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Los guardianes de Chiribiquete protegen 75.000 hectáreas de bosque

Para atacar la deforestación, campesinos monitorean los bosques del Caquetá y el Guaviare.

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En el 2011, en la zona rural de Cartagena del  Chairá, en el Caquetá, el furor de la ganadería extensiva estaba provocando la destrucción de enormes hectáreas de bosque. Cada año, la cifra de deforestación era alarmante. Para el 2017, época en la que se disparó la degradación, 22.591 hectáreas fueron taladas en este municipio. Sin embargo, para el 2018, fecha en la que los Guardianes de los Bosques de la Amazonia habían consolidado su proyecto de educación ambiental, la cifra se redujo a 17.740.

Esas 4.851 hectáreas que no fueron taladas son un triunfo que el rector de la Institución Educativo Rural Monserrate, Luis Antonio Valencia, le atribuye a su proyecto ambiental escolar (Prae), una iniciativa que nació en un aula de clase y hoy es conocida como el programa de Guardianes de los Bosques de la Amazonía y cuenta con el apoyo de Visión Amazonía –el programa para reducir la deforestación en esta región colombiana del Ministerio de Ambiente–, Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) y Parques Nacionales.

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¿Quiénes son?

A través de este programa, campesinos y docentes han llegado a monitorear un área de más de 32.000 hectáreas en Caquetá y más de 43.000 hectáreas en Guaviare. Son más de 75.000 hectáreas de bosque amazónico vigiladas, y se espera que la cifra aumente a lo largo de este año.

¿Cómo lo han logrado? Los Guardianes de los Bosques Amazónicos son pobladores locales que se unieron para hacerles frente a la destrucción del bosque y al cambio climático.

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En el 2016 se conformaron cuatro grupos de vigías ambientales rurales, en los que participan un total de 47 personas de 21 veredas que constituyen el área monitoreada en los departamentos de Caquetá y Guaviare. En ella han participado diferentes organizaciones sociales, como juntas de acción comunal y asociaciones de campesinos de los dos departamentos.

Este monitoreo comunitario consiste en la organización de un grupo de ciudadanos que habitan el bosque natural o que, en su defecto, son cercanos a este, y que actúan como vigías para fortalecer los recursos naturales.

Mediante esta labor de vigilancia es posible prevenir y detectar de manera temprana factores que inciden en el deterioro del bosque y su biodiversidad, como los incendios forestales o las diferentes afectaciones de los ecosistemas amazónicos, especialmente en las inmediaciones del Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete.

Estoy convencido de que es a través de la educación como hay que formar al niño para no castigar al adulto

Educación ambiental

“Gran parte de la degradación de los bosques ocurre por desconocimiento. La función de los guardianes no es buscar culpables, es una labor pedagógica que permite aprender sobre las dinámicas del bosque y sus recursos naturales para protegerlos; por eso le seguimos apostando a la educación ambiental”, dice José Yunis, coordinador del programa REM-Visión Amazonía.

En efecto, uno de los componentes más fuertes del programa es la educación ambiental que reciben los niños y jóvenes en las 15 instituciones educativas rurales que forman parte del proyecto.

El rector Valencia, quien dirige la Institución Educativa Rural Monserrate, en Cartagena del Chairá, ubicada a 30 kilómetro de Chiribiquete, cuenta que decidió involucrar el fenómeno de la deforestación en sus clases cuando se enteró de las alarmantes cifras que entrega el Ideam.

“Para tener ganado, los campesinos talaron muchos árboles, sin entender que estaban acabando con un área de valor ambiental y cultural enorme: el Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete. Usted no me va a creer, pero en el 2018 muchos no sabían que vivían en la frontera con un parque declarado patrimonio mundial de la humanidad por la Unesco”, cuenta el rector.

Para que los campesinos comprendieran el daño que estaban haciendo, Valencia empezó a educar a los más pequeños en conservación, cambio climático y pérdida de bosque.

Empezó con expediciones escolares por el bosque. Aprovechó las salidas de campo para hablar de los efectos que produce la tala en una zona que es el hogar de especies icónicas como tapires, nutrias gigantes, monos lanudos y jaguares. Comenzaron a monitorear y a conocer las fuentes de agua, los animales, las plantas y la pérdida del área forestal.

Poco a poco, esos niños empezaron a divulgar lo que aprendían entre sus familias, y finalmente, con talleres y capacitaciones, algunos padres decidieron sumarse a Guardianes del Bosque. “Estoy convencido de que es a través de la educación como hay que formar al niño para no castigar al adulto. Porque lo que vemos hoy, campesinos talando el bosque, solo es producto de la falta de información y educación que nunca les brindó el Estado”, dice Valencia.

Sin embargo, según Valencia, todavía hay familias que siguen viendo la tala del bosque como la única salida económica. Especialmente las que han llegado de otros territorios del país.

Amenazas

Aunque el proyecto continúa pese a la emergencia sanitaria ocasionada por la pandemia, en diferentes oportunidades han tenido que quedarse cruzados de manos por orden de grupos armados al margen de la ley que operan en la zona y promueven la deforestación.

“El año pasado, grupos armados llegaron a la escuela porque estábamos promoviendo la conservación. Nos obligaron a desinstalar unas cámaras trampas que teníamos en el bosque con el fin de conocer los animales que nos rodean”, cuenta Valencia.

Además, estos grupos, que pertenecen a las disidencias de las Farc, les prohibieron la entrada a varias organizaciones que los estaban apoyando; sin embargo, después de concertar varias reuniones con los uniformados, lograron retomar sus actividades.

“Hoy, los niños les piden a sus padres de regalo de cumpleaños una reserva forestal o el río de la finca para protegerlo. A esto se suma que hay 600 familias que firmaron acuerdos voluntarios de no deforestación”, cuenta con orgullo Valencia.

REDACCIÓN MEDIOAMBIENTE