Del pánico al vértigo pasando por las terrazas

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Hemos pasado del pánico a las malas noticias del confinamiento al vértigo por las posibles buenas noticias de la desescalada. Ayer entramos en una fase que pone a prueba la eficacia del método de la responsabilidad a la carta. El mensaje oficial es imprevisible porque el virus también lo es y porque hemos pervertido el ritmo del rigor científico con el turbo de la inmediatez. Y parte de la jerarquía médica defiende su territorio mediático en un paisaje que les exige las certezas que, si es competente, no puede proporcionar. Ojalá la ciencia encuentre el modo de desmentir los procedimientos de, sin ir más lejos, la macabra contabilidad de los muertos.

Que el doctor Simón no comparezca el fin de semana y hayamos dejado de aplaudir, ¿forma parte de la nueva normalidad? La gratitud solidaria con la que tanto nos llenábamos la boca, ¿se ha esfumado? ¿Ya no hay motivos para apoyar a los que se enfrentan a la realidad de los infectados, los ingresados, los muertos y los supervivientes en rehabilitación? Conformarse con el luto de las banderas a media asta no implica ningún sacrificio, nos desconecta de la tragedia y oficializa el cinismo institucional.

Sorprende que en sus comparecencias el presidente Sán-chez siga hablando de moral de victoria. Es un valor que devalúa el concepto de moral entendida como energía de progreso. Los chanchullos parlamentarios y las autocaravanas del españolismo biliar certifican que la moral que define este país busca más la aniquilación del adversario que vencer los peligros comunes. Ayer, en Onda Cero, Carlos Alsina le recordó a Sánchez (con cierto énfasis sermoneador) que la consigna del “salimos más fuertes” es falsa.

Viendo la tele y escuchando la radio parece que el problema de las terrazas y el retorno del fútbol sean más importantes que la apertura de las escuelas, la ayuda a los alquileres o el caos en el pago de los ERTE. En materia de terrazas, la única autoridad que reconozco es la de Joan de Sagarra. Las ha defendido y mantenido durante el mandato de todos los alcaldes democráticos (y no democráticos), desde los que vestían con corbata hasta la alcaldesa actual, descalza sobre la tierra roja de su propio postureo incontinente. Sagarra lleva décadas explicándonos el mundo desde las terrazas y ahora quieren convertirlas en un factor ridículo de discordia. Más cosas ridículas: José Bono en La Sexta Noche . Dijo que Sánchez es el único político que ha pedido perdón. Tiene razón. Lo hizo en la última sesión del Congreso y no se le ha dado importancia porque cuando devalúas tu credibilidad, es lógico que nadie te crea. Especialmente cuando dices la verdad.