El discurso duro de Álvarez de Toledo eclipsa a su líder y revienta el plan del PP para acorralar a Marlaska

El tono de la portavoz en el Congreso divide al partido desde su nombramiento

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El PP había previsto convertir la sesión de control al Gobierno de este miércoles en una operación de desgaste del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, del que reclaman la destitución inmediata por haber cesado al jefe de la Guardia Civil en Madrid. La víspera, en el límite del plazo habilitado, modificó sus preguntas para enfocarlas a la polémica salida del coronel Diego Pérez de los Cobos y el informe de su comandancia sobre el 8-M para la juez que investiga la actuación del Gobierno en los días previos al decreto de estado de alarma. Pero el duro discurso de la portavoz de los populares en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, que acusó al vicepresidente Pablo Iglesias de ser “hijo de un terrorista” y pertenecer “a la aristocracia del crimen político” eclipsó todo lo demás, incluida la intervención de su líder, Pablo Casado.

Álvarez de Toledo respondía así a las palabras de Iglesias que constantemente –también este miércoles- alude a su condición de marquesa. La presidenta del Congreso, Meritxell Batet, instó a la portavoz del PP a retirar esas acusaciones del acta, pero ella replicó desde el escaño que no quería hacerlo: “Su padre era un militante del FRAP [Frente Revolucionario Antifascista y Patriota, único partido de la izquierda revolucionaria española que practicó el terrorismo al final de la dictadura]", dijo. Batet anunció que lo retiraba de todas formas entre las protestas de Álvarez de Toledo y de la bancada popular.

Durante su interpelación, que según el orden del día versaba sobre “cómo van a influir en la acción de Gobierno los acuerdos políticos con el nacionalismo radical”, Álvarez de Toledo llamó a Iglesias “impostor”, “discípulo de los ayatolás de Irán, proahijado de Nicolás Maduro” y “prima de riesgo española”. Aseguró que al líder de Podemos el terrorismo “no le causa la repugnancia que le causa a un demócrata” porque es “el burro de Troya de la democracia” y el “embajador de ETA-Batasuna en el Gobierno”. Le acusó de querer “levantar un régimen autoritario de izquierdas” y de ser “una anomalía europea”. “Como comunista debería pedir perdón por los millones de muertos que hermanan a sus ideas con el nazismo”, añadió entre constantes apelaciones al espíritu de concordia de la Transición y la Constitución. El vicepresidente del Gobierno recriminó a la portavoz del PP que acudiese al Congreso “a hablar de ETA en mitad de una pandemia” y aseguró que animaría a su padre a denunciarla en los tribunales.

La portavoz del PP acaparó los trending topic, de los que desaparecieron Casado y Marlaska. El partido difundió en su cuenta oficial una veintena de tuits con las intervenciones de sus diputados en la sesión de control. En ninguno de ellos figuraba la de su portavoz. Cuando, por la tarde, el secretario general del PP, Teodoro García Egea, compareció en Cuatro para tratar de recuperar el mensaje perdido por la mañana tampoco respaldó a Álvarez de Toledo. Preguntado por esas declaraciones de su portavoz se limitó a decir: “Más allá de esos rifirrafes en el Congreso, me preocupa que hay muchos españoles que se sienten abandonados por este Gobierno. Es normal que el enfado de la calle se traslade al hemiciclo. El Gobierno ha pasado de criticar las mascarillas a imponerlas”, recordó, citando su propia intervención de la mañana. Y a continuación añadió: “Más allá de palabras gruesas y de ese tipo de intercambios, creo que los políticos haríamos bien en estar centrados en intentar solucionar los problemas. Sánchez e Iglesias intentan meter sus manos en la justicia cuando deberían dedicarse a pagar los ERTE. Yo voy a estar siempre en esa línea útil y productiva, presentando un plan alternativo”.

El sector moderado del PP ya se opuso a su nombramiento como portavoz ―el puesto de mayor visibilidad después del de presidente― por considerar que Álvarez de Toledo “va por libre” y escora al partido a la derecha. Abandonó el PP en 2015 aireando sus desavenencias con Mariano Rajoy, al que consideraba tibio ideológicamente, y desde que volvió, de la mano de Casado y José María Aznar, ha cambiado el paso en varias ocasiones del argumentario del partido: criticando (antes de la crisis del coronavirus) la marcha del 8-M cuando el PP había anunciado oficialmente su participación; proponiendo un gobierno de concentración en 2019 o una moción de confianza a Pedro Sánchez sin que ninguna de las dos iniciativas formara parte de la estrategia de la formación, por poner algunos ejemplos. Antiguos dirigentes del viejo PP, no le han perdonado, como tampoco a Aznar, lo que consideran deslealtades, como participar en actos de Albert Rivera o confesar abiertamente haber votado a Ciudadanos.

Los enfrentamientos dentro del partido han llegado a ser hasta públicos. Así, Álvarez de Toledo aseguró que la situación política es "peor ahora que cuando ETA mataba” y acusó a sus compañeros vascos, amenazados por la banda terrorista durante años, de ser tibios con el nacionalismo. Sus declaraciones le enfrentaron al entonces presidente de los populares en Euskadi, Alfonso Alonso, y al portavoz del partido en el Parlamento vasco, Borja Sémper, que le respondió: “Mientras algunas caminaban por mullidas moquetas, otros nos jugábamos la vida”. La portavoz ganó aquel pulso en diferido: Alonso abandonó la política tras ser defenestrado por la actual dirección del PP, así como Sémper, que se despidió desencantado con la radicalización del discurso político. Álvarez de Toledo tiene muchos detractores dentro del PP, pero dos apoyos determinantes: el del propio Casado y el de José María Aznar.

Sus declaraciones subidas de tono han obligado en multitud de ocasiones a miembros del partido a responder sobre ellas en lugar de intentar colar su mensaje en entrevistas o intervenciones públicas. Los roces han sido constantes y han alcanzado a la dirección del PP y a su secretario general, Teodoro García Egea, en una pugna permanente por quién y cómo lanza el mensaje. El de este miércoles pretendía ser que quien sobra “es el ministro”, pero en el primer día del luto oficial que tanto reclamó el propio PP se impuso una catarata de insultos.

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