La sociedad instantánea | Columna
by Sergio del MolinoEl colmo de la pereza y de la tristura lo vi en un supermercado británico que vendía huevos cocidos partidos por la mitad con una salsa para que el consumidor untase su desesperación en ella y le hiciera más pasable esa vida de miseria que le incapacita hasta para cocerse él mismo los huevos. Hay fruta pelada y troceada y fideos instantáneos y un señor de la oficina de patentes que se dedica en exclusiva a registrar inventos para vagos. Es raro que no vendan ya comida premasticada, pero todo se andará.
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Uno de los mayores hallazgos de Netflix y las plataformas es el comando “saltar intro”, que permite adelantar los créditos y la sintonía (a menudo, lo mejor de una serie), para ir directamente al meollo. Si una web tarda un poquito en cargarse, fracasa; si una novela no empieza con el asesinato en la página dos, aburre al lector, y el botón que más usan los aficionados al porno es el de adelantar las escenas no coitales.
Lo queremos todo ya, por eso no es extraño que, apenas unas horas después de empezar la pandemia, corriésemos a pensar el futuro y a exigir soluciones inmediatas. Nos ha angustiado tanto qué será de nosotros que perdimos de vista que las emergencias requieren paciencia y presentismo. Los que están entrenados para vérselas en situaciones límite tienen el mandamiento de que solo hay que ocuparse de un problema y no atender otro hasta que no se ha controlado el primero, pero la ansiedad colectiva nos ha llevado a un delirio de futurologías y ensoñaciones sobre cómo cambiará el alma humana y si seremos mejores o si la falta de abrazos nos hará pupita psicológica.
Aún no hemos resuelto la crisis sanitaria y ya le estamos dando a “saltar intro”, incapaces de frenar unos meses como frenaría cualquier familia con un hijo enfermo. Nos falta la paciencia necesaria de quien sabe esperar a que el agua rompa a hervir antes de cocer los huevos.