Realidades de la pandemia

La pandemia desnudó realidades dolorosas que sabíamos que existían pero no teníamos en cuenta.

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A medida que transcurren los días de pandemia y la cuarentena se vuelve casi insoportable, el gran velo que envolvía al mundo se va corriendo y va dejando a la luz situaciones que duelen, que tal vez sabíamos que existían pero no les prestábamos demasiada atención. O no nos importaban.

El coronavirus está dejando enseñanzas dolorosas. Demasiadas quizás, pero que pueden convertirse en un punto de inflexión.

El gran velo descubierto nos mostró un mundo asfixiado por la contaminación que, de golpe, comenzó a respirar aliviado. A millones de animales que empezaron a salir de sus escondites, muchos a los que incluso creíamos extintos.

En la Argentina también aparecieron imágenes que no conocíamos en su magnitud pero que reflejaban un país en carne viva, gritando desigualdades. Nos dimos cuenta de que a millones de personas les pedimos que se lavaran las manos para evitar el virus pero que una gran mayoría ni siquiera tenía agua potable. Les sugerimos distanciamiento social aunque familias enteras sobrevivían hacinadas en un ranchito.

Aunque no nos guste, comprobamos el fracaso de la política durante décadas y confirmamos que, en momentos de catástrofe, todavía hay sectores que ponen al límite su egoísmo, que hay vivos que especulan con las necesidades más urgentes y hay quienes son capaces de confrontar y generar grietas hasta en los debates más banales o farandulescos.

Hay que ver qué pasará cuando termine la pandemia y qué ocurrirá con ese velo. ¿Quedará a un costado para que recapacitemos sobre estas miserias o volverá a cubrir el mundo para que esas heridas se escondan otra vez y todo siga como si nada?