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Policía controla cola para comprar alimentos en La Habana (foto archivo)

COVID-19 en Cuba: ¿eliminada por decreto?

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Ya se habla de retornar a una apertura al turismo internacional desde fecha tan cercana como el próximo mes de junio

LA HABANA, Cuba. – De tomar como ciertas las cifras oficiales cubanas, podría afirmarse que la epidemia de COVID-19 tiene sus días contados en la Isla. De hecho, decir “epidemia” es entrar en desacuerdo con las fases por las que ha pasado la gripe china en Cuba, según fueron establecidas por las autoridades, puesto que en los más de dos meses transcurridos desde que se confirmaron los primeros casos -tres turistas italianos que presentaron los síntomas y resultaron positivos al test- hasta el momento nunca se ha declarado una etapa de alarma epidemiológica en el país.

La tendencia de los números es a una baja tan acentuada y veloz que ha comenzado a desvanecerse el temor al contagio entre la población y se ha perdido en gran medida la percepción de riesgo. Ya casi nadie recuerda que apenas un mes atrás las autoridades sanitarias cubanas pronosticaban la mitad de mayo como fecha aproximada para el “pico” del COVID-19 en Cuba; pronóstico que fue actualizado poco después, el 27 de abril, cuando el sitio oficialista Cubadebate anunció que en realidad éste tendría lugar durante la semana siguiente, entre el 4 y el 10 de mayo.

Nos adelantaríamos así por 77 días a la media del pico internacional, tendríamos un pico mínimo de 1500 casos y uno máximo de 2500 casos, en lugar de los 4500 casos previstos inicialmente. Cuba -aseguró además Cubadebate- no viviría un “escenario crítico”.

En consonancia con tan buenos augurios y al parecer en cumplimiento de la orientación del señor Miguel Díaz-Canel -quien había declarado poco antes que las cifras de enfermos estaban muy elevadas y era menester bajarlas- , el reporte del MINSAP del mismo día 27 de abril reconocía solo 20 nuevos casos positivos (de 1823 muestras analizadas), cifra que aumentó a más del doble (con 48 casos en 1859 muestras) al día siguiente antes de iniciar una sostenida línea descendente solo interrumpida el día 2 de mayo, cuando excepcionalmente se registró un pico de 74 casos. Desde entonces y hasta el momento en que se redacta este texto la tendencia es a la baja, con ligeras fluctuaciones que en la última semana (18 al 24 de mayo) promedian 9,85 casos de infectados.

Vale aclarar que con independencia de la natural desconfianza que pueden despertar los datos estadísticos oficiales en un país donde se mantiene un férreo monopolio de la información, impera el secretismo y no existen instituciones independientes del Estado para contrastar dichos informes, lo cierto es que todo indica que la gripe china no se ha extendido en la Isla con igual virulencia que en otras regiones, en especial si tenemos en cuenta que -ante los imperativos de buscar alimentos, medicamentos y otros productos de primera necesidad por parte de la población- tampoco se han cumplido a cabalidad las medidas de aislamiento social, distanciamiento entre personas, cuarentena en zonas con focos de contagio, que fueran orientadas por la OMS y repetidas formalmente por las autoridades del país.

No obstante, las multitudes que circulan por las calles, las colas ante los mercados apenas abastecidos donde se agrupan centenares de personas, entre otras aglomeraciones, son el caldo de cultivo perfecto para la propagación de una pandemia que en la mayoría de los países se ha cobrado centenares o miles de vidas humanas, razón por la cual, y teniendo en cuenta la baja incidencia general de la pandemia entre nosotros, muchos cubanos comunes han comenzado a creer que la Isla está protegida por algún milagro divino.

Y mientras ese sentimiento, mezcla de falsa inmunidad y superchería, se va extendiendo peligrosamente entre la gente más humilde (y también más vulnerable), pocos se cuestionan la también baja cantidad de test que se han realizado -un total de 95 511 muestras analizadas en una población de 11 millones de habitantes- o la no realización de test masivos ni siquiera en los barrios donde se han detectado focos de infección y se han declarado “zonas rojas” que -en los informes oficiales y solo en ellos- han sido colocadas bajo una supuesta “cuarentena”, aunque en los hechos se han mantenido abiertas a la libre circulación de personas.

Menos aún son quienes asocian esta milagrosa baja de contagios en Cuba con ciertas informaciones -aparentemente inconexas- que han comenzado a aparecer en sitios oficialistas, como si de casualidades se tratara. Así, por ejemplo, ya se habla de retornar a una apertura al turismo internacional desde fecha tan cercana como el próximo mes de junio. Se ha anunciado el “cierre” del balneario de Varadero a los nacionales, y también el aeropuerto de esa localidad está siendo sometido a un acelerado proceso de remozamiento. Los trabajadores de los hoteles de dicho balneario y de los cayos de Jardines del Rey están siendo reincorporados discretamente a sus respectivos puestos.

Por supuesto, para vendernos como mercado turístico confiable urge eliminar cuanto antes la gripe china, por lo cual el tratamiento oficial de las cifras siempre tiene como aliada la ingenua tendencia de confundir realidad con deseos por parte del cubano promedio, unido a la imperiosa necesidad de generar ingresos familiares en un país donde no se han distribuido ayudas gratuitas de alimentos ni apoyo monetario alguno por parte del Estado durante estos meses de paro.

Así, paso a paso -o quizás “sin prisa pero sin pausa”, como lo acuñara en su momento el anterior mandatario a dedo- quizás en Cuba nos vamos acercando al tan esperado “tiro de gracia” a la COVID-19 que pidió el designado, Díaz-Canel, por más que un tozudo grupo de suspicaces desconfiemos de ello.

El caso no podría resultar más sui generis: sería la primera vez en que una epidemia nunca declarada sea eliminada del escenario nacional, no ya por una revolucionaria vacunación masiva -como las que antaño desterraron (justo es reconocerlo) otras muchas enfermedades- sino prácticamente por “decreto oficial no escrito”. Y así será, porque, nos guste o no, ciertos “milagros” solo suceden bajo regímenes totalitarios.

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