Sin zancadillas

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Es comprensible la ansiedad que genera la ausencia del fútbol profesional en un país donde este es, lejos, el deporte rey. Desde hace varias semanas, y en medio de la zozobra por las dificultades económicas de los equipos, los clubes vienen llevando a cabo diferentes gestiones para encontrar la manera de que el balón vuelva a rodar. Pero en este esfuerzo no han faltado las zancadillas ni los fueras de lugar. Y esa es la mala noticia.

La crisis de salubridad tuvo a bien coincidir con una feroz pugna interna en el seno de la División Mayor del Fútbol Colombiano, y también ha sido marco de suspensiones de contratos y otras decisiones de algunos clubes en el campo laboral que han generado un explicacable malestar entre los futbolistas.

El caso es que en lugar de un esfuerzo conjunto de todos los actores del espectáculo –dueños de equipos, jugadores, técnicos y árbitros– con un norte claro y unos propósitos comunes en un contexto de juego limpio, por momentos da la impresión de que otros intereses priman sobre el que debería ser el primordial en este momento: el retorno de la competencia. Algo que debe ocurrir, claro, cumpliendo con todos los protocolos requeridos para reducir, tanto como sea posible, el nivel de riesgo de los que saltan a la cancha y demás actores que los rodean.

Es importante que vuelva el fútbol, quién lo duda. En momentos de crisis, lograr que se reanude el torneo o que comience uno nuevo sería, entre otros aspectos, un notable dinamizador de la economía. Pero para ello es necesario seguir el conducto establecido por el presidente Iván Duque.

De ahí lo oportuno de la misiva del ministro del Deporte, Ernesto Lucena, funcionario delegado por el mandatario para esta tarea, en la que aclara que su único interlocutor será, como lo ordena la ley, el presidente de la Federación, Ramón Jesurún. Así ahuyentó en buen momento presiones de tinte politiquero, que poco ayudan en esta causa.

EDITORIAL