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Comunidades del Caribe colombiano, al borde del colapso por el COVID-19

Abandonados se sienten los habitantes del parador turístico de Zarabanda, un caserío ubicado en la carretera que comunica a Cartagena de Indias con Barranquilla y que dependen totalmente del turismo que se esfumó del Caribe colombiano por la pandemia del coronavirus.

La veintena de casetas de venta de comida ubicadas a lado y lado de la carretera, usualmente llenas de viajeros y turistas que paran a almorzar o simplemente comer una tradicional arepa de huevo o beber un refresco, hoy parecen un pueblo fantasma.

Desde hace dos meses, cuando comenzó la cuarentena y se prohibieron los vuelos nacionales e internacionales, más de 70 familias de esa comunidad quedaron en el limbo porque además de perder su fuente de ingresos no cuentan con servicios básicos como agua potable o gas natural y, para rematar, no les ha llegado ninguna ayuda.

La comerciante Yolanda Montes, que tiene un restaurante en Zarabanda en el que trabajan 12 personas, cuenta que no entiende por qué gente del Gobierno que alguna vez fueron clientes suyos hoy no los tienen en cuenta, dice.

Montes acató todas las medidas de bioseguridad ordenadas por las autoridades pero aún no ha recibido autorización para reabrir su negocio. "De vender 150 o 200 almuerzos diarios pasamos a vender 5 almuercitos en el día", lamenta.

EL VOLCÁN DEL TOTUMO

En esta zona también está el Totumo, un volcán de lodo de unos 15 metros de altura al que los turistas suelen acudir en masa por lo exótico de bañarse en el interior de su cráter y por las propiedades medicinales que le atribuyen a sus emanaciones.

Hace unos 15 años este lugar se convirtió en uno de los atractivos de la región y era visitado por miles de turistas nacionales y extranjeros.

Del Volcán del Totumo viven unas 45 familias del caserío de Loma de Arena que a diario ofrecen planes como la inmersión en el cráter, la visita a la Ciénaga del Totumo y comidas típicas de la región, pero con la circulación restringida y la falta de turistas, esta comunidad también pasa las semanas en blanco.

GALERAZAMBA, EN EL OLVIDO

Galerazamba es un punto ubicado en límites entre los departamentos de Bolívar y Atlántico. Allí vive una comunidad afrodescendiente de cerca de 300 familias que durante décadas vivieron de la mina de sal cercana al caserío.

A mediados de la década de 2000, la explotación de sal en Galerazamba entró en decadencia y con ella la calidad de vida de la mayoría de sus habitantes que hoy viven de las ínfimas pensiones que reciben por su trabajo en los tiempos dorados de la mina.

"La mayoría del aporte económico que entra es de las pensiones", explica el líder comunal Enrique Porras Díaz, quien dice que a pesar de estar frente al mar la pesca es escasa y las salinas ahora emplean a menos de 20 personas.

Este poblado de calles polvorientas y temperaturas que no suelen bajar de los 33 grados centígrados al mediodía, tuvo un pequeño renacer económico en 2018 gracias a los turistas que iban a conocer las piscinas que se tornan rosadas entre diciembre y abril por la sal y ofrecen un espectáculo para los lentes de los visitantes.

Pero la ilusión de encontrar en el turismo una fuente estable de ingresos se diluyó, primero con el cierre del acceso de visitantes a la mina, ordenado en 2019 por la empresa concesionaria que la administra, y ahora por la llegada de la pandemia que paralizó el turismo en el mundo.

Los habitantes de Galerazamba, como los trabajadores de Zarabanda o los del Volcán del Totumo, pasan los días entre la angustia por el agotamiento de sus escasas fuentes de ingresos y la desesperanza por el olvido de las autoridades, más notorio que nunca en tiempos de coronavirus.

Con información de:EFE