Abraham Sequeda: Hacer política y el arte de mentir

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Existe la evidencia de que en el país, las personas están saturadas de una forma de hacer, lo que se define como política en su forma genérica, tanto que en Venezuela, se ha hecho común oír que la “política es sucia”. Tal vez, una construcción más elaborada de decir politiquería o mala política.

Ciertamente, si se evalúa esa percepción de la población, por los resultados obtenidos en mucho más de dos décadas, esta tiene mucha razón y justificación. La política como conjunto de actividades para darle forma al estado y la organización de las sociedades humanas, ha perdido sentido. Una condición sine qua non de la política, es que se hace a través de la palabra escrita o hablada y uno de sus valores fundamentos es decir la verdad.

En cualquier país, en cualquier idioma, las personas que hacen política, deben decir la verdad, a través de mensajes que se elaboran con palabras, frases y oraciones, que transmitan claramente y sin ambigüedades lo que se quiere decir. Esta verdad no es absoluta, pero si con fuertes pilares y valores tales como: responsabilidad, honestidad, solidaridad, respeto y justicia, se tiende a hacer concreta, en el plano de la acción política.

A este respecto, los partidos políticos se proponen metas de acuerdo con sus valores. Si sus miembros dicen la verdad y hacen lo que dicen, van logrando sus metas. Los partidos políticos deben ser coherentes, no pueden ser ambiguos o “a gusto del consumidor”, solo por quedar bien en una situación determinada. Con entusiasmo, pasión, diciendo y defendiendo la verdad, pueden impulsarse cambios que parecen imposibles.

Si los miembros de un partido político, no creen, no confían en su organización, son susceptible a la frustración por no lograr los apoyos inmediatos, lo que da paso al populismo; que consiste en ofrecer lo que no se tiene o prometer lo que no se está dispuesto a cumplir. Al agotarse los recursos, no lograr las metas, la falta de integridad, decir mentiras y obtener rechazo de la población; el partidismo exacerbado por el fanatismo, hace que la libertad desaparezca y la democracia degenere en tiranía.