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José Esteban junto a su atracción desmontada en una parcela en Aldaia. /DAMIÁN TORRES

La crisis deja en la cuerda floja a 5.000 feriantes valencianos

El sector afronta un futuro incierto tras la suspensión de las fiestas, pero estudia ya con el Ayuntamiento de Valencia cómo será la desescalada

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En la cuerda floja y sin red de protección. El gremio de los feriantes es uno de los más perjudicados por la pandemia de Covid-19 tras la cancelación de todas las fiestas y ferias desde el pasado 15 de marzo, cuando entró en vigor el decreto que regula el estado de alarma, y la prolongación de los protocolos y prohibiciones para evitar las aglomeraciones de gente.

Las atracciones que animaban las ferias tardarán en salir de las plantas bajas y almacenes. La situación de precariedad afecta a cerca de 35.000 autónomos del sector, unos 5.000 de ellos con residencia en la Comunitat Valenciana, que se han visto abocados a vivir de sus ahorros y a solicitar préstamos al no tener ningún ingreso en los últimos dos meses. La mayoría de ellos son autónomos y algunos han tenido que pedir ayuda incluso a familiares, Cáritas y Cruz Roja.

En algunos casos adelantaron dinero para poder participar en algunas ferias y ahora se encuentran sin poder trabajar. Las previsiones son demoledoras con un futuro negro para este sector. El presidente de la Asociación de Industriales Feriantes de Valencia, José Esteban, está estudiando con otros miembros del gremio cómo afrontar esta difícil situación.

«La pandemia nos ha pillado en el peor momento con los contratos firmados y las atracciones ya preparadas para las fiestas. Muchos de nosotros dirigimos pequeñas empresas familiares y estamos al borde del abismo. La Administración tiene que ayudarnos o esto será un drama para muchas familias», afirma Esteban con el ceño fruncido.

«Necesitamos la exención de algunos impuestos, como las tasas municipales por ocupación de suelo, para poder arrancar cuando lo permita la crisis sanitaria, y también estamos solicitando créditos con doce meses de carencia desde el inicio de la actividad», añade el presidente de la Asociación de Industriales Feriantes de Valencia.

Una pequeña feria

La desescalada no prevé el regreso de las ferias ni verbenas, de momento, pero varios representantes del gremio están manteniendo conversaciones con el Ayuntamiento de Valencia para poder instalar algunas atracciones sin música en la explanada de los puentes de las Flores y de la Exposición. 

«Hemos celebrado varias reuniones para estudiar cómo haríamos la desescalada, pero todavía no hemos concretado nada», señala Esteban con preocupación. «Si abren los parques de ocio nosotros también podemos hacerlo con las medidas higiénicas y de distanciamiento social que sean necesarias tanto en las colas como en las atracciones», explica Rafael Monterrubio, vocal de la asociación de feriantes y propietario de dos instalaciones recreativas.

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Rafael Monterrubio y su mujer. /JESÚS SIGNES

En cuanto a la distancia de seguridad, los feriantes adoptarían medidas para controlar el aforo, juntar a familiares y separar a las personas para que no coincidan cuando suban y bajen de una misma atracción.

Monterrubio también asegura que no podemos olvidar que a la feria «van muchos niños con sus padres y no es necesario el distanciamiento social, por ejemplo, cuando los miembros de una misma familia ocupan una cabina de la noria o un vagón de un tren infantil». Mientras estudian cómo será la desescalada en el sector, los feriantes tienen que hacer frente también al gasto que supone el mantenimiento de sus atracciones.

Algunos están pagando el alquiler de recintos porque no pueden dejar los vehículos con las atracciones desmontadas en la calle, otros piden favores a conocidos para guardar la maquinaria en naves sin coste alguno, y una minoría no tiene más remedio que dejar sus instalaciones recreativas en la calle.

«El Ayuntamiento de Valencia siempre nos ha apoyado y ahora necesitamos más que nunca su ayuda. Esto no es una cuestión de rentabilidad económica, sino de supervivencia por los escasos ingresos que tenemos», insiste el feriante valenciano.

Confinados en caravanas

Monterrubio y su mujer vivieron las primeras semanas de confinamiento en su caravana cuando el Gobierno decretó el estado de alarma. «Estábamos en la Fira del Ram de Palma y no tuvimos más remedio que dormir en el vehículo«, recuerda Monterrubio.

Como sus hijos estaban estudiando en Valencia y uno de ellos es menor de edad, el feriante y su mujer regresaron diez días después a su domicilio en la Pobla de Vallbona, pero otras familias vivieron confinadas casi dos meses en las caravanas.

Al feriante alicantino Rafael Loranca también le sorprendió la crisis del coronavirus lejos de su hogar. Acababa de montar su atracción en Zamora y tenía previsto participar en la feria. «El viernes 13 de marzo vinieron solo dos niños con su madre y recuerdo que llevaban mascarillas. El sábado ya no vino nadie», afirma Loranca.

«La mayoría pudo regresar a casa porque vivían cerca, pero ocho familias nos quedamos a vivir en las caravanas. Fueron días duros cuando empezaron a aumentar los muertos y nosotros estábamos aislados en un polígono», asegura el feriante, que tiene palabras de agradecimiento para la Policía Local de Zamora y la Cruz Roja: «Nos cuidaron y se preocuparon por nosotros. El jefe de la Policía Local iba una vez a la semana al polígono para preguntar si estábamos bien, y la Cruz Roja llevaba comida todos los días para tres matrimonios con niños», manifestó el feriante alicantino.