Pocos alumnos, bañistas vigilados y júbilo contenido en los bares: así vivió España sus primeros pasos hacia la nueva normalidad
Nuestro país avanza de fase de forma agridulce
by Josefina G. StegmannEl lento regreso de nuestro país a la normalidad, con toda España en fase 1 o 2 de desescalada, se vivió de forma agridulce. Muchas residencias no abrieron, los estudiantes se quedaron en casa y los baños fueron pocos y muy vigilados
Las visitas a los abuelos en residencias se hacen esperar
Puede que uno de los efectos más crueles de la enfermedad haya sido el portazo en la cara que le dio a cualquier posibilidad de contacto físico. El confinamiento ha recluido en la soledad más absoluta a a quienes viven sin acompañante, pero los que lo pasan en familia también sufrieron privaciones: sobre todo, no poder ver a otros seres queridos como los amigos u otros miembros de la familia.
Las fases 1 y 2 abrieron la puerta a los encuentros de un máximo de 10 personas en el primer caso, y de 15 en el segundo, lo que permitió romper parte del «maleficio» del aislamiento. Además, el escenario 2 dio la oportunidad de entrar a las residencias. Sin embargo, la mayoría de las comunidades no lo hicieron, a la espera de las instrucciones particulares de cada región. «Esto hay que prepararlo, se hace por cita previa y los centros deben contar con equipos de protección para los familiares que nos los traigan», explicaba a ABC Ignacio Fernández Cid, presidente de la Federación Empresarial de la Dependencia (FED).
Junto a los hospitales, fue en las residencias donde el virus dejó su huella más perversa. Allí se cebó con fuerza y, pese a poder hacerlo a partir de ahora, muchas familias no acudirán porque perdieron a sus mayores, de los que, en gran parte de los casos, ni siquiera pudieron despedirse.
Ese era precisamente el miedo de Nuria López Sánchez, de 48 años, que pudo visitar a su madre Josefa el pasado sábado, después de casi 80 días. Pero solo pudo verla sonreír desde la verja mientras ella invitaba, vanamente, a Nuria y a su hija Celia a ingresar al interior. La residencia de su madre, María Auxiliadora, se encuentra en Madrid, aún en fase 1 y sin permiso para visitas, pero solo poder verla la inundó de alegría. «Nos reconoció, y eso me hizo muy feliz porque temía que después de tanto tiempo no se acordara de nosotras», contaba a ABC Nuria entre lágrimas. «Quería traspasar la verja como en el famoso salto de la reja de la Virgen del Rocío. Me la hubiera comido a besos, pero hay que esperar», relataba Nuria resignada.
Los alumnos optan por estudiar en casa pese a estar permitida la asistencia
Por Miguel Ruiz de Arcaute Fernandez, Esther Armora y Josefina g. Stegmann
El Ministerio de Educación dejó en manos de las comunidades cómo será la vuelta al curso en fase 2, así como qué cursos lo harán y en qué condiciones. Así se dejó constar una orden publicada el pasado sábado «para una mejor gestión de la crisis sanitaria ocasionada por el Covid-19». La medida supuso un giro respecto a lo que la ministra, Isabel Celaá, llamó «recomendaciones», según ha sabido este periódico. Las ideas puestas sobre la mesa era la vuelta de los menores de 6 años cuyos padres trabajen presencialmente (algo a lo que negaron la mayoría de comunidades) y la asistencia voluntaria de los alumnos de cursos terminales, como 4º de la ESO o 2º de Bachillerato. Pero la realidad terminó siendo distinta. Por ejemplo, aunque Castilla y León esté en fase 1, ni se plantea la vuelta para fase 2. En el caso de Aragón, solo se permitieron ayer tutorías individuales presenciales con cita previa y solo para 2º de Bachillerato, así como para 2º de FP de grado medio y de grado superior. «Nadie ha llamado solicitando la tutoría, mantenemos videoconferencias diarias y entiendo que con este seguimiento es suficiente. Aunque puede que conforme se acerque la EBAU sí que se demanden en algunas materias», señala José Ignacio Casajús, director del colegio Santa Rosa Altoaragón de Huesca.
En Galicia solo un 30% de los alumnos que tuvieron la posibilidad de retomar la modalidad presencial optaron por ella, según datos facilitados por la Consellería de Educación de la Xunta. En total, más de 24.000 estudiantes de 2º de Bachillerato y FP estaban llamados a regresar a las aulas para encarar el tramo final del curso con la preparación de exámenes y de la prueba de Selectividad en el primer caso y de proyectos de fin de ciclo, en el segundo. La afluencia fue de entre un 25 y un 30 por ciento en La Coruña, Lugo y Pontevedra, mientras que en Orense llegó hasta el 50. Pese a todo, la situación fue dispar incluso en centros a poca distancia entre sí. En Santiago de Compostela, por ejemplo, el IES San Clemente solo recibió a seis de los 210 alumnos de ciclos de Informática que estaban convocados, mientras que en el Rosalía de Castro, a solo unos metros, casi la mitad de los 148 alumnos de 2º de Bachillerato decidió acudir. «Querían verse y reencontrarse, los he visto muy contentos. Necesitaban la exigencia del horario de instituto para poder estudiar mejor que en casa», explicó su director, Xabier Mouriño.
Por su parte, la directora del IES San Clemente, Carmen Viñas, atribuyó la razón de la baja afluencia al carácter de las modalidades de Informática, en las que el trabajo telemático ya está muy arraigado y la comunicación virtual entre los docentes y el alumnado es "muy fluida". "Son personas que tienen altas competencias en ese ámbito, por lo que nuestro caso no es como el de otros institutos cuyos estudiantes prefieren volver a clase porque tienen más dificultades para trabajar por ordenador", apuntó.
En Cataluña no los dejan ir
Tres regiones sanitarias de Cataluña (Campo de Tarragona, Alto Pirineo y Tierras del Ebro) pasaron ayer a fase 2, aunque los centros de estos territorios no pueden abrir sus puertas para realizar asistencias concertadas y tutorías hasta el próximo 1 de junio. Así lo prevé el plan del consejero catalán de Educación, Josep Bargalló. Los principales sindicatos alegan que, con las condiciones actuales y sin un refuerzo de plantillas e infraestructuras, no se puede garantizar un retorno seguro a las aulas. En el extremo opuesto a la denuncia sindical se encuentran algunos colegios de territorios que ayer inauguraron la fase 2 y que aseguran estar preparados para realizar esta primera toma de contacto con los alumnos pero no pueden hacerlo hasta el 1 de junio. Es el caso del centro Marenostrum de Tarragona, una escuela concertada que ofrece la segunda etapa de Infantil y Primaria, y que, según afirma su responsable, el profesor Jaime Climent, «tiene el espacio y las condiciones para abrir con garantías». «No es lógico que en el estreno de la fase 2 los niños de Tarragona puedan ir a restaurantes y la playa pero no a la escuela», señala el docente a ABC.
Los restauradores se niegan a hacer de «policías»
Varios clientes entran en un centro comercial en Bilbao Por Adrián Mateos
Una «nueva normalidad» se ha instaurado en los restaurantes y los bares, y no a todos convence. En el que fue el primer día de fase 2, muchos establecimientos del País Vasco ni siquiera levantaron sus persianas debido a las restricciones sanitarias. Y eso que en este territorio partían con cierta ventaja porque pueden llenar hasta la mitad de su aforo. A los que decidieron abrir, eso sí, no les faltaron clientes: «Va a haber jaleo todo el día», apuntaban hosteleros de la siempre concurrida calle Ledesma de Bilbao.
A pesar de que ya se permite la entrada controlada en estos establecimientos, lo cierto es que entre la ciudadanía persisten las dudas. Algunos incluso preguntaban si podían entrar, y tampoco faltaron los que se sorprendieron al conocer que no podían situarse junto a la barra. «Hay que acostumbrarse», sostenía un camarero del bar Nicolás, que ayer dedicó buena parte de su tiempo a explicar a sus clientes las nuevas reglas. Por ejemplo, mantener las distancias entre las mesas se ha convertido en algo primordial, mientras que elementos habituales de este tipo de establecimientos, como los servilleteros o las cartas con el menú, han desaparecido. «Lo quieren hacer tan bien, que a veces lo que hacen es complicarlo todo», se quejaba uno de los consumidores.
Sobre la decisión de no abrir de muchos hosteleros, Francisco Ceacero, responsable del Gin Fizz de Bilbao, apuntaba las dificultades incluso a la hora de pedir el género debido a los Erte. Incidió además en el hecho de que el aforo de hasta el 50% «no es un logro», puesto que «en el mejor de los casos solo vas a llenar la mitad de las mesas, y eso no le compensa a todo el mundo». Hay también malestar entre los profesionales por el hecho de que tengan que actuar en ocasiones como «policías» de los clientes, haciendo que guarden las distancias de seguridad y cumplan con la normativa. «Se multiplica el trabajo», sentencian.
Escasez de bañistas y respeto a las normas de distanciamiento
Por Javier Alonso y Josep Maria Aguiló
Un espléndido día de sol y los 27º de temperatura propició ayer la reconciliación entre los canarios y la playa, que el coronavirus separó durante más de dos meses. Este lunes, Tenerife, Gran Canaria, Lanzarote, La Palma y Fuerteventura avanzaron a la fase 2 -donde ya se encontraban La Gomera, El Hierro y La Graciosa- para volver a «enterrar los pies en arena» y darse un baño. La playa quedó dividida en tres zonas delimitadas: la de banderolas blancas para los mayores, que colindaban con otra de banderolas azules y, al fondo, amarillas, que dividían la playa según los accesos y que a la entrada un cartel indicaba su nivel de ocupación (baja, media o alta). El distanciamiento social y las normas de seguridad en las playas canarias se cumplieron a rajatabla; la Policía Local lo garantizará a diario, mientras que los fines de semana se reforzará la vigilancia con drones.
La entrada de Mallorca, Menorca e Ibiza en la fase dos de la desescalada se produjo ayer con la tranquilidad esperada, sin que se hayan visto aglomeraciones en las playas del Archipiélago en el primer día en que volvía a ser posible poder nadar en el mar en esas tres islas. El hecho de que ayer amaneciera nublado en Mallorca contribuyó a que todas las playas de la isla fueran visitadas por pocos bañistas, que mayoritariamente han optado, además, por no meterse en el agua. En llos cinco arenales con que cuenta Palma se fijó una distancia de seguridad mínima de dos metros, respetada en todos los casos.