Viejos y el factor de riesgo

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Una vida breve es compatible con la genialidad. Mozart murió a los 35 años, Franz Schubert, a los 31; Jaume Vicens Vives, a los 50; Prat de la Riba, a los 46; Johannes Vermeer, a los 43, y William Shakespeare, a los 52. Hay muchísimos más que se fueron jóvenes dejando legados inmateriales que perduran.

Pero también hay hombres y mujeres de más de 70 años que han agotado su vida escribiendo, investigando, gobernando o dejando una fuerte huella para la posteridad. Adenauer y Reagan empezaron a gobernar después de los 70. Goethe acabó su Fausto a los 83; Josep Pla murió a los 84, casi con la pluma en la mano; Isabel II, con sus sombreros y su lucidez, manda aunque no gobierna a los 94; Marie Curie llegó a los 66; Einstein, a los 76, y Darwin, a los 73. La lista de celebridades que llegaron a la ancianidad es inagotable. Charles Chaplin se fue a los 88.

Una de las consecuencias más tristes de la pandemia ha sido la forma en que se ha tratado a nuestros viejos, muchos de los cuales han muerto en residencias en total soledad por imperativo de las medidas sanitarias.

En la Comunidad de Madrid y en la Generalitat de Catalunya se ha trabajado con documentos que iban más allá. En Madrid se aconsejaba “no hospitalizar a los enfermos de Covid-19 de las residencias de ancianos en función de su esperanza de vida y de su pronóstico”. En un documento de la Conselleria de Salut se recomienda no intubar a los mayores de 80 años y se sugiere que “el tratamiento se haga con mascarilla de oxígeno. Si no mejoran, se puede optar por la morfina”.

La idea que se desprende de estas directivas es que si hay que decidir entre salvar la vida de un anciano o la de una persona más joven y robusta, la opción más recomendable es inclinarse por los que pueden recuperar la salud. Estas recomendaciones me parece que atentan contra la dignidad de las personas por razón de su edad. No es que vulneren la Constitución, sino que van en contra de los principios humanitarios más elementales.

Se desliza la noción de que los viejos sobran cuando en todas las civilizaciones la ancianidad es la edad más venerable, la que enlaza con nuestro pasado, nuestra historia y nuestra cultura. No es justo que se aparque a los mayores en el llamado factor de riesgo , que es lo mismo que vivir controlado hasta el fin de los días. Dicen que es para protegerles. Pero si no son un peligro para la salud pública, cada uno debe ser dueño de administrar sus riesgos y, por favor, que nadie precipite acontecimientos que ya llegarán en su día, como un ladrón en la noche.