El derecho a la protesta y los riesgos sanitarios

La marcha y la protesta como mecanismo de expresión social es válida en democracia pero peligrosa en pandemia.

Este lunes, unos pocos dirigentes de organizaciones sociales, sindicales y políticas alentaron marchas contra las medidas y los despidos.

El primer apunte que cabe poner en escena es la magra asistencia que se debe, seguramente, a las precauciones que guardan los ciudadanos.

En efecto, hacerlo en medio de una emergencia por la presencia de un virus que ha causado graves estragos en el mundo y no está controlado, puede arriesgar la salud de los manifestantes y de sus familiares.

El contagio, en las marchas donde no se observaron las necesarias medidas de distanciamiento social, es posible. No estaría bien que los convocados lleven el virus a sus casas en tiempo de aislamiento.

Nadie desconoce que las medidas recientes pueden provocar descontento. Los despidos anunciados en las empresas del Estado, la fusión de otras y los recortes temporales de sueldos, golpean a muchos.

Esa protesta que podría tener argumentos y razones de preocupación a los servidores públicos, se entiende.

Pero frente a la poca convocatoria mostrada y algunos brotes de violencia (la Plaza de Santo Domingo en Quito) hay que ser enfáticos en distinguir los momentos oportunos.

En estos días se ha desatado la pandemia de la noticia falsa y el ruido por medio de las redes sociales, cuyos titiriteros se desconoce pero se presume. Hay quienes añoran y necesitan sembrar desconcierto.

Hace unos meses se vio lo negativo de emplear el descontento para agitar y tratar de aprovecharse. La prioridad del país es preservar la salud, salvar vidas y emprender en una reactivación de la producción.

La pandemia trae consigo, en el mundo entero, millones de plazas de trabajo perdidas. En el país hay que hacer lo posible por cuidar las plazas existentes y aumentarlas, en las mejores condiciones posibles.

Protestar pacíficamente es un derecho. Sería sensato revisar la oportunidad y la indispensable sintonía de una hora crítica para el país.