SOS Venezuela

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Un país sin agua potable en los hospitales y en las casas, sin medicamentos, sin siquiera tapabocas ni recursos para atender a los afectados por el coronavirus, y su Estado limitado a tomar medidas represivas y sin que existan posibilidades de atender su subsistencia. Y una pandemia que, según la Universidad Johns Hopkins y otras organizaciones no gubernamentales, puede haber causado más de treinta mil muertes.

Eso es Venezuela hoy. Y a pesar de que sus habitantes son los referentes de la tragedia que está aconteciendo allí, la dictadura de Nicolás Maduro afirma que los contagios apenas llegan a 1245 y las muertes no pasan de 11. Toda una mentira que trata de esconder las dimensiones de una amenaza extendida por todo el mundo durante tres meses y que ha producido una tragedia de características inocultables.

El otro aspecto del drama que soportan los venezolanos está reflejado en las carencias que atraviesan muchos de los casi cinco millones que emigraron en busca de libertad y futuro hacia sus vecinos en América del Sur. Dedicados en su mayor parte al trabajo informal, las medidas de aislamiento que debieron tomar países como Ecuador, Perú, Chile o Colombia, los obliga a buscar la forma de regresar a su patria, expuestos a toda clase de peligros, contagios y padecimientos como el hambre.

Pero al llegar a su país son casi estigmatizados y encerrados en campos de concentración dizque en cuarentena. La tiranía no tiene ningún empacho de usarlos como herramienta de propaganda, acusando al Gobierno de Colombia de estar exportando con ellos el mortal virus para infectar a la nación vecina, cuando lo que hace es atender la solicitud de regreso de esos seres humanos hoy convertidos en parias por el régimen.

Y de nuevo, muchos de los 68.000 venezolanos que han regresado quieren volver a salir de su país ante la realidad tenebrosa que están enfrentado. Ante la imposibilidad de saber cuál es la verdad de la enfermedad en su territorio, quienes salgan serían probablemente portadores del contagio, lo cual puede derivar en medidas mucho más fuertes contra ellos para evitar que se conviertan en promotores de una nueva arremetida del mortal virus.

Pero nada conmueve a un régimen que ha llevado a Venezuela a la ruina donde no hay agua potable, la energía ya no existe, la gasolina desapareció y el hambre causa estragos. Es una dictadura que vive de la intimidación y la violencia y no parece tener alma para atender y solucionar la tragedia y el horror que padece el pueblo venezolano. A cambio, usa cualquier argumento para acusar al resto del mundo por los males que sus propios gobernantes han causado durante veinte años de hegemonía.

El presidente Iván Duque también alertó sobre lo que puede ocurrir en Venezuela con el Covid-19, y reclamó de nuevo el apoyo de la comunidad internacional para atender la emergencia humanitaria que ha causado la diáspora de los venezolanos y que en Colombia ha significado la llegada de más de un millón de personas. Ahora, ese apoyo es más que necesario ante el riesgo cierto de que los nuevos migrantes se conviertan en propagadores del virus.