A 40 años de "Fama", la película que cambió a las academias musicales
Por Mercedes Cibrián │Dirigida por Alan Parker, el film de 1980 fue copiado en infinidad de ficciones.
by El País de España"Tienen mucho sueños y buscan la fama. Pero la fama cuesta y aquí es donde van a empezar a pagar. Con sudor". Esta era la frase que pronunciaba la profesora Lydia Grant (Debbie Allen) al inicio de cada episodio de la serie Fama, justo antes de que sonase la canción interpretada por Irene Cara que funcionaba como identidad sonora de aquella. Los nacidos antes de 1980 probablemente la recuerden y se pongan de inmediato a cantar: "Fame, I’m gonna live forever, I’m gonna learn how to fly". Sería un merecido homenaje, tanto a la serie como a la película homónima de Alan Parker, estrenada en 1980, que dio lugar al fenómeno Fama y que el pasado 12 de mayo cumplió cuarenta años.
Fama se vio en todo el mundo cuando el término globalización aún no había sido acuñado. Su argumento se centraba en el día a día de los alumnos y profesores de una escuela de música y artes escénicas de Manhattan. Se estrenó en la cadena estadounidense NBC el 7 de enero de 1982. Gracias a Fama subió la demanda de matrícula en las escuelas de artes escénicas, en un momento que coincidió con el gusto por el aerobic y su correspondiente estética de bodies, mallas y polainas. Recordemos que la actriz Jane Fonda publicó en 1981 su famoso libro En forma con Jane Fonda.
Fama arrasó no porque los ambientes y personajes que retrataba nos resultasen familiares, sino más bien por lo contrario. Su escuela de artes escénicas era una quimera: al ver la serie, los adolescentes intuían que nunca iban a llegar a estudiar en un lugar como aquel, donde se hablaba con naturalidad de talento, ambición y de "perseguir sueños", misión que hoy sí está en boca de muchos por todas partes.
El centro de estudios de Fama combinaba de modo extraño –y, por eso mismo, tan sugerente– el ambiente de una escuela de arte dramático con el de un conservatorio de música clásica y una academia de danza moderna, algo que aquí nunca se había dado. Los representantes del ala más clásica de la escuela de Fama eran el profesor de música, Shorofsky (Albert Hague) y la profesora de teatro, la señorita Sherwood (Carol Mayo), pero ambos convivían sin problemas con el lío, la diversidad y el color gris chándal presente en las clases de la profesora de danza Lydia Grant (Debbie Allen), cuyo alumno estrella era Leroy Johnson (Gene Anthony Ray), probablemente el personaje más recordado de la serie.
Una posible respuesta a la pregunta sobre qué nos enseñó Fama podría ser que ayudó a una generación a buscar la ídem, pero con el añadido protestante de transpirar. Fama nos enseñó a lograrlo todo con trabajo y tesón, independientemente de nuestro origen social (la inclusión del personaje de Bruno Martelli –Lee Curreri–, cuyo padre era taxista, servía para estos fines). Los valores que la serie ofrecía no estaban en sintonía con los de la figura del vende-exclusivas actual, cuyo único talento reconocido es el de ser espabilado.
Ahora, cuarenta años después de la película de Alan Parker, y con toda actividad escénica en suspenso, los muchachos de Fama nos recuerdan la felicidad momentánea que proporcionan las artes escénicas y los sudores que se necesitan para formarse en teatro, música y danza. Remember my name -recuerda mi nombre- pedía a gritos la letra de la banda sonora antes de concluir con el grito de Fame. Eso mismo esperan las orquestas, bandas y compañías de danza y teatro actuales, deseosas de retornar a los escenarios pero conscientes de lo mucho que dependen del apoyo de su público.