Coartada fallida

by

Las novelas y películas policiales suelen coincidir en dos puntos clave de la investigación de los detectives: dónde estaba el sospechoso a la hora del crimen y la busca de un pequeño fallo que demuestre su autoría y desmonte su coartada. En las novelas políticas, también. La última es el manoseado pacto que firmaron los portavoces parlamentarios del PSOE, Unidas Podemos y EH Bildu. En ella no había que descubrir quién había cometido semejante delito, porque estaba su firma. Pero era preciso saber si había sido en legítima defensa. Así que cuando los investigadores preguntaron al principal sospechoso por qué había hecho eso, respondió de la forma habitual: tuvo que hacerlo porque el Partido Popular y Esquerra Republicana, sobre todo el Partido Popular, lo habían dejado solo. O sea, que fue un crimen por miedo. Por miedo a hacerle un gravísimo daño al país, que se quedaría sin estado de alarma y, por tanto, sin anticuerpos políticos contra el virus.

La explicación había dado buenos resultados en otras ocasiones. Los que entienden de política dicen que lo importante es que el adversario pague las culpas de los errores propios. Pero había un pequeño fallo, el ­pequeño fallo que siempre buscan los detectives: el documento del acuerdo fue firmado después de tener asegurados los votos de Ciudadanos. Incluso después de que se aprobara la prórroga del estado de alarma. Es decir, que el Gobierno permitió que se culminara, aunque ya no importaba el voto del PP y mucho menos el de Esquerra, que también había sido descartado. Y el crimen pudo haberse impedido, como lo im­pidió después la vicepresidenta Calviño. Sencillamente se permitió o se provocó y tiene autora y autores intelectuales. Pero, ay, nadie reclamará responsabilidades por esta falsa coartada. Nadie lo hará, porque el acusado tiene derecho a mentir y la mentira no es penalizada en los juicios políticos en este país.