Un mal favor

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A Duque se lo critica por su pobreza a la hora de ofrecer una narrativa política que encauce su gobierno y permita al uribismo plantearse como un partido que reclame las mayorías en las elecciones nacionales y regionales. De allí que se hable recurrentemente del malestar que existe con él entre muchos sectores del Centro Democrático.

Pero, al mismo tiempo, a Duque se lo reconoce como un moderado que, si bien puede llevar a que el uribismo pierda el poder en 2022, gobierna con un sentido de responsabilidad bastante necesario en medio de un ambiente tan polarizado. Su estilo de gobierno, al menos, garantiza que los contratos y cargos públicos no sean utilizados para alimentar una aplanadora política contra los partidos de oposición. También hay que reconocerle que hasta ahora ha evitado caer en el juego de hacer cambios sustantivos en la JEP y en los acuerdos de paz. No ha dejado que se vuelvan trizas, como algunas extremistas claman.

Por eso, la salida del fiscal Barbosa dispara una señal de alarma tan preocupante en el rumbo del Gobierno. Pretender que es posible fabricar un caso contra Petro a partir de las grabaciones del Ñeñe no solo deja sin credibilidad a Barbosa, sino que difícilmente no puede comprenderse como una maniobra deliberada y burda para proteger a Duque del escándalo. Un mal favor porque ahora la opinión se pregunta si Duque, quien ternó a Barbosa para la fiscalía, no está detrás de la jugada.

Es cierto que desde algunos sectores de la justicia se ha llevado a cabo una persecución política contra el uribismo. Lo de la Corte Suprema es inocultable, al punto de elegir a un magistrado que se despachaba contra Uribe en las redes sociales, y lo de Montealegre en la Fiscalía fue descarado. Sin embargo, eso no da pie para que desde el Gobierno se asuma una postura de ojo por ojo y diente por diente. Sobre todo, desde una prueba tan obvia que pareciera más una declaración de guerra que una investigación judicial.

Las retaliaciones desde la Rama Judicial a lo único que van a conducir es a un mayor deterioro de la justicia. Más politización y corrupción serán inevitables. No hay otra opción, el presidente Duque está llamado a parar semejante bola de nieve. Si se apunta al juego de Barbosa contra Petro, estaría poniendo en riesgo lo más rescatable de su gobierno, quizá lo único, que es un mandato con sentido de responsabilidad.

Gustavo Duncan