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La carrera por la vacuna contra el coronavirus desata el pulso nacionalista entre EEUU y China

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La carrera mundial por encontrar una vacuna efectiva contra el COVID-19 ha dejado de lado su cara más humana para avivar las tendencias nacionalistas y tensar aún más la cuerda entre Estados Unidos y China. Mientras las noticias procedentes de las estadounidenses Moderna o Novavax ofrecen cierto halo de esperanza, el gobierno de Xi Jinping está dispuesto a que sea su país el que primero encuentre la fórmula para la inmunización.

En estos momentos, al menos cinco vacunas desarrolladas por compañías chinas han entrado ya en su fase de prueba en humanos, el mayor número que cualquier otro país. Según señala Bloomberg, Pekín ha movilizado a los reguladores e investigadores para trabajar con laboratorios patrios mientras los propios líderes de Partido Comunista supervisan algunos de los ensayos.

Es por ello que el dinero público también aupa los esfuerzos de algunas compañías, como es el caso de Sinovac Biotech, que este mes comenzó la segunda fase de pruebas de su vacuna. Por su parte, el pasado viernes, un estudio publicado en la revista médica The Lancet mostró que una vacuna experimental de CanSino Biologics era segura y generaba una respuesta inmune.

Según la Organización Mundial de la Saludo (OMS), además de Sinovac y CanSino, también trabajan en ensayos con humanos el Instituto de Productos Biológicos de Wuhan en colaboración con China National Biotec Group así como el Instituto de Productos Biológicos de Pekín y el Instituto de Biología Médica en coordinación con la Academia China de Ciencias Médicas.

Por su parte, el presidente de EEUU, Donald Trump, con las miras puestas en las elecciones del próximo 3 de noviembre, daba luz verde a la conocida como Operation Warp Speed, cuyo objetivo es encontrar una vacuna para los estadounidenses lo antes posible.

De hecho, la semana pasada, su administración anunció que apoyará con hasta 1.200 millones de dólares a AstraZeneca para trabajar en una vacuna de la Universidad de Oxford que podría estar lista a principios de octubre, aunque todavía no se ha demostrado que una vacuna sea segura y efectiva.

En declaraciones a la cadena CBS el pasado fin de semana, Scott Gottlieb, quien fuera comisario de la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA, por sus siglas en inglés), fue claro al asegurar que los datos sobre las posibles vacunas en desarrollo clínico de China "no parecían abrumadoramente sólidos". "Esas vacunas, si funcionan, probablemente proporcionarán niveles de inmunidad más bajos que las plataformas con las que EEUU y Europa están trabajando", aclaró.

Precisamente, las rencillas entre ambos aliados también florecieron hace un par de semanas, cuando el consejero delegado de Sanofi, Paul Hudson, desató la polémica al asegurar que EEUU tendría prioridad para su vacuna contra el COVID-19 debido la pronta financiación en estos menesteres. No obstante, el presidente de la compañía, Serge Weinberg, intervino afirmando inequívocamente que todos los países serán "atendidos al mismo tiempo" una vez se encuentre una vacuna efectiva.

Pero si la administración Trump ha criticado duramente a China por la gestión y la falta de transparencia en la gestión del brote, que ha infectado ya a 5,61 millones de personas y generado más de 351.000 muertes en todo el mundo, también ha acusado a Pekín de intentar robar información relacionada con la vacuna. El Buró de Investigaciones Federales (FBI) y el Departamento de Seguridad Nacional han acusado a piratas informáticos afines al gobierno del país asiático de espiar e intentar robar información relacionada con las investigaciones para el desarrollo de tratamientos y vacunas para el COVID-19. 

No obstante, el gobierno chino ha emprendido durante las últimas semanas lo que los expertos describen como la "diplomacia de vacunas". Aquí se puede incluir el compromiso de Xi para desembolsas 2.000 millones de dólares para ayudar a los países en desarrollo. China también se encuentra entre las docenas de países que han firmado una resolución en la OMS donde se determina que la vacuna debe ser tratada como un "bien público global" para ser distribuida de manera amplia, justa y económica.

Ian Bremmer, presidente de la consultora Eurasia Group, recuerda que una vacuna "no solo debe desarrollarse, sino que debe probarse y fabricarse a escala", un proceso que, en ocasiones, puede durar hasta tres años. También explica a la cadena de radio NPR que "estamos a punto de tener una batalla sin precedentes por el acceso a las vacunas, que será mucho más desafiante dada la Guerra Fría entre EEUU y China".