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(Foto: Difusión)

Sociedad, organización y autoridad frente al coronavirus

“Si bien la sociedad y su “desorden” aportan ingredientes a los retos de la pandemia, el manejo de la relación entre Estado y ciudadanía también plantea desafíos. Uno de ellos tiene que ver con la capacidad de articulación entre las instancias de gobierno y los estamentos más básicos de organización social, en su sentido más amplio, sea esta formal o de facto”, señala José Miguel Florez.

Por José Miguel Florez

Recientemente The Guardian se preguntaba por qué en el Perú no estaba funcionando la respuesta frente al coronavirus, si la misma se había dado “justo a tiempo”. El diario británico ensaya una respuesta: el comportamiento de la gente.

Son diversos los factores que condicionan la evolución de la respuesta peruana frente a esta epidemia, y claramente hay un fuerte componente social. Pero también hay factores institucionales y políticos: está la precariedad estructural de los “sistemas” de salud y de otros servicios básicos; la incapacidad de los gobiernos subnacionales para dar respuestas efectivas; la débil articulación de la acción y la miopía estratégica; el oportunismo crónico y barato… Hay de todo y para todo aquel que guste hacer análisis, diagnósticos, opinión, críticas, aportes.

Mirando lo que viene, es importante señalar que nuestra gente se ha comportado, en buena medida, con una actitud poco solidaria, desde un sector masivo que sin embargo es ejemplo de individualismo pujante y de trabajo duro. Existe un desprecio crónico por la norma, dentro de un sistema que premia el esfuerzo pero acepta el desacato. En ese contexto ha sido muy difícil y será un reto muy grande dictar y aplicar efectivamente medidas de distancia y comportamiento social, suficientes para controlar la pandemia.

Por otro lado, si bien la sociedad y su “desorden” aportan ingredientes a los retos de la pandemia, el manejo de la relación entre Estado y ciudadanía también plantea desafíos. Uno de ellos tiene que ver con la capacidad de articulación entre las instancias de gobierno y los estamentos más básicos de organización social, en su sentido más amplio, sea esta formal o de facto. Frente a problemas como los “caminantes” que buscaban un presunto retorno a sus comunidades de origen, o el caos en los mercados, o la desobediencia las medidas de gobierno, se podrían definir acciones coordinadas con organizaciones de base: albergues locales de emergencia en las ciudades de residencia, con alimentación, alojamiento y control médico; redes de apoyo local, como comedores populares, con provisión de insumos y empleo temporal para los encargados; coordinación institucional con organizaciones de productores y comerciantes para un mejor manejo en los mercados. Fuera del ámbito urbano, y dentro del campo de la seguridad, un ejemplo claro de la necesidad de esta articulación entre Estado y ciudadanía, es el caso de las rondas campesinas y nativas, las cuales en muchas comunidades del país han establecido puntos de control frente a la inmovilización social y al estado de emergencia.

Finamente, un tema fundamental es el ejercicio de la autoridad, más cuando se posee legitimidad y legalidad para actuar en defensa de la salud y la seguridad de la ciudadanía. El esfuerzo enorme que se ha desplegado en el Perú para actuar con firmeza frente a la pandemia, requiere de aplicar la ley cuando se incumpla la norma.

El comportamiento de la gente es y será un desafío en lo que viene, pero los retos son también otros, diversos y complejos. Hoy todavía estamos a tiempo de re cimentar la sociedad; de reconstruir los canales de intermediación entre ciudadanía y Estado; y de fortalecer el ejercicio de la autoridad, legal y legítima, a partir de respuestas efectivas y del respeto a los derechos.