La intrahistoria de la historia

La historia de ‘El Ministerio del Tiempo’, la serie de gran éxito de nuestro país.

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Una imagen promocional de 'El ministerio del tiempo'.d.r.

Dentro de unos años, es probable que Javier Olivares acabe escribiendo una novela sobre ‘El Ministerio del Tiempo’. O un larguísimo hilo en Twitter. Lo tiene todo, incluso llegó a ser plagiada por los americanos. Como cualquier proyecto ‘made in Spain’, tardó años en realizarse. Tantos, que uno de sus creadores, Pablo, enfermo de ELA, pudo ver un premontaje del primer episodio pero, lamentablemente, no llegó con vida al estreno en TVE.

El relato de la odisea de quien escribe postrado y con tantas limitaciones físicas, no solo sin rendirse, sino cuidando cada detalle de los guiones y sus personajes, es ya de por sí digno de ser recordado. Aunque hay una cita de Pablo que no quisiera pasar por alto: "Como guionista he hecho morir a tantos personajes con dignidad que solo espero hacer lo mismo conmigo mismo".

Estas semanas, ‘El Ministerio del Tiempo’ ha sido viral por varios motivos: el divertido guiño a Velázquez en una promo grabada en el Museo del Prado a ritmo de trap pero, sobre todo, por ese final del capítulo ‘Bloody Mary’ con el que se cierra un arco narrativo entre Julián (Rodolfo Sancho) y Federico García Lorca (Ángel Ruiz). Ante la puerta 48, Julián le anuncia a Lorca que será fusilado al inicio de la Guerra Civil. La única manera de vencer su incredulidad es llevarlo a Granada, en pleno 1979, con Camarón cantando sus versos. Ángel Ruiz está sublime en una encarnación difícil, por lo que tiene de simbólica. Pero la resolución es una muestra de orfebrería de guion: “Entonces no han ganado ellos, he ganado yo. Dejemos las cosas como están.” Y así, Javier Olivares rinde homenaje a su hermano Pablo, procurando a Lorca la muerte digna que le arrebataron quienes le fusilaron en una cuneta.

Cuarentena en vena

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Elena al ver las imágenes de la pandemia.

El 18 de marzo pasado, hace una eternidad en este confinamiento con desescalada por fases, los concursantes del ‘Gran Hermano’ alemán recibieron la noticia de que el mundo se enfrentaba a la pandemia de la COVID-19. El pasado domingo, ’Supervivientes’ quiso mostrar a Elena, última expulsada, los devastadores efectos de esa enfermedad en nuestro país con un vídeo de apenas unos minutos. Aunque el resumen pudo haber sido más brutal (no quisieron mostrar el horror de los geriátricos ni la cifra final de víctimas), el resultado fue devastador. Durante unos minutos, con la pantalla partida, asistimos a las reacciones de la concursante frente al repaso de esa realidad que hemos vivido pero que al tiempo hemos querido olvidar. La diferencia del momento elegido entre los alemanes y los españoles para dar a conocer la verdad es abismal.

Hemos de suponer que el psicólogo la asistiría después, porque la pobre quedó en ’shock’. No es para menos. Si desde casa el visionado despertó todos los fantasmas que nuestra mente se ha empeñado en arrinconar en algún lugar de la memoria desde que llegamos a la Fase 1, desde la isla aquello debió parecer el infierno. Porque lo ha sido. Cuando un concursante de ‘reality’ asume que se va tres meses a una isla del Caribe, cree que eso cambiará su vida para siempre. Lo que Elena no imaginó es que en su encierro cambiaría el mundo entero.

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