Los fatalistas de la paz

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¿Por qué carajo somos incapaces de reconocer las cosas buenas y nos quedamos siempre viendo las malas? ¿A qué horas nos instalaron en lo más profundo de nuestro ADN colombiano una tendencia al fracaso y un negativismo estructural? La implementación del acuerdo de paz no se la van a tirar ni el Gobierno ni las Farc, sino los fatalistas que, de lado y lado, dicen que todo va mal.

De los mismos creadores del ‘Sí y el No’ absolutista en el plebiscito han llegado en estos días frases como ‘definitivamente el Gobierno volvió trizas el acuerdo de paz’ o ‘las Farc, en su conjunto, le pusieron conejo a la paz’. Ni una sentencia ni la otra corresponden a la verdad.

Vamos a los datos: del lado de la guerrilla, más del 85 por ciento de quienes entregaron sus armas siguen hoy en el proceso de desmovilización, y aun en tiempos de coronavirus e incertidumbre, ese grupo se ha reportado cumplidamente con los programas de la Oficina de Estabilización. Durante el aislamiento, 27 empresas han asumido 44 proyectos por más de 250.000 millones de pesos en los que siguen trabajando cientos de excombatientes.

Con todo y lo que nos desagradan algunos de los congresistas del partido Farc, quienes tienen asiento allí por obra y gracia de un acuerdo bastante generoso con los victimarios, asisten a las sesiones cumplidamente. Inclusive en estos tiempos de pandemia, sus voces se oyen en los debates de control político o en la discusión de los proyectos de ley. Y, aunque algunos radicales quieran darle un golpe de Estado a Rodrigo Londoño en la jefatura de la Farc, habrá que reconocer que el excomandante ‘Timochenko’ ha tenido salidas racionales cuando dejó solo a ‘Santrich’ por saber que se trataba de un bandido y cuando usa un tono conciliador en las reuniones con voceros del Gobierno. Hasta llegó a tener más coherencia que muchos otros cuando abordó el asunto del nombramiento del hijo de ‘Jorge 40’ en la Dirección de Víctimas del Ministerio del Interior.

Del otro lado, también resulta falso e injusto decir que el Gobierno está metido en un perverso plan para que el acuerdo fracase. De haberlo querido, desde cuando presentó las objeciones hubiera podido comprar algunas conciencias y ajustar votos para que los reparos prosperaran en el Congreso, y aun así no lo hizo y salió derrotado.

Por el contrario, mantiene el 100 por ciento de apoyo económico a más de 13.000 excombatientes. Ha entregado 888 obras PDET con recursos por más de 141.000 millones y en 20 meses ha avanzado más en el cumplimiento de esas metas que en los últimos años del gobierno del presidente-nobel, que se suponía que tendría que haber metido el acelerador en esas inversiones. También está trabajando en el catastro multipropósito, que, si logra sacar adelante, llevará seguridad jurídica a los campesinos y permitirá darles un tratamiento tributario diferenciado a las tierras improductivas.

No, señores fatalistas. Las cosas van menos mal de lo que se dice alegremente en los debates, sin cifras ni datos, o de lo que se afirma en las cartas de algunos ‘colectivos’, que son más panfletos que declaraciones que apelan a la verdad.

Por supuesto que hay lugar a críticas específicas. El Gobierno tiene que hacer más en la protección de los exmiembros de las Farc para que no los asesinen. A los que cumplen cumplirles. Pero también, del lado de la exguerrilla cabe el reproche por lo poco o nada que han hecho en la reparación material de las víctimas: se ha monetizado menos del 1 por ciento de lo que prometieron dar.

A los fatalistas, los radicales, los que solo a punta de adjetivos construyen las narrativas del posconflicto es a los que tenemos que pedirles que dejen ‘ser’ a la paz. Ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre.

JOSÉ MANUEL ACEVEDO M.