Entrevista con Daniel Gastaldello, doctor en Semiótica

Frente a las pantallas: la "presencia" digital en tiempos de aislamiento

La cuarentena impuso cambios en los hábitos y las prácticas, también en la manera de encontrarnos; la tecnología facilita una nueva dinámica de vinculación que se nutre, como nunca, de la imagen. Lo que se ve y no se ve, lo que se muestra y se guarda como una puesta en escena que “es parte de la comunicación misma”. Y, ¿en el medio?, los medios.

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Las clases son on-line, las conferencias de prensa también; son virtuales las reuniones con afectos y amistades; las disertaciones de especialistas y las preguntas, comentarios y consultas, están al alcance de un clic, cuando antes demandaban semanas de planificación y gestión, permisos y hasta pasaporte. En el contexto de aislamiento social, preventivo y obligatorio, la virtualidad es nuestra principal herramienta para conectar, aprender, enseñar y participar desde el lugar que hayamos elegido para mostrarnos o, en todo caso, desde aquel en el que nos esté permitido permanecer sin desobedecer la cuarentena. Y el azar del encuentro quedó suspendido por link, contraseña, día y hora.

“En este momento de aislamiento social físico estamos rediseñando nuestras relaciones con los demás, con el tiempo y el espacio, redefiniendo nuestros actos y sus alcances”, dice Daniel Gastaldello, profesor de Semiótica en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la UNL, consultado por El Litoral sobre el nuevo paisaje en el que se desarrollan los contactos entre las personas. Un paisaje donde proliferan fondos de bibliotecas, cortinas y cuadros, que enmarcan la imagen de sí mismo que cada uno quiere -o no puede evitar- proyectar. Y que son el escenario de una verdadera “puesta en escena”, a través de la cual se desarrollan los contactos interpersonales.

“Antes de empezar, prendan las cámaras así nos hacemos una foto”, suele ser el preludio de una sesión virtual. Y la imagen que antes era alrededor de una mesa, en un escenario o al costado de un banner institucional, ahora es un mosaico de rostros, con distinto nivel de definición y de impacto cromático. 

“En 1865 Lewis Carroll escribió en Alicia en el País de las Maravillas: ‘Si yo hiciera mi mundo todo sería un disparate’ ”, dice Gastaldello, en el arranque de la entrevista (virtual) con este diario. Y añade que, en el marco del rediseño de las relaciones al que aludía en la primera cita, “se están haciendo visibles cosas que siempre estuvieron allí entre nosotros y los demás, como la fragilidad del sistema que nos fabricamos para vivir, la delicada red de los vínculos, la presencia constante de las tecnologías y los medios de comunicación... y nos parece que nada tiene sentido. La realidad es que estamos confrontando el sentido anterior, viendo su agrietada arquitectura, y estamos construyendo un sentido nuevo para cada cosa que nos rodeaba. Y lo estamos haciendo en tiempo récord, tal vez sin la posibilidad de probar muchas opciones. Por eso nos parece que todo es un disparate. Y en el fondo lo es”.

- Con el aislamiento social, preventivo y obligatorio que limitó la salida de las personas a la calle, y (se habilitaron) los medios y redes como fuente de información, ¿quedó más en evidencia que existe una realidad mediada? ¿Ese fenómeno se potenció en este contexto?

- El aislamiento físico puso en evidencia que la realidad siempre estuvo mediada. Conocemos el mundo por los sentidos, pero no porque los sentidos nos dan información certera del mundo, sino porque están enfocados en las personas que nos hablan de ese mundo. No consumimos verdades sino narrativas. Y quienes nos hablan nos describen una amenaza que no podemos ver, así que desde el inicio el virus es una construcción de lenguaje. Esta construcción se materializa en prácticas, y en esas prácticas vemos la confirmación de su existencia. La alternativa que nos permitiría comprobar su verdad es exponer el propio cuerpo (y el de los que nos rodean), pero hasta ese punto no llega nuestra desconfianza. Queda claro que para desacreditar una narrativa hay que poner el propio cuerpo en el territorio, y eso es algo que no hacemos seguido.

Con el aislamiento y el surgimiento de (para algunos) los nuevos dispositivos y formas de vinculación, quedaron a la vista aspectos sensibles de nuestro escenario social. Todo lo que está “ahí afuera” es producto de lo que otros dicen y actúan, y los dueños de ese despliegue venían siendo los medios de comunicación. Algo sacamos en limpio: todo lo que decimos saber se reduce a un puñado de enunciados rudimentarios, es información que circula de manera recursiva en boca de sujetos a veces tan desinformados como nosotros. En el caso de los expertos, recortan todo lo que saben a los fines de lograr una comunicación más directa y menos técnica. Pero en el caso de los medios el recorte se da además con otros objetivos. En la superficie, los medios tradicionales cumplen su función de informarnos, y en esa tarea exploran redes de contactos con otros actores sociales (científicos, políticos, economistas) para asegurarnos una cartografía de las causas, dinámicas y efectos del virus. Pero en las profundidades, en ese acto de informarnos, los medios están disputándose una verdad sobre sí mismos: su eficacia, su capacidad crítica, su poder de predicción, de manipulación sobre nuestros actos, su rol y legitimidad institucional en la trama social. Cada vez que atendemos a los medios tradicionales presenciamos una batalla más en la extensa guerra por el monopolio del sentido y la verdad definitiva. La vieja e inocente fórmula de la transparencia mediática se pone en cuestión desde el momento en que todos, con un celular en la mano, nos convertimos en medios.

- Desde tu campo, ¿qué lectura se puede hacer de las fotos capturadas de una sesión virtual para ilustrar notas, donde hay varios protagonismos y, a la vez, ninguno?

- En la película Donnie Darko (2001) dos personajes mantienen esta conversación: “- Hice un nuevo amigo. / - ¿Real o imaginario? / - Imaginario.” Puede ser una respuesta inesperada, acaso ridícula y sinsentido. Pero recordemos este nuevo contexto en el que todo puede parecer un disparate... En definitiva, esta respuesta expone lo que nos sucede en este escenario que acabamos de describir, donde conocemos al mundo por la versión de otros. El otro también es parte de ese mundo que nos narra, su presencia autorizada es tal vez la primera gran ficción con la que nos encontramos. Frente a una fotografía como esta, una pregunta posible sería ¿cuál es la diferencia entre la foto de una persona y la foto de una pantalla donde se convoca a varias personas? ¿Acaso no hay un relato en ambas? La diferencia es que en la primera se borra el medio, mientras que en la segunda se expone la tecnología que está vinculando a esas personas. El problema entonces no es que hay varios protagonismos y a la vez ninguno: el protagonismo lo tiene el medio mismo. La segunda imagen muestra la red tecnológica que hay delante y detrás de cada persona, en la que cada uno se envuelve para cobrar entidad. No estamos alienados entre nosotros, sino que estamos conectados en una alienación mediática común, naturalizada, que ahora estamos pudiendo ver con mayores precisiones. En ese sentido no habría ninguna diferencia entre ser/tener amigos reales/imaginarios. El problema estaría en que los medios ahora deben competir con las tecnologías hogareñas para disputarse su antiguo lugar de creadores de sujetos e identidades (reales/imaginarias).

De entrecasa

- ¿Qué impacto puede tener en la construcción social de la identidad la aparición en imágenes “de entrecasa” proyectando hacia afuera un ámbito tradicionalmente ligado a la intimidad y, a la vez, permitiendo el acceso externo a ese ámbito? 

- Hace rato que la intimidad se ha desintegrado y redefinido bajo las formas de la espectacularización. Las diferencias entre la esfera de lo personal y lo colectivo se han ido cruzando, intercambiando, confundiendo. Lo interior y lo exterior llevan al menos tres décadas movilizándose. Y si nos remontamos a la génesis de los medios masivos de comunicación, la dicotomía público/privado es uno de los pilares en la construcción de lo noticiable. Podemos decir que ya no estamos frente a un fenómeno ni deslocalizado ni novedoso. Pese a las diversas morfologías que fue adoptando, siempre mantuvo la ilusoria dicotomía lejos/cerca, antes/ahora, dicho/no-dicho, yo/otros. Lo que en cambio emerge hoy es una manera nueva de reconstruir las subjetividades yo/otros donde la actuación, la pose, lo performático es visible e inevitable, porque es parte de la comunicación misma. 

- ¿Esa imagen que se proyecta intenta ser real o es parte de una impostura alentada por la exposición?

- Debemos notar que en este escenario en el que nos incluimos todos, tal vez ya no importa quién es quién (o quién simula ser), sino qué función cumple. ¿Qué relevancia tiene que el aula sea la cocina del profesor, y los estudiantes lo recontextualicen en su living, su balcón o su habitación? En lo funcional, sólo es un cambio de escenario, de telón de fondo y lo que importa es qué se está diciendo y cómo. Ahora bien, en el teatro, ese trasfondo sí dice algo, cumple una función significativa. En una sesión de videollamada, el fondo narra los gustos personales, las negociaciones, las historias familiares, la accesibilidad a objetos de valor material y simbólico; el fondo expone un sistema de valores, una ideología. Y como toda ideología, se juega también por lo que no-dice. De ese telón de fondo se excluyen otros espacios que también narran, y que el sujeto recorta cuidadosamente del campo visual, como sucede en el cine. Como un director, se recorta y gestiona el espacio porque no es pertinente para lo que se quiere contar al otro, y porque en lo que no se dice no hay interpelación posible. En esto sigue habiendo un “detrás de cámara” que no está siendo narrado, y en eso se juega lo que el sujeto, intuitivamente, guarda para sí mismo de la mirada voraz del resto. Finalmente, el fondo visible altera la representación de quien se pone frente a la pantalla, y narra algo que en otro contexto comunicativo no importaría. Relata lo que cada sujeto pudo hacer con lo que le fue dado y eso influye en la comunicación misma. Su oralidad, su actuación, su performatividad hará el resto: habrá una saturación de gestos y palabras que intentarán guiar al espectador para que mire y escuche lo que es central para el actor. Pero somos animales de enciclopedia audiovisual y teatral, y en cada puesta en escena veremos lo que dice y lo que no-dice el otro, directa o indirectamente.

- ¿Y qué pasa cuando se trata de encuentros con múltiples participantes? 

- Multipliquemos este mecanismo de visibilidad por la cantidad de personas que participan de la conversación, lo que todos ven de todos. Tendremos una red de representaciones sobre el tiempo, el espacio, lo propio, lo ajeno, lo hecho, lo incompleto... finalmente, no lo real sino lo narrable. En definitiva lo público/privado es el resultado de lo que cada uno reconstruye como protagonista y a la vez como espectador de un encuentro. Las diferencias yo/otros se redefinen en esa superficie plana de la pantalla, se habilitan otras dimensiones de lectura del otro que narra su vida en relación con los demás, y de lectura de uno mismo, que da más información que la que cree y sobre la que no se tiene control. Entramos así en una nueva espectacularización de lo privado que se naturaliza, y se pone en red además con otros grupos con quienes mantenemos otras comunicaciones. Comenzamos a naturalizar sus mecanismos y a pensar en nuevas formas de acercarnos, gracias a que ahora las tecnologías se vuelven visibles en su carácter de mediadoras. Y ante esto, la pregunta nueva que debemos hacernos es, luego de toda la información que dimos, recibimos y naturalizamos ¿quiénes seremos a partir de ahora? 

Visible/Invisible

Por Daniel Gastaldello

Hace poco más de medio siglo el semiólogo francés Roland Barthes sostuvo que, para que un evento no sea de interés público, bastaba con endoxarlo: no ocultar un hecho sino hacerlo tan visible y tan recursivo que termine por provocar hartazgo y desinterés en el público. Las tecnologías en este contexto de aislamiento social sacaron a los medios de su necesaria invisibilidad. Expusieron sus alcances y nos transformaron en medios de comunicación, más personalizados y masivos que nunca. Las tecnologías comienzan también a exponer fragmentos de la vida privada que deben ser objeto de montaje.

Las tecnologías nos están acercando y proponiendo diversas maneras de vivir juntos en este contexto y se están volviendo tan visibles ellas mismas que en breve habremos naturalizado muchas de sus funciones. Las tecnologías se están endoxando, volviendo invisibles como los medios de comunicación y como aquello de nuestras vidas privadas que manteníamos lejos de la mirada de los otros. Tal vez la nueva pregunta que debamos hacernos ya no sea, entonces, ¿quiénes seremos a partir de ahora?, sino ¿con qué sentidos viviremos ese futuro, sin que ese mundo que construyamos no nos resulte disparatado?

No consumimos verdades sino narrativas. Y quienes nos hablan nos describen una amenaza que no podemos ver, así que desde el inicio el virus es una construcción de lenguaje (...). La alternativa que nos permitiría comprobar su verdad es exponer el propio cuerpo (...), pero hasta ese punto no llega nuestra desconfianza”.

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Lo que emerge hoy es una manera nueva de reconstruir las subjetividades. La actuación, la pose, lo performático es visible e inevitable, porque es parte de la comunicación misma”.
La pregunta nueva que debemos hacernos es, luego de toda la información que dimos, recibimos y naturalizamos ¿quiénes seremos a partir de ahora?”

 
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