(Des) Educación a la poblana
by La misma monedaA toda acción corresponde una reacción, reza una de las muy repetidas leyes de la física. Una bola empuja a otra en idioma llanero. Algo universal y cosmológico que solo encuentra sentido en el menos común de los sentidos, la racionalidad. Antes de que existiese una pandemia, Puebla vivió su primavera universitaria. De manera orgánica, miles de estudiantes paralizaron a la ciudad y lograron lo que históricamente fue el primer agravió vivido, sentido y repercutido en el imaginario casi uniforme de la sociedad. Los asesinatos infames de jóvenes, se convirtieron en el eje unificador de una comunidad que respaldó plenamente el reclamo. Poquísimos se atrevieron a insinuar algo contrario. La manifestación juvenil se hizo de uno y de todos. Automovilistas solidarios y chavos súper organizados encontraron simbiosis en medio de los gritos duros e irreverentes, hechos para ser escuchados.
El estado, en este caso el gobierno, se finco en su discurso y tarareo la misma cantaleta. La responsabilidad es de los de atrás, tras, tras, tras. Sin embargo, no pudo eludirse. Fue obligado a sentarse y dialogar, soportando lo que, para algunos en las altas esferas del poder público, consideran una humillación; rendir cuentas. Cien mil personas en las calles son exponencialmente más disuasivas que 100 mil tuits, sin duda.
Por obligación, conveniencia o por pura solidaridad y cariño, los rectores respaldaron a sus muchachos. Las cosas cambiaron, y la voz rectoral se hizo a un lado. Pero de no tan lejos, detrás de su ventana en Casa Aguayo, el gobernador vio pasar la noche, como reza la canción de Yuri. No se puede entender mayo sin entender marzo. La Ley de Educación aprobada el 15 de este mes en un madruguete Covidal, es la respuesta planeada y calculada para doler en donde más atora. En medio de la contingencia sanitaria y ante la imposibilidad de movilizarse, la promulgación es una afrenta.
Política es control, y es precisamente lo que refleja esta “armonización”. La educación no es centro de la agenda del gobierno, sino mantener las riendas del caballo brioso llamado sociedad civil. ¡Qué si la universidad pública se revela! Hagamos más grueso el lazo de la fiscalización, porque no hay mejor incentivo que la cárcel para poner un buen bozal al caballo necio. ¡Qué si la educación privada quiere voz! La tendrá, pero pintada del color que elija un oscuro funcionario estatal sentado en una recóndita oficina pública, bajo la guillotina amenazante de la expropiación. ¡Qué si las cuotas en escuelas privadas son inmorales o neoliberales! Entonces la SEP se constituye como procuraduría del consumidor, dejando a un lado las instancias legales ya creadas con ese fin, apretando cinturón y tuercas, abriendo la puerta de una posible cancelación del reconocimiento oficial y, por ende, el inminente cierre. Todo a discreción, nada en su justa dimensión. Porque la ley de educación en Puebla no fue pensada como tal, sino instruida al congreso para aplicar sus buenos sapes a aquellos grupos que se han convertido en el aquelarre social, la respuesta de un gobierno absorto y ensimismado.
Si la educación es conocimiento, responsabilidad y libertad, la (des) educación representa todo lo contrario. Estridencia, control y silencio son sus formas.
Como en aquel libro inolvidable de Chomsky, -quien por cierto es una referencia intelectual de primer orden para el gobierno federal actual-, el Congreso de Puebla y su gobierno estatal confunden el propósito y razón de un aula, en este caso un estado, al pensar que las formas viejas pueden llamarse nuevas, sin traer un costo político y social adicional consigo. Querer enseñar política a la antigua, deja al descubierto la verdadera debilidad del régimen. La legitimidad. Esa que crece en el uso de la libertad, y que es inversamente proporcional a los métodos utilizados. Los maestros más recordados son los que enseñaron con el precepto y con el ejemplo.
Denostar a un grupo de universidades adjudicándoles un calificativo, es solo muestra de una cosa, falta de educación o (des) educación. Todo cambia para ser lo mismo. La paradoja sexenal.
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