocurrido–.

Se depuran los datos sabiendo que esto provocará durante unos días un baile de cifras. ¿Es realmente un ejemplo de incompetencia como parecía a primera vista? ¿O es más bien un ejemplo de competencia, de que se están corrigiendo datos que se sabía que eran inexactos?

Y se hace sabiendo también que nunca llegaremos a saber las cifras reales. Porque la parte del iceberg que estaba oculta y que no conseguimos ver en su momento ya ha desaparecido. Pero la imagen que tendremos será menos inexacta.