Juana, la mítica
Juana nos regocija hasta la sorpresa, pero hay que tomarla en serio por ser única, irrepetible, inimitable. Y, por supuesto, en sus 95, incombustible
by Pedro de la HozVive y no baja la guardia. Alguna vez dijo que iba a durar hasta el fin de los tiempos, mientras pensaba, con toda razón, que ella estaba fuera del tiempo. Aunque no del espacio Cuba, porque es cubana por los cuatro costados. Juana Bacallao, Juana la cubana, mítica, surrealista,
original, cumplió ayer, 26 de mayo, 95 años de edad.
Ella comparte historias ciertas e inciertas, atribuidas y apócrifas, fábulas de variada especie que alimentan el mito. Cada compatriota, de ayer y de hoy, se siente coprotagonista o testigo de una anécdota donde Juana ocupa el papel principal.
Pero de esa Juana no voy a escribir, sino de la que pertenece a la cultura popular, a la música cubana. Desde que Obdulio Morales descubrió la voz de una muchacha negra de veintitantos años, que cantaba mientras daba lustre al piso de una casa donde ejercía como empleada doméstica, el maestro supo que allí había una joya que no hacía falta pulir demasiado, que no requería sofisticación, que con unos cuantos rudimentos de la escena y el necesario ajuste al empaque orquestal, podía pasar de la guaracha al pregón, del son a los nacientes mambos.
Lo otro fue un aporte suyo 100 %: la ocurrencia inquietante, el desparpajo embridado, saber cuándo entrar o salir de cara al público, el choteo y la parodia, comenzando por ella misma.
El maestro Obdulio la llevó a la escena del teatro Martí y compuso un número a manera de sello personal, que le cambió la vida, porque su nombre real era Neris Amelia Martínez Salazar, hasta que cantó Yo soy Juana Bacallao, con tanta pegada que, en 1953, Rosita Fornés la retomó para la banda sonora de la película Tin Tan en La Habana.
Juana se convirtió en una criatura de la noche –no de la televisión; iba a la radio, pero en la pantalla doméstica de la época resultaba fuera de lugar por negra, zafia e imprevisible–, y en la noche de los 50 y las décadas posteriores siempre ha tenido un nicho, en las malas y las buenas; las buenas de los años 60, cuando encabezó el elenco de un espectáculo absolutamente delirante, La Caperucita se divierte, al lado de alguien que no debe ser olvidado, Dandy Crawford.
La artista se siente a sus anchas entre su gente. Más de una vez ha dicho que la Revolución la hizo persona y sé que en el panteón de sus afectos personales guarda sitios especiales para Fidel y Almeida.
Juana nos regocija hasta la sorpresa, pero hay que tomarla en serio por ser única, irrepetible, inimitable. Y, por supuesto, en sus 95, incombustible.