* Morelia
by Jaime García ElíasPor fin, al cabo de tantos mitotes, una noticia…
De hecho, desde mediados de marzo, cuando la pandemia del coronavirus obligó a suspender el Torneo de Clausura 2020, a cambio de infinidad de chismes cuya sustancia vale mucho menos que el papel en que fueron impresos, ha habido, salvo error u omisión, solamente tres noticias propiamente dichas: una, la resolución de sustituir la Liga de Ascenso por una Liga de Desarrollo, y la consiguiente supensión, durante seis temporadas, de los más o menos acostumbrados –aunque frecuentemente burlados—ascensos y descensos con respecto a la Primera División; otra, la cancelación definitiva del campeonato, ante la imposibilidad de reanudar la competencia; y la más reciente, el último fin de semana, el creciente rumor sobre el posible cambio de sede del Morelia a Mazatlán.
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Las restricciones a la movilidad dispuestas por las autoridades con motivo de la pandemia, no impidieron que cientos –o quizá miles— de aficionados marcharan por la principal avenida de Morelia, haciendo las correspondientes escalas frente a los negocios del actual propietario de la franquicia, Ricardo Salinas Pliego, para protestar por el golpe bajo –desde su perspectiva— que sería para la afición la venta (y lo peor: la mudanza) del equipo.
La venta podría comprenderse. De hecho, el Morelia ha tenido varios propietarios: desde Eucario Gómez y Félix Cerda Loza cuando el equipo llegó a Primera División, hace más de 60 años, hasta el actual, pasando por Jorge Díez, Ignacio Gómez Monzón y Nicandro Ortiz. Pero así como se entiende que los jugadores más emblemáticos de un equipo (Toño Villalón, Manuel “Perico” González, Carlos Miloc, Pablo López, Mario Díaz, Félix Madrigal, Horacio Rocha, Mario [“Mudo”] Juárez, Marco Antonio [“Fantasma”] Figueroa, Heriberto Morales, Darío Franco, Moisés Muñoz, Carlos Morales o Rubén Ruidíaz, por mencionar algunos botones de muestra de diversas generaciones) cierran su ciclo, se entiende que otro tanto puede suceder con los empresarios que lo sustentan.
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Lo que irrita a los aficionados es que de la compraventa de la franquicia se pase a la mudanza. Es una experiencia que, por desgracia, conocen los simpatizantes de muchos equipos (Irapuato, Veracruz, Unión de Curtidores, Necaxa, Atlante y un largo etcétera), que han sufrido la dura realidad de que el futbol, en cuanto negocio, ni considera afectos ni respeta historias: solo pondera intereses.
¿Qué le vamos a hacer, si en este canijo mundo nos tocó vivir…?