Con esta pandemia, ¿realmente los humanos le hemos dado al planeta el respiro que por décadas ha necesitado?

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Un total de 529 kilómetros cuadrados de masa forestal se perdió en la Amazonía brasileña en lo que va de este año. La pandemia del COVID-19 no ha frenado la tala ilegal o las actividades extractivas a nivel mundial. Archivo

Disminución de contaminación en China, mejora la calidad del aire en Quito, menores niveles de ruido en Guayaquil son algunas de las noticias positivas que se han leído durante estos meses de emergencia sanitaria provocada por el COVID-19.

Los más optimistas hablan de que la naturaleza está “recuperando” sus espacios y que la Tierra ha tomado un respiro por la disminución de las actividades humanas.

Pero ¿siglos de contaminación y depredación realizada por el hombre se pueden compensar con tres meses de reducción del aparato productivo a nivel nacional y mundial?

Para Martín Bustamante, director del Quito Zoo, la respuesta es no. Si bien destaca que en este tiempo se ha visto una mejora en varios parámetros ambientales tanto en Ecuador como el mundo, afirma que esto se debe a una situación extraordinaria “llamada coronavirus” y no es parte de la voluntad política de los Gobiernos de usar, por ejemplo, menos combustibles fósiles para producir.

Él discrepa con el concepto de “respiro”, ya que se lo debe analizar en un espectro más amplio: “Se habla de reactivar la economía, pero ¿a qué costo?, ¿a qué intensidad? Este supuesto respiro servirá para tomar aire y hacer más combustión con recursos fósiles. Se acelerará la máquina de depredación y de devastación”.

En países como China, donde ya han reactivado las actividades productivas, las imágenes satelitales muestran que los índices de polución empezaron a dispararse. Incluso, varias organizaciones ambientales alertan sobre que naciones desarrolladas relajarán sus controles ambientales para que la industria pueda recuperarse de la actual crisis económica.

Bustamante asegura que este escenario se replicaría en Ecuador, donde se priorizarán los sistemas económico y productivo dejando a un lado el social y el ambiental.

Si bien la pandemia ha bajado el movimiento en las ciudades, los peligros contra las especies silvestres no cesan. Un ejemplo claro es que el Quito Zoo, durante todo este tiempo de confinamiento, ha rescatado al menos cinco animales silvestres. El caso más grave es el del cóndor Iguiñaro que recibió un disparo.

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El cóndor Iguiñaro recibió un disparo de perdigón el mes pasado. Los especialistas del Quito Zoo lo trataron y le dieron el alta. Foto: Archivo

La caza habría aumentado impulsada por factores como el hambre en zonas donde no llega ayuda gubernamental y el ocio, ya que hay personas que “no encuentran nada mejor que hacer que cazar” en el aislamiento, señala Bustamante.

Además, las actividades extractivas altamente contaminantes, como la minería y el petróleo, no han parado por la emergencia en el país.

También se siguen reportando denuncias de la extracción ilegal de madera en Esmeraldas e incluso en el Parque Nacional Yasuní y esto aumenta por la falta de control por parte de las autoridades que están enfocadas en la pandemia, afirma Melissa Moreano, docente investigadora de la Universidad Andina Simón Bolívar.

Incluso se habría intentado gestionar el permiso para importar semillas genéticamente modificadas, según Moreano. Ella también teme que las leyes ambientales se vuelvan laxas con “la excusa” de incentivar la economía.

La premisa, según la docente, de una sociedad ecológica debería ser una correcta distribución de la riqueza. Además, no se necesitaría explotar más recursos sino una cantidad igual o incluso menor de los extraídos antes de la pandemia, pero que estos sean equitativamente repartidos.

Juan Manuel Guayasamín, docente investigador de la Universidad San Francisco de Quito, considera que si los Gobiernos hubiesen aplicado políticas ambientales mucho antes de la pandemia, la mayoría de las restricciones actuales no causarían sorpresa.

Ubica como ejemplo el uso de la bicicleta, prohibición de plásticos de un solo uso o que se haya convertido al transporte público en una alternativa viable y con esto disminuir el uso de los vehículos.

Eso de que los ecosistemas se están recuperando es una idea muy a corto plazo. Lo que pasa es que en varias zonas donde antes había muchos humanos ya no hay personas y los animales están accediendo a estas áreas urbanas o agrícolas, pero volverán a sus pequeños bosques fragmentados una vez que se retomen las actividades”, indica.

Los especialistas concuerdan en que el país tiene que buscar el bienestar social y ambiental por encima del llamado crecimiento económico. (I)