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Pablo Rebollo, de gastrobar NúaJOSE PARDO

«Ya tengo todo reservado para comer hoy»

Un gran número de establecimientos hosteleros vuelven a la actividad en la fase dos, aunque siguen cerrados

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Pocos fueron los establecimientos hosteleros que se decidieron a abrir sus puertas en la fase 1 de la desescalada en la lucha contra la expansión del covid-19, ya que solo podían utilizar sus terrazas y con el 50 % de aforo. Pero este lunes, primer día de la fase 2, gran parte del sector ha regresado a la actividad, con las medidas restrictivas impuestas, que implican que pueden utilizar la mitad de las plazas en las terrazas y el 40 % en el interior de los locales.

La tónica general entre los hosteleros que han abierto sus puertas es la cautela. Muchos agradecen tener limitaciones de afluencia en estos primeros días para poder atender a los clientes con todas las exigencias de higienización de las mesas y las instalaciones que se requieren. Alejandro Rañal, propietario de la cafetería Bonilla, ubicada en la plaza del Callao, es uno de los profesionales del sector que esperó hasta el primer día de la fase dos para retomar el negocio. «Hay que ir abriendo poco a poco, con sentido», afirma, en el interior de un local en el que se  percibe claramente que se guarda la distancia entre mesas, en algunos casos más de los dos metros exigidos. «Queremos que se vea a simple vista que hay una separación más que evidente», subraya.

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Alejandro Rañal, dueño de BonillaJOSE PARDO

En el café Borsalino, ubicado en la calle Real, también los clientes empezaron a llegar desde las nueve de la mañana. «La gente siempre prefiere la terraza, y ahora aún mucho más», afirma su propietaria, Noemí González. Admite que no se planteó reabrir sus puertas hasta que pudiese hacerlo en el interior del local y no solo con las mesas fuera. «No era viable, pero una vez que ya se puede, abrimos, y la gente nos está respondiendo muy bien», añade.

Muy contento de las primeras horas de funcionamiento de su establecimiento se encuentra Pablo Rebollo, del grastobar Núa. Sus clientes han vuelto a su local, ubicado en el corazón de A Magdalena, aunque ahora con menos aforo disponible. «Solo pueden estar quince personas dentro», afirma. En los últimos días anunció por las redes sociales que hoy retomaría la actividad, por lo que regresa con buenos niveles. «Yo ya tengo todo reservado para comer al mediodía», aseguró, animado de volver a prestar servicio y de subir la persiana.

En la plaza de Amboage, José Manuel Almedia, del Platea, también encaraba su primer día. «Estamos trabajando bien, sin aglomeraciones», con poca gente a primeras horas de la mañana. Como la mayor parte de los profesionales consultados, explicó que siempre tuvo claro que «iba a reabrir cuando nos dejasen trabajar también dentro, porque aquí, por la climatología, si llueve, y estás solo con la terraza, no podrías trabajar».

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Armenai Campos, camarero de la cafetería OsloJOSE PARDO

Armenai Campos es camarero en la cafetería Oslo, una de las pocas que se decidió a reabrir hace quince días, en la fase uno. Han sido dos semanas en donde solo podían atender a los clientes en la terraza. Admite que «la primera semana fue una locura, con mucha gente haciendo cola. Hemos visto a gente esperar incluso dos horas», afirma. Esta mañana la situación era diferente, percibió un bajón acusado en la actividad, ya que había muchos más establecimientos abiertos. «Necesitamos respirar un poco», añade.

En el barrio de Ultramar, Jesús Mateo López prepara su establecimiento, el Mesón Mateo, para funcionar a partir del día 8 de junio. «Hay que pensar mucho cómo se hace e intentar hacer las cosas bien», argumenta. Prefiere ir sobre seguro, porque, añade, cuando suba la persiana prestará los mismos servicios que tenía antes de que se decretase el cierre por el estado de alarma.

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Jesús Mateo López, del Mesón Mateo, en UltramarPROPIAS