La ética en situación de pandemia
¿Qué sentido tiene que la ciencia prolongue la esperanza de vida si después se pretende sacrificar o excluir a los adultos mayores?
by Alberto Sassatelli*La convivencia en una situación de pandemia pone en juego cuestiones éticas y morales. Afloran a la vez las falencias de un sistema político y la perplejidad ante una realidad que nos sorprende e impide una ponderación meditada.
Dan Patrik, vicegobernador de Texas, declara: “Los abuelos deberían sacrificarse y dejarse morir, para salvar la economía en bien de sus nietos y no paralizar el país”.
En la misma línea de pensamiento, la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, sostiene: “Los ancianos viven demasiado y eso es un riesgo para la economía global. Tenemos que hacer algo. Y ya”.
El ministro de Finanzas japonés, Taro Aso, pidió a los ancianos “que se den prisa en morir, para que de esta manera el Estado no tenga que pagar su atención médica”.
La medicina como profesión tiene su origen religioso en los seguidores de Asclepio, con un juramento iniciático.
Es, en su ejercicio, una suma evolutiva de ciencias particulares, como la química, la física, la biología, la psicología, la antroplogía, la sociología.
Pero, sobre todo, de una ética, de un horizonte de sentido que orienta valorativamente sus procedimientos.
El todo y la suma de las partes
Una pandemia no es sólo la suma de padecimientos individuales. Es la expresión política en el campo sanitario de una grave distorsión de las relaciones sociales. El concepto de vulnerabilidad es, desde esta perspectiva, engañoso: el vulnerable lo es porque ya está vulnerado.
En una línea dogmática de pensamiento, tan concurrida por los devotos a la falsa contraposición de valores, salud o eficiencia económica, libertad o cuarentena, etc., subyace un dogmatismo, por definición imposibilitado de revisar sus premisas.
Confundir opinión con evidencia científica es una torpeza, que pretende dar al disparate categoría de verdad.
Paradojas
En nuestro pais y en el mundo se han puesto en consideración las elevadas tasas de mortalidad en los establecimientos geriátricos, en las cárceles y en general en los lugares de elevado contacto y hacinamiento sin distinción de edad, y evitar dicha situación representa por ahora las certezas disponibles.
Resulta llamativo enaltecer el aumento de la esperanza de vida como logro de las ciencias y no encontrar un espacio social y cultural que contenga a la población presuntamente beneficiaria de tales progresos.
Esta confusión está en la matriz de las diversas miradas acerca de lo que se considera población de riesgo.
Mirada hacia el pasado
Este artículo no pretende ser historicista, pero vale exponer algunas cuestiones relacionadas con la manera en que el hombre se ha vinculado con la naturaleza a lo largo de la historia.
En la antigua Grecia, la idea del hombre sano coincidía con la del hombre justo y virtuoso.
El sentido de lo justo era determinado por la polis, y a aquel que se excluía de este ordenamiento se le denominaba idiota (el que no se interesa por las cuestiones de la ciudad).
Natural o antinatural es, aun en nuestros tiempos, el equivalente a bueno o malo. Cuando alguien enferma, decimos "está mal", y "sano" es equiparable a buena persona.
Aristóteles destaca la vinculación de la ética con la política, que eran prácticamente lo mismo, en el sentido de que la vida llevaba implícita una finalidad: una vida virtuosa.
La confusa idea del progreso social
El orden moral de la filosofía griega fue sustituido en la modernidad. El hombre moderno ya no cree que la naturaleza tenga un orden interno perfecto, y menos aun que ese orden sea principio de moralidad.
En la filosofía moderna, el orden natural es reemplazado por la razón, entendida en un sentido amplio. No sólo cognitivo sino también emocional y volitivo, como principio de fundamentación moral.
Será entonces el respeto a la libertad y no el orden objetivo de la naturaleza su fundamento ordenador.
La era de la autonomía
La heteronomia (autoridad externa) de los griegos cede paso a la autonomía como criterio moral. Y es John Stuart Mill quien tal vez con mayor claridad expresa esta diferencia:
“La única finalidad por la cual el poder puede ser ejercido con pleno derecho sobre un miembro de la comunidad organizada contra su voluntad es evitar que perjudique a los demás”.John Stuart Mill
El desarrollo de la base material (revolución industrial) ha sido la condición necesaria para la aparición del liberalismo, el cual hizo propios los términos derecho a la vida y derecho a la salud, con un sentido negativo (primera Declaración de los Derechos Humanos).
El orden de la naturaleza fue reemplazado por el orden socio-cultural. Los cambios sociales traen consigo las ideas de los derechos sociales. La contraposición naturaleza-cultura está en la base de la reflexión política.
Promesa incumplida
El fracaso del liberalismo consiste en la imposibilidad de cumplir aquello que prometía. En su desarrollo, ha cuestionado, cuando no negado, la existencia del Estado.
En la actualidad, el hombre controla y crea el medio en que vive. Se sirve de la naturaleza, a la que se revirtió al punto de una riesgosa domesticación.
Las formas de producción de alimentos, entre otros ejemplos, han modificado el hábitat humano.
En su dinámica interna, nos llevan al extremo opuesto de la primera revolución industrial, la virtual desaparición de la vida privada y una denostación de lo público.
A modo de ejemplo, e invocando la libertad, se pretende ignorar que la vacunación obligatoria confiere a la autoridad política los fundamentos suficientes para limitar libertades, como en la cuarentena.
Reordenamiento
Un reduccionismo economicista es una lectura insuficiente. La reversión de los valores morales, la supresión de derechos laborales y sociales, tienen una correspondencia fáctica con la destrucción del sistema de salud.
Hay una coincidencia casi generalizada en que la salida de la pandemia no será posible sin un reordenamiento sustancial de las relaciones humanas.
El pensamiento mágico de la antigüedad pretendía avizorar su futuro en el oráculo. En una curiosa idea del progreso, el oráculo de la posmodernidad indaga su futuro en los nucleótidos del ADN.
Cabe preguntarnos sobre el sustento razonable de la prédica neomaltusiana en las declaraciones citadas al comienzo de esta nota.
Nos devuelven, como una curiosa forma de progreso, el diseño de las políticas demográficas en manos de las autoridades financieras. Consistencia emparentada con los pronosticadores “serios” de la posmodernidad.
Citando palabras de Hannah Arendt:
“Lo que tenemos ante nosotros es la perspectiva de una sociedad de trabajadores sin trabajo".Hannah Arendt
Es decir privados de la única actividad que les queda. Imposible imaginar nada peor.
Distancia necesaria
Para sobrevivir, tenemos que poner distancia con lo que nos hace humanos. Regresar a la nuda vida, en términos de una vida de subsistencia, desprovista de toda cualificación, aparenta ser el proyecto que tenemos como especie.
El aislamiento social y el distanciamiento son la puesta en acto del agravamiento de una modalidad de existencia social insolidaria que nos ha llevado a refugiarnos en la soledad y considerar la absurda paradoja de que el peligro está en lo que amamos y deseamos.
Recordar para no repetir, sostenía Sigmund Freud. No nos está moralmente permitido renunciar a la esperanza.
* Médico psiquiatra