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El coronavirus reactiva los movimientos antivacunas

Miles de personas se manifestaron en Alemania en contra de la futura vacuna para terminar con la amenaza Covid-19

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Todavía no existe, pero ya ha despertado un movimiento civil en su contra. Miles de personas se han manifestado en Alemania en contra de la futura vacuna para terminar con la amenaza Covid-19. La portavoz del gobierno, Ulrike Demmer, ha tranquilizado a los críticos asegurando que «no hay ni habrá una vacuna obligatoria en Alemania», pero el hecho es que para poder ingresar en un colegio o en una guardería se exigirá el sello en la cartilla de vacunaciones y seguramente serán muchas las empresas que la requieran a sus empleados. «Por supuesto hay grupos de riesgo que deben vacunarse, pero pensar en vacunar masivamente a toda la población no tiene sentido sanitario y solo beneficia a las grandes compañías farmacéuticas a costa de nuestros impuestos», explica Michael Ballweg, empresario del sector de las telecomunicaciones que participa en las protestas. «Yo soy dueña de mi propio cuerpo y si no quiero que me inoculen un virus nadie debería poder obligarme», es el argumento de Nina, estudiante de peluquería de 21 años.

A mediados de abril, el 79% de los alemanes afirmaba en las encuestas estar dispuesto a vacunarse. Un sondeo de Cosmo señala sin embargo que el porcentaje había caído la semana pasada a un 63% y hay un 17% de los encuestados que piensa que el coronavirus es «un engaño». Si bien el movimiento antivacunas goza de relativa popularidad en Alemania desde 1890, cuando un grupo de médicos alemanes firmó un manifiesto contra la vacuna de la viruela, en esta crisis sanitaria se eleva su número gracias a la agitación de la plataforma, fundada por la psicóloga Victoria Hamm, el abogado de Leipzig Ralf Ludwig, y el otorrinolaringólogo de Sinsheim en el distrito de Rhein-Neckar, Bodo Schiffmann. Afirman tener más de cien mil seguidores. «No es peor que una gripe, lo sabemos desde el principio, y quien quiera vacunarse está en su derecho, pero quien no quiera hacerlo debe ser respetado», afirma Schiffmann. Lidwig, por su parte, señala que es un momento especialmente peligroso porque «es muy posible que con la prisa por comercializar vacunas sean probadas en los ciudadanos».

En la vecina Austria, un sondeo del Ministerio de Sanidad registra que un 35% de los encuestados querrán vacunarse «definitivamente», un 27% «lo más probable» y un sorprendente 25% «ciertamente no». El ministro Rudi Anschober subraya que «esto significa que la oposición a la vacunación Covid-19 es significativamente mayor que, por ejemplo, a la vacunación contra la gripe, lo que nos demuestra que tenemos por delante mucho trabajo de información y educación sobre el asunto y ese será el enfoque central de la política de Sanidad en otoño». También una encuesta identificó en marzo un 26% de población reticente u opuesta a aceptar la vacuna en Francia, uno de los países en los que las tesis antivacunación están más extendidas, según Wellcome Global Monitor, que concluye que, globalmente, las posturas antivacunas son minoritarias, ya que 8 de cada 10 personas tienden a aceptarlas frente al 7% que las rechaza de manera rotunda. Y el 40% de los ciudadanos del este de Europa creen que las vacunas no son seguras.

En Estados Unidos, Italia, Brasil y Reino Unido, los poderosos movimientos anti vacunas aparecen más politizados y son en mayor medida instrumentalizados por partidos populistas. Reino Unido se considera el país origen del movimiento, que surgió en 1869 con la Liga antivacunas de Leicester del médico Edward Jenner y vivió un segundo momento de gran popularidad cuando el gastroenterólogo Andrew Wakefield publicó en 1998 un estudio que relacionaba la vacuna triple viral con el autismo y la enteropatía. En Australia, las redes sociales se han encendido con sospechas después de que Julia Gillard, líder del Partido Laborista desde 2010 a 2013, que tras ejercer como primera ministra, circulase por la puerta giratoria para ser nombrada presidenta de Wellcome Trust, uno de los mayores inversores médicos del mundo.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta de que el auge de los movimientos antivacunas comienza a ser una «amenaza cada vez mayor» para los programas de vacunación, que pierden capacidad de eficacia. En un artículo publicado en la revista ‘Vaccine‘, este organismo de Naciones Unidas recuerda que a nivel mundial se registran cada año 1,5 millones de muertes infantiles por enfermedades que podrían prevenirse con vacunas ya disponibles. En parte, precisan, porque uno de cada cinco niños no tiene acceso a estos medicamentos. El problema, señala el artículo, es que en los últimos tiempos esta desprotección está provocada por el auge de movimientos antivacunas que mueven a retrasar o directamente rechazar la vacunación, tanto la suya como la de sus hijos, lo que representa un «reto cada vez mayor», en especial para aquellos países que trabajan por acabar con la brecha de la inmunización. La cuestión es que para lograr la inmunidad de una sociedad, más del 90% de la población debe estar vacunado y las encuestas señalan que ahora mismo ese porcentaje no se obtendría en muchos de los países desarrollados. Solo en el cuerno de África y el sur del continente asiático entre un 95% y 92% apoya la vacunación.

El coronavirus, por tanto, no ha tumbado el movimiento antivacunas, que al margen de las recomendaciones de gobiernos e instituciones sigue ganado partidarios. El partido decisivo parece estar jugándose en las redes sociales, en las que, por ejemplo, el tenista serbio Novak Djokovic, ha difundido que si alguien le «forzara» a vacunarse para poder viajar, retrasaría su vuelta al tenis.