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¿Cuál es la estética de PS4 y Xbox One? Las nuevas tecnologías traen una pérdida de identidad para las consolas

"Tengo ganas de ver qué nos deparará el futuro y estoy considerando lo mucho que afectará a mi bolsillo comprarme una tarjeta gráfica".

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El otro día estaba viendo El Espíritu de la Colmena, porque por supuesto. "El otro día" también vi Trolls: World Tour, pero si lo digo no puedo esgrimir mi carnet de hípster. La cuestión, El Espíritu de la Colmena. Decid lo que queráis de esa película, pero visualmente es una joya. Erice no hace planos rebuscados ni juegos de cámara imposibles; la cualidad de estas imágenes es pictórica, un dominio de la composición, la luz y el color que dan la impresión de que esto no se ha hecho con una cámara, que alguien ha construido esto desde cero porque no puedes tener tan buen ojo. Esto no es un plano: es un cuadro. Con esta realización viene otra parecida: no puedes conseguir estas mismas imágenes hoy en día. El Espíritu de la Colmena se hizo en 1973 y las cámaras de aquella época tienen una cierta textura. El cine de los 70 y 80 luce diferente incluso si lo estás viendo en Blu Ray igual que la pintura luce diferente si la haces analógica o digital. No quiero condenarnos al olvido: "cielo santo, el cine ha muerto, jamás podremos recuperar esto". El Renacido está ahí, pero con cada época viene una estética marcada no por las ideas o el talento sino la tecnología. El otro día estaba hablando sobre qué significa esto de "nueva generación" y ahora quiero volver una vez más a aquella demo de Unreal Engine 5 para lanzar otra pregunta: ¿Cómo recordaremos la estética de ahora?

Ahora que estoy descubriendo el videojuego clásico me encuentro con que quiero preservar su imagen y serle fiel. Para jugar a la primera PlayStation me he comprado un cacharro, el OSSC, que imita el entrelazado de un televisor de tubo y devuelve la calidad perdida con el paso del analógico a digital. Esos píxeles gordos nunca se han visto tan bien; a veces, cuando juego a algún título de PSOne en directo, admiro el resultado: "¡Pero si se ve genial!". Los demás comentan que sí, si miras desde una cierta distancia con los ojos entrecerrados esos bloques de color son, en efecto, Final Fantasy IX. Pero cada vez que veo algún juego de la época exportado a la nueva generación, siento pena, porque sí, los modelos de Final Fantasy VII están verdaderamente pulidos en Full HD 1080p, pero esa no es la estética de PlayStation. Mirando los fondos prerrenderizados, cómo se asemejan al escenario de un teatro pocho, siento que se atenta contra los logros de la época.

Hay estéticas a las que ya no podemos volver a menos que las forcemos. A Short Hike parece un juego salido de Nintendo DS, con esa mezcla de redondez y diente de sierra, pero cuando salga Super Mario Galaxy en Switch me pregunto si conservará el grano de Wii. Seguramente lucirá genial, y ya era vistoso en su día, pero en el trasvase perderá la esencia de la tecnología que le permitió existir. Ace Attorney no luce igual en DS y Switch.

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La tecnología es fascinante, y me encanta ver simulaciones de cuerpos blandos chocando entre sí, ver recopilaciones de coches estampándose en Beamng, pero esta obsesión con lo nuevo, el hiperrealismo, la alta definición, nos desconecta del encanto que trae lo imperfecto. Los juegos de PlayStation y Nintendo 64 se ven distintos, no sólo por la diferencia en el poderío técnico sino por cómo interpretan el píxel. Dreamcast no luce como Xbox. Incluso en años más recientes hay un cierto encanto en juegos como Oblivion u Overlord, tan obsesionados con el efecto Bloom. Miro con cariño a Prey, F.E.A.R. o Far Cry y sus modelos elaborados con texturas más sencillas, sus luces en tiempo real que llevan a claroscuros, sus colores tan pulidos que hasta la piel parece cromada.

La única consola actual con una estética firme es Nintendo SwitchTengo ganas de ver qué nos deparará el futuro y estoy considerando seriamente lo mucho que afectará a mi bolsillo comprarme una tarjeta gráfica cuando NVIDIA anuncie su nueva serie 3000, pero al mismo tiempo me pregunto cuál es la estética de hoy más allá de los constantes intentos por ser real. Cadence of Hyrule luce como un juego de GameBoy Advance porque la portátil tenía una estética, unas limitaciones impuestas por la tecnología que llevaban a una cierta forma de lucir. Hasta el juego más cutre de PlayStation sigue luciendo ese mismo píxel, y hoy día tantos desarrolladores intentan imitar sin éxito las formas de la consola que resulta triste. Es todo demasiado definido, concreto. En todo caso, la única consola actual con una estética firme es Switch; el tratamiento que hace Nintendo de la luz en Super Smash Bros, en Luigi’s Mansion, es distinto al de otras épocas. Pero eso no es más que una elección estética, no una imposición de la consola. Si así lo quiere, Switch puede lucir bien, igual que PlayStation 4, igual que Xbox One.

La gracia de estas estéticas nacía precisamente de eso, de la imperfección. GameBoy Advance no podía reproducir las imágenes de El Señor de los Anillos, pero vaya si lo iba a intentar. Eran máquinas haciendo un esfuerzo y fracasando por el camino, sí, pero dejaron huella. Fueron. Las comparaciones entre consolas de hoy día se miden en pocos píxeles, en que a veces la luz es un poco más amarilla y otras más naranja. Hemos llegado a la meta y todo se ve de puta madre. Es bonito, pero a la vez es todo igual. Los que han perdido se quedan atrás, y lo peor de todo es que no parece importar si se borran sus identidades al traerse al presente. Final Fantasy VIII Remaster se ve genial, pero eso no es PlayStation. Es alta definición.