Las familias se reencuentran con sus mayores
Tras solventar los trámites burocráticos pendientes, las residencias comienzan a recibir visitas
by Lucía Rey / David GarcíaA pesar de que la orden publicada en el BOE autorizaba a la Xunta a establecer los requisitos necesarios para habilitar las visitas a los centros residenciales, fue ayer cuando algunos de ellos recibieron a los primeros allegados y familiares que quisieron pasar unos momentos con sus mayores, después de tanto tiempo alejados. Estos son algunos de sus testimonios.
José carlos iglesias (venezolano afincado en madrid)
«Que no puedas abrazar a tu madre... se te pone el corazón en un puño»
«No he podido tocar a mi madre, pero verla nuevamente después de todo este problema, después de más de dos meses confinado por temor al coronavirus, ha sido una alegría muy grande». Estas fueron casi las primeras palabras de José Carlos Iglesias tras haber podido al fin reencontrarse con su progenitora, Marina Del Río, de 94 años, en la residencia de ancianos Betania, de Viveiro. Sucedió ayer por la mañana en una sala habilitada para que familiares y residentes puedan verse, aunque sea a dos metros, y con guantes y mascarillas: medidas estrictas de higiene y protección para evitar riesgos que puedan poner en peligro la salud, e incluso la vida, de unos y de otros, pero especialmente de los ancianos.
En un momento tan delicado, en el que los ansiados besos y los abrazos tienen que esperar, las miradas valen un mundo. «No imagina la tranquilidad que representa que podamos irnos a Madrid sabiendo que mi madre está en las mejores manos, bien cuidada y en buen estado de salud, y que las visitas comenzaron ya de manera muy controlada, con los parámetros de seguridad requeridos entre todos», explicó Juan Carlos, que quiso expresar su agradecimiento al personal y a las religiosas de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados que gestionan Betania, un centro que logró mantener la pandemia casi a raya —solo falleció un usuario que posiblemente se infectó en el Hospital de Burela—.
«Cada dos días llamábamos a la hermana Margarita, que es quien está a cargo de ella y nos informaba de todo», indicó José Carlos, cuya madre nació en San Román (O Vicedo). Sus padres emigraron en 1957 a Venezuela, donde él desarrolló su carrera hasta que se estableció en Madrid con su familia hace cuatro años. El estado de alarma lo pilló por azar en Viveiro, a donde llegó el 10 de marzo para ver su madre. «Las familias que tuvimos hasta ahora son muy comprensivas porque el que no le puedas dar un abrazo a tu madre después de todo lo que ha pasado, no es plato de gusto. Se te pone el corazón en un puño», reconoció la trabajadora social de Betania.
maría expósito y maty Ferreiro (residencia torrente ballester)
«Es muy diferente, pero una alegría muy grande»
«Es muy diferente, pero una alegría muy grande», resume María Expósito, usuaria de la residencia Torrente Ballester, el encuentro de ayer con su sobrina, Maty Ferreiro.
María no podía ocultar su felicidad por volver a ver a uno de sus familiares cara a cara porque, aunque hablan por teléfono a diario, reconoce que «no es lo mismo, esto es muy bonito». El próximo 7 de junio cumplirá 94 años y tiene claro cuál es su deseo: «Me gustaría poder celebrarlo comiendo fuera con la familia».
La visita duró media hora, no estuvo permitido el contacto físico y a Maty le tomaron la temperatura a la entrada, cubrió un certificado de que no pasó el covid-19 y se tuvo que poner mascarilla y un calzado especial, entre otras medidas de protección.
Todo ello para vivir un reencuentro muy especial. «Para mí es como una madre. Se hace un poco raro, lo que deseas es darle un abrazo pero no se puede. Solo el contacto de hablar de cerca y verle los ojos es suficiente», explica Maty, quien antes de salir ya reservó cita para la próxima semana. «Estábamos deseándolo las dos, fue muy emocionante y a ver si para la semana podemos abrazarnos», afirma.